THE OBJECTIVE
La otra cara del dinero

Blanco (IEF): «Hemos perdido la conciencia de que legislar incide en los comportamientos»

El director general del Instituto de la Empresa Familiar defiende en esta entrevista la libertad de Ferrovial para irse de España y se sorprende de la reacción del Gobierno

Blanco (IEF): «Hemos perdido la conciencia de que legislar incide en los comportamientos»

José Luis Blanco, director general ejecutivo del Instituto de la Empresa Familiar, en un momento de la entrevista en The Objective. | Carmen Suárez

«Ayer mismo», dice José Luis Blanco, «el presidente del Instituto de la Empresa Familiar (IEF) y del grupo de ingeniería Sener, Andrés Sendagorta, me comentaba: si nuestros padres vieran cómo son hoy las compañías que ellos fundaron…».

Blanco es abogado. Su trayectoria ha estado vinculada a grandes despachos (Garrigues, Cuatrecasas, Latham & Watkins) y siempre centrada en el ámbito de las fusiones y adquisiciones. Ha intervenido en buena parte de las operaciones de Repsol en Brasil y Argentina, en la compra de Applus por Carlyle o en la integración de las embotelladoras de Coca-Cola. Desde 2020 es director general ejecutivo del IEF y coincide con Sendagorta en que «vivimos indiscutiblemente el mejor momento histórico de la empresa española».

Todo arranca con la incorporación a la Comunidad Económica Europea en 1986.

Nadie daba en aquel momento ni un duro por las compañías españolas. ¿Cómo iba a plantar cara un hatajo de negocios familiares a las poderosas multinacionales? «Pero», dice Blanco, «frente a quienes podían sentirse acomplejados ante los americanos, los alemanes o los franceses, un grupo de empresarios dijo: nosotros no solo tenemos capacidad de seguir vendiendo en España, sino de vender en Estados Unidos, en Alemania y en Francia».

Eran el núcleo del IEF y el tiempo les ha dado la razón.

«Cuando los Daurella fundan [en 1951] Cobega, el primer embotellador de Coca-Cola en España», recuerda Blanco, «el territorio que se le concede es el comprendido entre los ríos Llobregat y Besós y entre el Tibidabo y el Mediterráneo. Hoy esa familia lidera Europacific Partners, el embotellador más importante de Coca-Cola».

Los españoles hemos sido capaces de introducirnos en sectores que parecían patrimonio de los franceses o los italianos, como la perfumería y la moda.

«Puig es una marca de talla mundial. ¿Y cuántas veces habíamos oído decir que la industria del textil estaba muerta en Europa? Pues aparece un señor [Amancio Ortega] no ya en el paseo de la Castellana ni en la avenida Diagonal, sino en La Coruña y dice: yo creo en un modelo distinto».

Contamos, en fin, con un puñado de ingenierías y constructoras que están entre las mejores del planeta.

«Lejos de refugiarse en su nicho local, han impulsado, como Acciona, un proceso de transformación» que las ha mantenido en vanguardia. «Todo es mejorable y no digo que haya que estar todos los días de celebración», concluye Blanco, «pero cuesta entender determinados discursos catastrofistas».

Pregunta.- Si todo es tan fantástico, ¿por qué se va Ferrovial?

Respuesta.– Yo no soy portavoz de Ferrovial, pero me gustaría poner las cosas un poco en contexto. Ferrovial ha elevado a sus accionistas la propuesta de una fusión inversa transnacional [la absorción de la matriz española por su filial neerlandesa]. No ha lanzado una soflama o firmado un manifiesto. Ha planteado una actuación tasada y prescrita en la Ley de Sociedades de Capital y la ha difundido de conformidad con lo que en ella se dice.

A mí me encantaría que Ferrovial hubiera considerado que su futuro encaja en España, pero, dicho esto, tampoco es que vaya a evaporarse. Únicamente considera que, en su nueva fase de crecimiento, encontrará una mejor calidad de vida social en los Países Bajos, donde dispondrá de un mecanismo que permite que sus acciones puedan contratarse indistintamente en las bolsas de Nueva York y de Madrid.

Es una decisión estrictamente técnica. No caigamos en la dramatización. Tomemos ejemplo de la CNMV, que ha dicho: oye, vamos a ver si resolvemos esa cuestión técnica de la cotización en dos mercados.

