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‘Last Stop Larrimah’: morir entre amigos

El documental de HBO llega a Netflix y cuenta una historia que nos recuerda a ‘Fargo’

‘Last Stop Larrimah’: morir entre amigos

Imagen promocional del documental. | Netflix

En 2008, Baz Luhrmann estrenó Australia. Fue un intento fallido por dejar un registro épico sobre un país del que aún sabemos muy poco, al menos cinematográficamente hablando. No es casualidad que, cada vez que lo mencionan, pensamos en Cocodrilo Dundee (Peter Faiman, 1986) y el cazacocodrilos Steve Irwin. Entonces, Luhrmann, con todo su barroquismo conocido, se lanzó en su ambicioso proyecto que incluía a dos grandes estrellas de Hollywood: Nicole Kidman y Hugh Jackman. 

Sin embargo, la película fracasó. Al menos en lo que respecta a su impacto. Apenas consiguió una nominación al Oscar y en un renglón menor: mejor diseño de vestuario. La taquilla internacional y el mercado doméstico sirvieron para maquillar las cifras de una producción que costó 130 millones de dólares y que apenas pudo recaudar un tercio (44,3 millones de dólares) en Estados Unidos y Canadá, en los primeros cinco fines de semana.

Pero Australia, en cuanto a fotografía, dejó una serie de escenas realmente hermosas y algunos combates delirantes. Si Estados Unidos se ha enorgullecido de la virilidad que dejó el Viejo Oeste, la película de Luhrmann intentaba hacer algo parecido, rescatando —y exagerando claro está— la historia de un país parida a punta de puños, cabalgatas y alcohol. Las imágenes del tráiler, si no la has visto, dan una idea:

Pues bien, el documental Last Stop Larrimah, que recién se estrenó en Netflix, es todo lo contrario al trabajo de Luhrmann. Thomas Tancred, un productor y director de casting, se lanza a la conquista de la Australia profunda, aquella que desconfía de los extraños que andan con una cámara en mano, fisgoneando y que le cierra la puerta a la policía, así estén investigando la muerte de un amigo.

Last Stop Larrimah cuenta la historia de un pueblo formado por apenas 11 excéntricos residentes. Cuando uno de ellos desaparece, la verdadera personalidad de estos ciudadanos sale a flote. No se trata de un documental sobre una investigación —que lo es—, sino de un registro de un pueblo que alguna vez tuvo cierta notoriedad como peaje obligatorio en cualquier viaje y hoy lucha por no desaparecer. Se dice muy bien durante el metraje: «Larrimah no está en el medio de la nada, está en el medio de todo».

Decía que el documental de Tancred es todo lo contrario a la película de Luhrmann porque muestra la decadencia y los problemas que Australia presenta en sus lugares más recónditos; con personas que viven en tráilers como en las películas de terror y con paisajes que más que exóticos, lucen como cementerios de cuerpos que nunca se hallarán. Para tener una idea, la naturaleza en Last Stop Larrimah se acerca más a Las colinas tienen ojos (Wes Craven, 1977), que al paradisíaco país descrito por Luhrmann.

No obstante, es injusto decir que Last Stop Larrimah, que se estrenó primero en HBO, no tiene belleza. Una vez que te familiarizas con cada una de las personas que pasan por el lente de Tancred y su material de archivo, incluso con el incómodo Paddy Moriarty, te involucras en sus preocupaciones. De hecho, es probable que muchos espectadores lamenten el destino de estos habitantes.

Pueblo chico…

¿Cómo puede desaparecer un hombre en un pueblo de 11 habitantes sin que haya testigos? Esta podría ser la premisa para una nueva temporada de True Detective, The Sinner o Mindhunter. Sin embargo, la manera tan rocambolesca como se dan los hechos, que incluyen una divertida discusión por un pastel del carne, acerca más lo sucedido a Fargo que a las series noir. Hay tanto humor negro en todo este documental, la mayoría de veces sin proponérselo, que se convierte en un material adictivo. 

Sin embargo, cuando la investigación obliga a revisar lo sucedido, el documental se va oscureciendo hasta que el cierre deja un sinsabor por cierta inoperancia policial y desinterés de los involucrados en que lo supuesto —el culpable— evolucione hacia un verdadero juicio. Entonces, al final, Last Stop Larrimah queda como un registro sobre las relaciones humanas y los límites que nos pueden llevar a ser víctimas o victimarios.

En este olvidado pueblo todos son sospechosos. ¿Por qué lo son? Porque hablan con naturalidad sobre sus virtudes y defectos frente a la cámara. Todos hemos escuchado aquello de «pueblo chico, infierno grande». Probablemente esto se explica porque las bajezas no tardan en explotar en espacios tan próximos. Y, aburridos por una inercia que insufla esa cercanía y sobre todo por el abuso del alcohol, el chisme se corporiza y las enemistades florecen. Al final, lo curioso de Last Stop Larrimah es que en ese paraje tan lejano, en ese lugar que parece olvidado por el paso del tiempo, se libra una batalla que ocupa a la humanidad desde los primeros tiempos: la lucha por la civilidad, que en el fondo no es más que la lucha por la evolución.

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