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El infierno de la futbolista Sara Björk por ser madre en Francia no podría ocurrir en España

Todo empezó con unos impagos, después llegó a sentir que era algo «negativo» ser madre. Las futbolistas en España están protegidas por el convenio colectivo

El infierno de la futbolista Sara Björk por ser madre en Francia no podría ocurrir en España

La futbolista Sara Björk, durante su etapa en el Olympique de Lyon. | Europa Press

Tendría que haber sido el momento más feliz de su vida, pero se convirtió en un infierno. Es lo que se desprende de la carta publicada recientemente por la futbolista islandesa Sara Björk en The Players Tribune, titulada Lo que pasó cuando me quedé embarazada. Su anterior club, el Olympique de Lyon, ocho veces campeón de la Women’s Champions League, acababa de ser condenado a indemnizarla por impagos durante su embarazo. Sin embargo, esta historia va mucho más allá de pagos no realizados, es el relato de una experiencia traumática en el seno de uno de los equipos más laureados de la historia del fútbol femenino. Un relato con mucho impacto, que ha traspasado fronteras y que ha sacudido el ecosistema mundial del fútbol. Una carta que, además, ha generado una gran discusión sobre la igualdad en este deporte.

Su embarazo llegó por sorpresa en marzo de 2021: «Le dije a mi novio, Árni, que me estaba retrasando un poco, pero pensé que pronto comenzaría mi periodo. Me preguntó si quería hacerme una prueba, pero yo dije: ‘No, no, no, lo siento’. Pasó otro día y dijimos: ‘Okay, esto es raro’. Así que esa noche, cuando llegué a casa después del entrenamiento, me hice una prueba. Se supone que debes esperar dos minutos, pero en uno estaban los resultados: dos líneas azules. Definitivamente, estaba embarazada». Entonces, lo primero que apareció fue la felicidad. Inmediatamente después, la preocupación: «Mierda. ¿Cómo va a reaccionar el equipo ante esto?».

Al principio, lo llevó en secreto, pero no pudo evitar preocuparse por su salud y la del bebé que estaba esperando, por lo que acudió al médico del club, que la apoyó desde el minuto uno. Siguió entrenando con normalidad, pero llegado un punto debía revelar su estado a sus compañeras, a su entrenador, al staff en general. «Estábamos sentados en el vestuario, todo el equipo. […] Y solo dije que me había estado sintiendo mal las últimas semanas porque ‘sí… Estoy embarazada’. Fue divertido ver sus reacciones porque algunos de ellos estaban muy sorprendidos. Creo que hubo muchas emociones encontradas: cuando una jugadora dice que está embarazada, es un momento especial, pero también viene con algunas incógnitas». Después de aquello, llegó su infierno. El club le permitió irse a casa, a Islandia, a pasar el resto de su embarazo y a dar a luz a su bebé. Allí, rodeada de su familia, se sintió aliviada, aunque lo peor estaba por llegar.

Así fue el infierno de Sara Björk en el Olympique de Lyon

Todo empezó con unos pagos que no llegaron. No estaba recibiendo su salario. Pensaba que sería un error, pero cuando vio que aquello se repetía y que sus compañeras sí estaban recibiendo el dinero, empezó a preocuparse. Se puso en contacto con el club, pero no hubo respuesta. De hecho, el club en ningún momento se puso en contacto con ella para saber qué tal iba el embarazo, o para asesorarla en el entrenamiento que ella sola había decidido llevar a cabo durante el mismo, consciente de que ser futbolista después de dar a luz era un esfuerzo extra y de que debía permanecer en forma.

Al tercer mes de impagos, el club finalmente contestó, diciendo que le pagarían por esos tres meses no pagados, pero que no recibiría nada más. Se escudaban en la ley francesa, aunque ella estaba desconcertada. Lo cierto es que la FIFA ya había dictaminado que había que seguir pagando a una jugadora si se quedaba embarazada, pero el Olympique de Lyon decidió hacer oídos sordos. Tiempo después, una vez la jugadora estaba fuera del club –ahora milita en la liga italiana, en la Juventus–, la FIFA sentenció que el club debía indemnizarla.

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Sara Björk jugando un partido de Champions con su actual equipo, la Juventus de Turín. | Foto: Europa Press

Más allá de los impagos, Sara decidió volver a jugar una vez había dado a luz. Cuando se reincorporó a las filas del Olympique de Lyon ya nada fue lo mismo. El club le dio la bienvenida, claro. Las palabras de Sonia Bompastor, que ocupaba el cargo de entrenadora del Lyon desde poco después de que Sara anunciara que estaba embarazada, fueron: «Estamos muy felices de reencontrarnos contigo y estamos muy orgullosos de ti». Lo que poca gente sabía entonces es que la jugadora estaba ya inmersa en una batalla por recibir lo que era suyo: su salario.

Después llegó la hostilidad. Le hicieron «sentir que era algo negativo que tuviera un bebé», según relata ella misma. «Los entrenadores, incluida Sonia, me habían asegurado que me ayudarían y lucharían por mí para conseguir todo lo que necesitara. Sin embargo, me decían todo tipo de cosas, como que no llevara a mi bebé conmigo en los viajes. Dijeron que era porque podría molestar a las jugadoras en el autobús o en el avión si lloraba todo el camino. Negué con la cabeza y les dije que no firmaría nada de eso. Esto fue cuando todavía estaba amamantando, y el bebé era tan pequeño y tan dependiente de mí… Si no cedían en esto, no podría asistir a los partidos fuera de casa». Al final, optó por dejar el club.

Un caso que no podría darse en España

El Convenio Colectivo de Jugadoras Profesionales de Fútbol Femenino, firmado en marzo de 2021 por la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) y la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), buscaba poner fin a las desigualdades salariales y laborales entre hombres y mujeres en el fútbol español. Con estas medidas, se esperaba que las jugadoras pudieran disfrutar de las mismas oportunidades y beneficios que sus contrapartes masculinas, permitiéndoles competir en igualdad de condiciones y alcanzar su máximo potencial en su carrera.

Entre las medidas de este convenio histórico, están el establecimiento de un salario mínimo para las jugadoras de 12.000 euros anuales y, lo que nos atañe en este caso, la garantía de las bajas de maternidad remuneradas. Es por eso que en España no podría ocurrir lo que pasó a Sara Björk no podría ocurrirle en España. No, al menos, desde la firma del convenio colectivo.

El convenio actual garantiza que las jugadoras puedan tomarse un tiempo de descanso remunerado antes y después de dar a luz, lo que permite a las futbolistas dedicar tiempo a su recuperación física y emocional, así como a su rol de madre, sin preocuparse por su salario. El convenio establece una baja de maternidad remunerada de 16 semanas, de las cuales seis semanas son obligatorias y 10 son opcionales. Durante el periodo de baja, las jugadoras reciben el 100% de su salario. Algo que a nivel social nos parece obvio y evidente –las bajas por maternidad no son algo de antes de ayer–, pero que hasta hace unos años no era común ver en los vestuarios femeninos.

Lo que ha hecho este convenio –mejorable, eso sí, y de esa lucha hablaremos en estas páginas– es garantizar que la maternidad sea una opción factible para las futbolistas. Ya tenemos varios ejemplos de esto en nuestra liga, la Liga F: María de Alharilla, del Levante, o Marta Corredera, del Real Madrid, son solo dos casos. La primera, que además ejerce como capitana de su equipo, ya ha regresado al terreno de juego tras su maternidad. Un paso más para normalizar la maternidad también en el deporte rey.

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