P.- ¿No se puede cotizar en Nueva York desde Madrid?

R.- Se ha hecho históricamente a través de unas figuras que se llaman american depositary receipts o ADR, que son unos recibos en los que un depositario americano da fe de que existen esas acciones. Pero las acciones en sí no cotizan.

P.- ¿Y eso es tan importante?

R.- Si uno quiere formar parte de los grandes índices internacionales [como el S&P o el Dow Jones], con ADR no puede. Necesita que sus acciones coticen, y eso afecta a la cantidad de dinero que fluye a la compañía. Son tecnicismos aburridos que no interesan a nadie, pero que me parece a mí que son los que han tenido más peso en la decisión de Ferrovial.

«Ojalá Ferrovial no se fuera, pero la grandeza de nuestro ordenamiento es que si desea irse, puede hacerlo»

P.- ¿Cuántos recursos adicionales supone para Ferrovial que sus acciones formen parte de esos grandes índices?

R.- No tengo capacidad para decírselo, pero imagine que es usted un gran inversor institucional y quiere entrar en España. Para diversificar riesgo, busca un índice de referencia, que en nuestro caso es el Ibex. Por eso las compañías españolas tienen tanto interés en incorporarse al Ibex, porque saltan a un nivel que les permite captar la atención de los inversores institucionales.

Y lo mismo reza para Estados Unidos. Si no estás en el Dow Jones o en el S&P, solo te ven los que miran a tu mercado originario. Pero si te incluyen en ellos, el señor que dice, oye, quiero comprar infraestructuras americanas, ¿qué tengo? Pues, mira, resulta que entre las que están allí figura Ferrovial, y eso hace que esta tenga más dinero a su disposición.

P.- El Gobierno dice que Ferrovial se va porque así paga menos impuestos.

R.- Todo el mundo ha puesto el foco en los aspectos fiscales porque parece que solo ahí está el dinero. Nadie ha reparado en las ventajas del derecho societario holandés, en cómo se defiende una compañía en caso de opas hostiles o en cómo puede organizarse. Y ese es otro elemento donde también se da competencia entre jurisdicciones. Las hay más flexibles que otras, ojo, no digo mejores ni peores, digo más flexibles. Holanda siempre ha tenido una tradición de flexibilidad que afecta también a la tributación, los famosos tax rulings.

«Lo que hay que valorar ahora es qué podemos hacer no ya para que Ferrovial reconsidere su decisión, sino para evitar que otras firmas trasladen su sede»

P.- ¿Qué son los tax rulings?

R.- Acuerdos a los que llegas con la Administración y que te permiten disipar dudas en materia de impuestos. Cuando una empresa decide poner en marcha una operación en los Países Bajos, le dice a Hacienda: mire, yo voy a hacer esto y esto, y mis expectativas son estas y estas. ¿Cómo me va a tratar usted? ¿Cómo voy a tributar? Todo es perfectamente legal, por supuesto, pero hay áreas sujetas a interpretación y lo que te proporciona ese tax ruling, más que una ventaja, es certidumbre.

Este tipo de cosas han hecho de los Países Bajos una plataforma muy atractiva. Para una firma cotizada no hay nada peor que encontrarse con sorpresas derivadas de contingencias tributarias. En España disponemos de mecanismos similares [las consultas vinculantes] y lo que hay que ver es si somos capaces de operarlos con el mismo grado de eficiencia.

P.- Pero en la decisión de Ferrovial han influido también las ventajas fiscales. En España, la repatriación de dividendos no está totalmente exenta, como en los Países Bajos.

R.- Es absolutamente legítimo que el Parlamento español decidiera gravar en 2021 el 5% de los beneficios que se obtienen en el exterior, pero eso tiene consecuencias. Hemos perdido un poco la conciencia de que legislar incide en los comportamientos. Los efectos indeseados existen y hay que corregirlos y, sobre todo, calibrarlos antes.

«Toda esa demonización de los empresarios, ¿qué sentido tiene? No endurece la presión fiscal, pero crea igualmente un clima hostil a la inversión»

P.- ¿Y ve usted una generalización de esas iniciativas con efectos indeseados? ¿Se está convirtiendo España en un infierno fiscal?

