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La IA no es un juego

Con los recientes avances de la inteligencia artificial y con el auge de la aplicación Chat GPT, cada vez hay más preocupación sobre el futuro del empleo

La IA no es un juego

Inteligencia Artificial. | Pixabay

Las redes sociales están llenas de periodistas haciendo alarde de su habilidad con lo que llaman Inteligencia Artificial. La aplicación más popular es Chat GPT, un juego, aparentemente inocente,  que elabora textos a medida sobre lo que le pidamos. El sueño dorado del rincón del vago, ya sea estudiante o periodista. Lo cual demuestra cómo las redes acaban siendo un lugar más para enredar -en el sentido lúdico que lo usamos los asturianos- que para trabajar.

En ese desmedido afán por estar a la última en lo digital, por no quedarnos atrás en el futuro que se nos exige vertiginoso, hemos asumido a pies juntillas que, como vaticinaban los gurús, este iba a ser el año de la Inteligencia Artificial. Así como el pasado fue el del Metaverso de Zuckerberg, otro juego -al menos, por ahora- que ya nos parece una antigualla. Pasados tres meses de este 2023, la IA va por el mismo camino.

Las grandes compañías tecnológicas nos ponen al alcance herramientas para que nos vayamos entrenando. Nos usan como conejillos de Indias para que testeemos sus productos. Vosotros id jugando y de vuestro juego nosotros iremos aprendiendo para crear unas demandas que ya os iremos satisfaciendo.

Como parte de ese juego, la muy interesante newsletter de la Editorial Anagrama nos ofreció hace unos días  un interesante experimento. Una entrevista realizada por la escritora Marta Sanz, que acaba de publicar la novela de ciencia ficción Persianas metálicas bajan de golpe. ¿Con un experto? No. Sanz fue directamente a la fuente y sometió a un cuestionario a la aplicación Chat GPT con la intención de medir sus límites.

Por las respuestas vamos construyendo un perfil del robot entrevistado. «Mi objetivo es ser una herramienta útil y confiable para ti».  «No tengo la capacidad de tener una ideología o prejuicio». «Mi función es analizar y procesar datos de entrada y generar respuestas basadas en esos datos, sin ningún tipo de sesgo o preferencia personal». «Las inteligencias artificiales pueden generar textos literarios (…) Sin embargo, la calidad y el estilo del texto generado dependen en gran medida de la complejidad del modelo de lenguaje utilizado y la cantidad y calidad de los datos disponibles». «No tengo emociones ni conciencia de mí mismo, y mi capacidad se limita a procesar información y proporcionar respuestas basadas en el análisis de datos y patrones de lenguaje». «Como soy una máquina y no tengo la capacidad de leer y actualizar constantemente mi base de conocimiento, mi información sólo se extiende hasta la fecha límite de mi entrenamiento». En suma, todo hace indicar que estamos ante un buscador, como Google, con respuestas un poco más elaboradas.

«Nunca los avances científicos habían sido ofrecidos con tal ‘generosidad’,  prontitud e inmediatez a los usuarios, utilizándonos como auténticos cobayas»

¿Es un paso decisivo hacia la Inteligencia Artificial o simplemente le hemos cambiado el nombre a lo que ya conocíamos? Pese a las limitaciones, se han encendido las voces de alarma. ¿Nos va a poder sustituir en nuestro trabajo? La pasada semana saltaba la noticia de que el sindicato de guionistas de EEUU (WGA) ya negocia con la Alianza de Productores de Cine y Televisión (AMPTP) para definir las reglas con las que se elaborará el contenido intelectual del 2023. Sostienen que cada vez hay un paso más pequeño entre el uso de la IA como herramienta de trabajo y la sustitución del propio trabajador por la herramienta. Ven peligrar sus empleos, por lo que incluso anuncian una huelga si no se prohíbe de inmediato su uso. De llevarse a cabo la amenaza, ¿será capaz Hollywood de sustituir a sus creadores de series y películas con los nuevos robots esquiroles? Y de ser así, ¿con qué estándares de calidad? Es la gran duda.

La falsa promesa del Chat GPT es el título de un ensayo publicado el pasado fin de semana en el New York Times por Noam Chomsky,  junto a  varios colegas lingüistas. Asegura categórico que los programas de IA difieren profundamente de cómo los humanos razonamos y usamos el lenguaje. «Dados los muchos fallos demostrados por  los chatbots -se puede leer- podemos reírnos o llorar por su popularidad».

De que la IA tendrá funciones mucho más útiles  que las de los juegos actuales parece que no hay duda. Bill Gates -parte muy interesada en su desarrollo- ya se encargaba en su blog de vendernos las grandes ventajas. En la salud: prevenir enfermedades en etapas tempranas, lo que podría salvar muchas vidas. En la educación: personalizar el aprendizaje y adaptarse a las necesidades de cada estudiante. En la lucha contra el cambio climático: permitiendo a científicos y políticos tomar decisiones basadas en datos y diseñar soluciones sostenibles.

Bien está todo lo que contribuya a mejorar el bienestar de la humanidad. Pero el propio Gates advierte de que la IA podría disparar problemas que se empezaron a vislumbrar con la digitalización y aún no están resueltos: desprotección de la intimidad, tráfico de datos personales, proliferación de fake news. Problemas éticos y jurídicos, pero también sociales, como la pérdida de empleos y el aumento de las desigualdades.

Nunca los avances científicos habían sido ofrecidos con tal «generosidad»,  prontitud e inmediatez a los usuarios, utilizándonos como auténticos cobayas. El desarrollo tecnológico avanza a una velocidad que nosotros no podemos seguir. Volvemos a caer en la trampa que ya caímos con la digitalización. Dedicar todos nuestros esfuerzos al manejo de las herramientas en detrimento de nuestra función esencial: crear contenido de calidad que no pocas veces se ha visto empobrecido por las nuevas herramientas. Dejemos los experimentos para los ingenieros en sus laboratorios. Y cuando tengan listos sus instrumentos ya veremos si nos son de utilidad o no.

El prestigioso semanario británico The Economist encabeza su newsletter diaria con el siguiente texto: «The best of our journalism, handpicked each day» («Lo mejor de nuestro periodismo seleccionado manualmente cada día»). No se trata de ninguna fantasía porque la mayoría de los boletines de prensa ya se elaboran de forma mecánica. ¿Acabaremos por poner un certificado de calidad a nuestras noticias, como lo hacemos con los alimentos? Este artículo ha sido elaborado de forma natural, exclusivamente por una mente humana, sin aditivos ni conservantes. Cien por cien Inteligencia Natural.

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