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Cultura

Luisa Castro vuelve a la novela con drama y humor

La escritora, ganadora del Premio Biblioteca Breve, el Hiperión y finalista del Herralde, regresa al género 17 años después con una historia familiar

Luisa Castro vuelve a la novela con drama y humor

Luisa Castro | Lisbeth Salas

«Ahora me siento como si estuviera empezando otra vez, por la ilusión y por lo que esta novela me está devolviendo: es una oportunidad de ser una misma, de tener estos encuentros, de hablar de cosas de las que normalmente no hablamos… La literatura es un vehículo fantástico que embellece la realidad, tan desgastada; y las palabras, tan inútiles y tan repetidas». Con esta reflexión abre Luisa Castro la conversación con THE OBJECTIVE. Han sido 17 los años en los que la escritora, poeta y actual directora del Instituto Cervantes en Dublín ha permanecido alejada de la novela. Necesitaba ese espacio, necesitaba la vida. Y ahora, ya que ha vuelto, no ha guardado la ropa mientras nadaba.

En Sangre de horchata (Alfaguara, 2023) nos ofrece un relato tremendo envuelto en un celofán cómico: una narración muy nueva entre tanta página calcada, de una novela a otra. Los personajes que ha levantado hablan diferente. Declaman a veces un poco, estallan de golpe y aun así son creíbles. Están bien hechos. Cumplen con su cometido, el de provocar afecciones y desafecciones. 

Portada del libro

La historia la conocemos a través de Belén, una chica que cuenta su niñez y adolescencia «desde su perspectiva de medio adulta», elidiendo lo necesario para que el lector avance por los huecos de la intriga. Belén tiene 16 años y apenas nada claro, como su edad manda, pero en Sangre de horchata hace un viaje de descubrimiento, de desenmascaramiento casi, de lo que los adultos pretenden. Y cada uno de ellos pretende algo distinto. Su padre, un ricachón enfermo y en silla de ruedas, habla recurrentemente de la herencia a solventar cuando él no esté, y de las condiciones adheridas a ella. Su hermano conoce las intrigas familiares, pero las calla. Y su madre es una madre ausente, apenas una voz al otro lado del hilo en llamadas de cortesía. Todo ello rodeado de un cierto halo decimonónico, aunque la acción transcurre en la actualidad, a lo que ayuda que la casa donde Belén vive junto a su padre, su hermano y un tutor legal -que llega para cambiarlo todo-, sea un antiguo palacete catalán en el que moraron desde Gaudí hasta los Papas de la Edad Media.

«Es una familia rodeada de adláteres en los que depositan sus decisiones y sus responsabilidades. Y de ese modo, también se lavan las manos y no toman riesgos, como esas familias rodeadas de testaferros de lo moral. Hay como esta cosa rancia, contada por una chica fresca, pero también rancia», dice al respecto Castro, y añade: «A mí me gusta Belén. Todo el mundo me dice que es un personaje superviviente, pero también me parece que tiene mucha gracia, por ejemplo con sus momentos agresivos dentro de la novela». 

«Todos mis libros surgen de una necesidad de purgar un miedo o una angustia intensa»

Uno de esos momentos viene a cuenta del dinero y la herencia, que tiñe el fondo de la novela sin ser el tema central de la misma: «Al final el dinero es el máximo símbolo de nuestro universo en el sentido semiótico de la palabra. ¿Qué otro símbolo hay? El falo, a lo mejor. El dinero, el sexo, y te diría que hay otra cosa que también es símbolo: el arte, lo que hacemos con el lenguaje, lo que hacemos con lo que pintamos, eso que trasciende los otros símbolos, los supera y los neutraliza. Creo que esto también es el tema del libro; la herencia es el plot, pero de lo que se está hablando es de la capacidad de los seres humanos de degradación y de redención». 

Y lo peculiar, ya decimos, de Sangre de horchata, es que todos esos temas de tanto calado se trocan en humor, un cierto humor sardónico que impregna toda la narración. Pero durante nuestra conversación con Luisa descubrimos que ese tono no fue planeado, sino que simplemente encontró su camino, se abrió paso de forma espontánea según la historia crecía: «Tenía ganas de contar esa vida de violencia patriarcal, de una familia de hombres en una cultura de hombres donde la mujer es un instrumento para sus fines, y tenía ganas de contar a esa madre alejada y esa manipulación que puede ejercer un padre sobre unos hijos cuando es poderoso, pero creo que la propia escritura acabó desdramatizando este tema y un humor a veces muy expreso y otras muy sutil terminó apropiándose de todo».

¿Cómo trabajó la autora esa dinámica libre de preceptos? «He trabajado dejándome llevar y con mucha desaprensión, en el sentido de no censurarme a mí misma por lo que iba sucediendo, dándole protagonismo y poder a la voz narrativa, que es la voz de Belén. Y, aunque la familia que se describe aquí es un tanto especial, adinerada y con un pasado de alta alcurnia, en lo humano un lector sí puede sentirse identificado y llevado de la mano por esa chica que quiere transitar esos tabúes que se le imponen desde su propia familia», reflexiona la novelista, que asegura que la mecha de esta historia prendió de una necesidad propia, aunque no de una vivencia concreta: «Todos mis libros surgen de una necesidad de purgar un miedo o una angustia intensa, como cuando ves a una hija o un hijo en problemas, o  enfrentándose a un mundo de adultos con el que tiene que lidiar y en el que tú no puedes entrar porque estás lejos».

A Luisa Castro se la ha comparado en ocasiones con Henry James, a quien nos dice que admira por crear personajes que, más que de carne y hueso, son verdaderas «potencias humanas», en absoluto previsibles. Y es cierto que algo de Otra vuelta de tuerca hay en esta Sangre de horchata de la novelista lucense: al menos, ese enfrentar el mundo de la protagonista principal partiendo de una realidad sesgada y carente de información. 

A ella, a Belén, siempre se le ha reclamado que tenga «sangre de horchata, pase lo que pase». Pero su sangre es demasiado joven para adquirir la densidad de la horchata. Por eso, Luisa concluye: «La vida es un instrumento de gimnasio, un aparato de fitness al que le vas poniendo grados de dificultad, y llega un punto de dificultad en el que ya tienes la sangre de horchata. Pero para llegar ahí has tenido que explotar muchas veces, sufrir, vivir el miedo, experimentar la paranoia… Porque si tú naces en una cuna de sangre de horchata pasas por la vida como un gusano: no la vives y no la conoces». 

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