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Economía

Taxonomía del millonario hortera: por sus caprichos los conoceréis

Con los escándalos de Medina y Ros Casares calientes, una clasificación de las subastas del sector del lujo en 2021 muestra las últimas tendencias del despilfarro

Taxonomía del millonario hortera: por sus caprichos los conoceréis

Animales disecados incautados en Betérea (Valencia). | EFE/Guardia Civil

Cuenta la leyenda que, en una de sus juergas parisinas, Francis Scott Fitzgerald le dijo a Ernest Hemingway: «Los ricos son diferentes de nosotros», a lo que este respondió: «Sí, ellos tienen más dinero». De acuerdo. Pero reconozcamos que, entre el deslumbramiento algo baboso de uno y el desdén bastante cipotudo del otro… algo hay. Los ricos siempre nos han dado morbo. Y los inmensamente ricos directamente nos fascinan. A partir de determinadas cantidades, son raros, muy raros, casi de otra especie. Por lo menos, a nuestros efectos. O, como diría el filósofo, desde nuestra perspectiva, que se ha visto golpeada por varios escándalos con plus de extravagancia millonaria.

El más destacado, el de los 15 coches de lujo, el yate y las vacaciones marbellíes de Luis Medina y su socio Alberto Luceño a cuenta de unas mas(demasiado)carillas anticovid. Pero también la selva de animales disecados que se le ha encabritado a Francisco Ros Casares, rey del acero, con el elefante del Rey Emérito aún humeando en el imaginario colectivo. Y para rematar, además, se une a la fiesta un clásico, Marbella, con una sentencia absolutoria al embalsamador de cámara de Juan Antonio Roca, ese personaje que tenía un cuadro de Miró en el cuarto de baño (¿alguna conexión cuántica entre el apellido, la función y el arte?). Más allá de la esfera nacional, los despilfarros de los oligarcas rusos, pródigos en yates y equipos de fútbol, parecen hacer menos gracia desde lo de Ucrania.

Empalmamos crisis financiera, pandemia, guerra, lo que se tercie… Y ahí siguen. Pero antes de continuar con la descripción del espécimen, conviene aislarlo del tronco común. El hortera es una subespecie muy concreta del millonario. Como ya explicó Miguel Ors con detalle y matices, necesitamos a los ricos aunque la envidia nos sugiera lo contrario. Y, afortunadamente, en nuestro país todavía tenemos unos cuantos. Bastantes, de hecho. Según The Wealth Report 2022, de la consultora inmobiliaria internacional Knight Frank, España se encuentra entre los 15 países del mundo con mayor número de residentes con grandes patrimonios. En concreto, ocupa la decimoprimera posición de su ránking, con un total de 11.685 grandes fortunas en su territorio, un 12% más que en 2020. El informe también señala el vino y el arte contemporáneo como los principales activos de inversión de lujo en España en este año. 

Pero, a efectos de este reportaje, llama especialmente la atención un apéndice que puede servirnos como puerta de entrada al ecosistema de la subespecie del millonario hortera: el Record breaking auction items top best sellers list.  Andrew Shirley, coordinador del informe, ha elegido una selección de las ventas «más caras e interesantes» de un 2021 que, dice, «vio algunas inversiones de lujo estelares –e incluso interestelares– en un rango de categorías más amplio que nunca consumarse bajo el martillo de las mayores casas de subastas del mundo». Veamos.

Lidera la lista, la venta por Sotheby’s de la primera impresión de la Constitución de EEUU. 43.2 millones de dólares, récord mundial en libros, manuscritos, documentos históricos o textos impresos en general. En tiempos de tentaciones totalitarias y populistas, no parece mala idea la exaltación de la ley fundadora de la democracia moderna. Pero, así entre nosotros, se puede leer gratis en Internet…

En seguida, en la modalidad Fast and financed, aparecen los coches, tótem imbatible de poderío en nuestro imaginario contemporáneo. Un McLaren F1 de 1995 en un «estado de cápsula del tiempo2 (sic) con «solo» (también sic) 390 kilómetros hechos –o sea, de segunda mano, al fin y al cabo– se fue solo (este es mío) hasta los 20,5 millones de dólares. Gooding & Company al volante de la venta. 

