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Madrid no se acaba nunca

El escritor Vicente Luis Mora (Córdoba, 1970) reúne en Circular 22 (Galaxia Gutenberg, 2022) casi treinta años de escritura

Madrid no se acaba nunca

Vicente Luis Mora | THE OBJECTIVE

¿Puede un libro contenerlo todo? ¿Es posible embutir la experiencia total de Madrid en un solo libro? Spoiler: la respuesta es que no. Su intento, no obstante, es lo que nos ofrece Vicente Luis Mora en este libro ambicioso y carnavalero, lleno de gentes y calles. Una fiesta de la literatura, que celebra, por sobre todo, el poder de la imaginación.

Madrid me mata

En 1994 Vicente Luis Mora iba en un autobús, camino de Madrid. Para presentarse a unas oposiciones. Y tuvo un chispazo, una epifanía frente a la magnificente espectacularidad de la urbe. He de encapsular esta experiencia en un libro, se dijo. Y lo estuvo rumiando durante un tiempo. El proyecto, que comenzaría efectivamente a escribirse en 1998, tuvo dos primeras fases: Circular (Plurabelle, 2003) y Circular 07. Las afueras (Berenice, 2007). Había en previsión un tercer libro de este proyecto en marcha: Circular 8. Centro, cuya publicación se había confiado también a la editorial Berenice, pero la salida de la editorial del editor Javier Fernández provocó que quedase en stand by durante casi 15 años. Ahora, felizmente, estas tres partes (revisadas) cuentan con la adición de una cuarta: Derb, un experimento de escritura en tiempo real, que el autor llevó a cabo durante un mes en 2010 en Marrakech; una suerte de vida sin autobiografía.

Un mundo en tránsito

Circular 22 se abre con un texto que funge un poco de proemio y que se titula «Playas de Málaga». En él, un padre lleva a su hijo a ese lugar en el que, camino de Málaga, se puede ver desde un mismo punto, sobre la cima de una loma, la ciudad y el mar al mismo tiempo. Es justo en esa localización por donde van a pasar en un momento Vicente Luis Mora y su mujer, que va al volante, la poeta y abogada urbanista Virginia Aguilar, mientras conversamos al teléfono. Es sábado por la mañana y vienen de Sevilla y van camino de Málaga, «es un viaje muy habitual y es el retorno homérico a casa», dice Mora. Y algo de esto hay en Circular 22, de un regreso a la palabra, a lo textual, al hecho literario mismo que constituye la experiencia más esencial de la literatura.  Se trata del libro más ambicioso de Vicente Luis Mora, «porque el objetivo es un disparate: escribirlo todo, lo existente y lo imaginario, es un proyecto destinado al fracaso, pero me gustaría que fuera un fracaso bonito». Y añade: «Aunque el resultado sea algo trunco, me gustaría que los lectores encontraran ideas, fragmentos, personajes que les resultaran valiosos».

Circular 22, en su intención original, se proponía reflejar todas las poéticas y estéticas contemporáneas, al tiempo que contenía toda la ciudad de Madrid. Por ello es normal que el lector pueda sentir ciertas contradicciones, pues Vicente Luis Mora aquí no se deja llevar por sus propias ideas sobre arte y estética, sino que incluso practica poéticas de escritura con las que se ha mostrado en desacuerdo de manera pública. Lo cual es, en última instancia, un mérito. Ya que fuera de convertirse en una novela de tesis, lo que practica es una multidimensionalidad dichosa. Es un libro empático, novela-río, plural, comenta Mora al teléfono. «Como teórico debo ser consistente, pero no así en los libros. Si tú quieres hacer un libro mundo, una novela total, debes reflejar un mundo caótico, multidisciplinar, abierto a mil tendencias», afirma. «No puedo empobrecer el libro pasándolo por el tamiz de mi propio yo, sino que ha de estar abierto a multitud de ideas», dice Vicente Luis Mora. Lo cual no significa, cuidado, que no influya la vida propia. 

