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La catedral de Justo Gallego, el ímpetu de la fe

Creyente o no, es imposible mostrar indiferencia al visitar esta catedral e, indagando un poco, sabiendo que se construyó sin plano alguno ni proyecto

La catedral de Justo Gallego, el ímpetu de la fe

La catedral de Justo Gallego, en Mejorada del Campo. | Alberto Sibaja (Europa Press)

Dice un refrán que «la fe mueve montañas». Esta contundente frase podría aplicarse a Justo Gallego y a su proyecto durante gran parte parte de su vida, la construcción de la Catedral de Mejorada del Campo, levantada en casi toda su totalidad con materiales reciclados o deshechos de obras tan variados como ladrillos, que recogía de una fábrica cercana, bidones de gasolina, que usó a modo de moldes para levantar las columnas, ruedas de bicicleta, botes, alambres…, en definitiva, cualquier útil de construcción o de la vida cotidiana que le sirviera.

Una obra que provino de una promesa que el propio Justo hiciera al enfermar de tuberculosis, afirmando que levantaría una catedral en honor a la Virgen del Pilar si lograba recuperarse ¡Dicho y hecho! La enfermedad le apartó de su vida monástica pero no de su fe, que demostraría afrontando este proyecto durante más de 60 años, que a cualquiera nos parecería inabarcable.

Es probable que muchos creyentes quieran ver un designio divino al visitar la catedral, un edificio construido sobre un terreno de 4700 metros cuadrados heredado de su familia, que alberga dos claustros, un baptisterio y una cripta subterránea, con una altura máxima de 35 metros, una planta de 50 metros de ancho y 20 de largo, 12 torreones, 28 cúpulas y más de 2000 vidrieras, fabricadas meticulosamente por él mismo, pegando cristales molidos de colores, de auténtica filigrana.

Creyente o no, es imposible mostrar indiferencia al visitarla e, indagando un poco, sabiendo que se construyó sin plano alguno ni proyecto, que según Justo la ideaba por inspiración se iba levantando, improvisando y solucionando los problemas sobre la marcha, resulta increíble ver, a día de hoy, el progreso y el resultado de su trabajo, fruto de una constancia inquebrantable y de una fe a prueba de cualquier traba.

Según el mismo afirmó, «es algo innato, un don», nutrido eso sí, con múltiples lecturas de libros de arquitectura que le aportaron una buena base documental que ejecutó con solvencia, aunque para él su única guía fuera el Evangelio de Cristo.

Un proyecto sin terminar, con buenas expectativas

Tras tomar su decisión y para cumplir su promesa Justo vendió sus tierras de labranza, con un inicio muy modesto que poco a poco fue ganándose el favor de sus vecinos.

Por lógica y aunque Justo se levantó cada día a las 7 de la mañana para comenzar a trabajar y muchas jornadas eran solitarias, necesitaba de mano de obra, decidió parcelar sus terrenos y regalarlos a sus vecinos más necesitados, que a cambio trabajaban con él en la construcción, un trueque justo. Así, groso modo, lo cuenta Ángel López, el que fuera su ayudante y mano derecha durante casi treinta años. 

Pero fue a principios de siglo cuando su obra se dio a conocer en el panorama internacional y alcanzó reconocimiento mundial, la exposición fotográfica en el Museo Moma de Nueva York, impulsada por el Ministerio de Asuntos Exteriores y el posterior anuncio de televisión de 2005 de la marca Aquarius dio un gran empujón al proyecto, necesario para su continuidad, en ese momento Justo tenía ya más de 80 años.

El año pasado, el de su fallecimiento, su pueblo le nombró hijo predilecto por mérito propio, por su obra en sí, pero sin olvidar la riqueza que durante años llegó por parte de los turistas que se acercaban a visitar la catedral y que revertía en los negocios locales.

Con 96 años y una salud ya renqueante, Justo decidió donar la gestión de la Catedral a Mensajeros por la Paz, con la condición que la concluyesen. Meses después fallecería.

Desde ese momento, la empresa de arquitectura e ingeniería Calter, que ya confirmó que el estado estructural del edificio era bueno, será la encargada de finalizar lo que a cualquier persona nos parecería un sueño, un sueño de una vida.

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