A continuación, el arte, claro. La sección «Pretty picture» es para un Picasso, Femme assise près d’une fenêtre (Marie-Thérèse), que Christie’s colocó por 103.4 millones en mayo. La misma casa gana también la curiosa categoría de diamantes, al parecer muy fructífera en estas lides: una piedra de carbón aplastado hasta adquirir un bonito color entre rosa y púrpura se vendió en Hong Kong por 29,3 millones. 

La modalidad «Gold standard» nos deleita con un homenaje a la avaricia propia del tío Gilito: Sotheby’s hizo tintinear la moneda de oro Double Eagle de 1933, la última acuñada en este material por la ceca estadounidense que un particular puede adquirir legalmente, por 18.9 millones. Muy a la americana también, Bonhams’ remató el Colt que usó Pat Garrett para matar a Billy el niño en seis millones, y Sotheby’s hizo lo propio por millón y medio con lo más parecido a su equivalente posmoderno, las zapatillas Nike Air Ships que Michael Jordan gastó en sus primeros partidos en la NBA.

Pistola de Billy ‘El Niño’ vendida por 6 millones de dólares. | Bonhams’

Más tranquila se antoja la épica del sofá de acero inoxidable de 1993 de Ron Arad que Phillips vendió en Londres (imposible en otro sitio, reconozcamos) por 1,2 millones de libras (totalmente) esterlinas, of course. Mientras, a Christie’s una piedra le daba 525.000 libras; en concreto, un trozo de un meteorito de 4.500 millones de años caído en la provincia china de Xinjiang.

Finalmente, en el apartado de complementos que usted no se puede permitir, aparecen un reloj de pulsera de Philippe Dufour, récord para un relojero independiente con los 5,2 millones de dólares que le sacó Phillips, la misma casa que vendió un collar con una esmeralda de caerse para atrás y 120 diamantes por un millón, y un bolso Hermès Black Togo Birkin 35 que se colgó de su icónico hombro la mismísima Jane Birkin, rematado en 119.000 libras en Bonhams’. 

¿Cómo se le ha quedado el cuerpo? Tampoco es para tanto. Al fin y al cabo, Luis Medina ha puesto las cosas en su sitio con esa frase que, me da a mí, se ha grabado para siempre en nuestro (bastante) inconsciente colectivo: «Yo me gasto mi dinero en lo que me da la gana». Piedra angular de nuestras democracias liberales, semejante apotegma nos libra de delirios colectivistas que no solo acechan, sino que suceden ahora mismo en países como China, Venezuela, Corea del Norte, Cuba… El problema está en las formas, que se cruzan de manera inexorable con el fondo. Si, en general, la mujer del César no solo tiene que ser honrada sino parecerlo, en tiempos de pandemia no digamos. Si se adquiere el dinero con una actividad relacionada con dicha pandemia, más. Incluso podría decirse que, si uno es aristócrata, la raíz “aristos” de su adjetivo existencial debería instarle a desarrollar una actitud más ejemplarizante (pero la vigencia de ese concepto, y su pretensión de permanencia genética, es una cuestión peliaguda que merece un análisis más profundo). 

Un tocayo de Hemingway, el académico Ernest Lockridge, explica en Twentieth Century Interpretations of the Great Gatsby, que cuando publicó Suave es la noche, Francis Scott Fitzgerald «esperaba que los críticos la saludaran como su mejor novela, y unos pocos así lo hicieron, pero en 1934 la depresión llevaba ya cinco años (…) Buena parte de los críticos tildaron Suave es la noche, una excelente novela, como un tipo de chic más bien irritante. No se vendió». En ciertos momentos, la excentricidad no cuela. Por muy chic que uno sea.

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