Y es que precisamente el gran cambio de Circular 22 respecto a sus encarnaciones previas es que desplaza la idea de la circularidad del adjetivo al verbo (de lo físico, pues, a lo simbólico) y amplía su radio de acción de Madrid al mundo. Así, sin ser desleal a la idea original, sí que se siente más libre y diverso. El azar y la entropía han ido configurando estos últimos años el libro, «y éste me ha ido indicando por dónde quería ir, por dónde debía madurar», nos confiesa Vicente Luis Mora. Y dice: «Ha sido ese ambiente de buena vecindad que he tenido con el libro la que ha acabado dándole la forma que ahora tiene, que no sé si es la mejor de las posibles, pero sí la que funciona».

El libro, pues, ha crecido de una forma biológica, según lo hacía la experiencia vital de su autor, e inevitablemente, sus viajes y sus estancias en otros países, han ido configurándolo. Pero cuidado porque no es un libro autobiográfico (de hecho, Mora ha sacado todos los fragmentos autoficcionales que había en las primeras publicaciones de Circular), aunque sí que se nutre de la vida personal de su autor, a quien su mirada se le ha ensanchado con el paso de los años. En palabras del propio Mora, «se trata de un ejercicio de exterioridad». La vida le ha dado la oportunidad de ir encontrándose gente por el camino y eso le ha dado la posibilidad de escribir sobre sus existencias, imaginando las vidas de la gente. Con ello, no es la mirada del escritor reflejada en el espejo, sino la visión de un vate que se maravilla con otras culturas, con otros lugares, en un afán por comprender y empatizar con todo el mundo. «Al lector no le importa quién soy ni qué siento, sino qué le hago vivir a él y de qué manera le aprovecha el libro a él», declara Mora.

Vicente Luis Mora

Más texto y menos imagen

A diferencia de otras obras previas del autor, aquí la arquitectura y la imagen están mucho menos presentes. Nos dice Vicente Luis Mora: «Con el paso de los años, me he dado cuenta de que la literatura tiene que hacer su trabajo, hay otras ramas del arte que van a trabajar mejor con la imagen que nosotros, los escritores. La novela tiene que hacer, como dice Antonio Orejudo, lo que ni pueden hacer ni las series, ni el cine, ni la fotografía ni la escultura». Y sigue: «El texto es lo importante, la letra. Eso es nuestro fuerte. Y para reivindicarnos como escritores debemos trabajar las líneas, las metáforas, las imágenes, el párrafo». Vaya, que el autor, adalid de ciertas tendencias expresivas lectovisuales y digitales durante los últimos años se presenta ahora en aire de familiaridad con otros titanes del núcleo duro de lo literario, como pueden ser Vollmann, Tavares, Mathias Enard o Cartarescu. «Uno debe perseguir el ejemplo de los mejores y tomarlos como modelos. Yo, así intento esforzarme a mi humilde escala de igual forma que estos escritores lo han hecho a su gran escala», nos dice. Y nos regala una metáfora para clarificar su postura: «Detecto afinidad con todos estos escritores, son líneas de contacto que veo con este este tipo de escritores que no se proponen escribir montañas, sino cordilleras».

Respecto de la arquitectura, podría pensarse que en Circular 22 no está tan presente como habría de sugerir su título, propósito y valores. Sin embargo, sí lo está, pero de una manera más invisible. Nos cuenta Mora (y es algo que ha aprendido de su mujer) que le interesa ese elemento urbanístico, de planificación previa que tienen los ayuntamientos y que predeterminan lo que un arquitecto puedo o no puede hacer. Así, en Circular 22 lo que sí está presente es ese espacio que predetermina todo, que reconfigura un mundo. «Me interesa esa parte de la ciudad que la organiza con mucha más contundencia que la mejor voluntad de un arquitecto estrella», afirma. Es una dimensión que no es fácil de ver y que aquí, en este libro, se construye (se evidencia, pues) con multitud de citas, apartes, bloques de significado y estruendosos silencios. 

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