R.- España ha realizado un esfuerzo enorme para convertirse en un lugar acogedor para la inversión. Para las entidades de tenencia de valores extranjeros (ETVE) habíamos creado un modelo tan eficiente o más que Holanda, que por desgracia ha perdido atractivo al modificar el tratamiento de los dividendos. Pero no creo que debamos fustigarnos. Somos la cuarta economía de la zona euro y tenemos un enorme potencial. Aunque no nos faltan problemas estructurales, ¿a quién no le faltan? Italia los tiene, la propia Alemania los tiene. Se nos han puesto los ojos como platos cuando hemos comprobado su dependencia de la energía rusa, pero eso no quita para que sea un país extraordinario.

¿Qué sensación tengo yo? Pues que es absurdo que penalicemos ese gran potencial que tenemos con discursos extremos, que no tienen sustancia, pero marcan tono. Por ejemplo, toda esa demonización de los empresarios, incluso con nombres y apellidos, ¿qué sentido tiene? Eso no mejora la recaudación y, sin embargo, crea un clima hostil.

«Si Ferrovial no ha pagado sociedades desde 2020 será porque no le corresponde. ¿Qué tiene que hacer? ¿Pagarlo aunque no le corresponda? Por favor»

P.- ¿Y no se acabaría con estas disputas si la UE armonizara la tributación?

R.- La uniformidad es deseable, porque Europa necesita integración. Pero mientras llega, no debemos ignorar que las decisiones, por legítimas y respetables que sean, tienen consecuencias. No se puede estar a las duras y no a las maduras.

P.- Al Gobierno le ha molestado que se cuestione la seguridad jurídica de España.

R.- La seguridad jurídica emana de nuestra Constitución, la garantizan nuestros tribunales y está encajada en el ámbito normativo de la UE, de la que somos miembros. El problema no es tanto la seguridad jurídica, como la calidad normativa.

P.- ¿A qué se refiere?

R.- No sé si estamos legislando con todas las cautelas que establece nuestro proceso legislativo, como los dictámenes del Consejo de Estado y de otros expertos. El legislador debe tener en mente el interés general, pero ese interés general debe partir del conocimiento de la realidad, y mi pregunta es: ¿estamos haciendo lo posible para conocer cuáles van a ser los efectos de las normas que redactamos? Deberíamos mantener una actitud dialogante. Si se va a regular en materia de hidrocarburos o de transporte marítimo no digo que haya que hacer lo que digan las energéticas y las navieras, pero sí que es bueno escucharlas.

«Vivimos el mejor momento histórico de la empresa española. No digo que haya que estar todos los días de celebración, pero cuesta entender ciertos discursos catastrofistas»

P.- Ese respeto de cautelas, ¿era así antes y ha dejado de serlo con el Gobierno actual?

R.- Ha habido momentos mejores y me parece que es un reto que tenemos. Y déjeme añadir que el debate político no está ayudando. Ha alimentado un clima de desconfianza que genera restricciones operativas y hace que, por ejemplo, la adjudicación de los fondos Next Generation se vea erizada de dificultades procedimentales.

P.- En la Moncloa dicen que Ferrovial no les informó con la debida antelación.

R.- Es que no podía. Vamos a ver, o nos tomamos en serio nuestra legislación o no nos la tomamos. Ferrovial no ha convocado una rueda de prensa para decir: me voy de aquí. Ha puesto en marcha un proceso de fusión y, como es una sociedad cotizada y se trata de un hecho relevante, debe difundirlo de modo que todos los accionistas se enteren a la vez y nadie se aproveche para operar. ¿Que alguien ha podido pensar que deberían habérselo contado antes? Es posible, pero lo siento, no se puede.

La respuesta del Gobierno ha sido inadecuada, pero entiendo que todos tenemos un mal día y ahora lo positivo es valorar qué aspectos técnicos se pueden solventar, no ya para que Ferrovial reconsidere su decisión, sino para ayudar a que otras compañías que compartan su ambición no necesiten trasladar su sede.

«Si uno quiere formar parte de los grandes índices internacionales, con ADR no puede. Necesitas que tus acciones coticen, y eso afecta a la cantidad de dinero que captas»

P.- Se refiere a la posibilidad de que pueda cotizarse en Wall Street sin necesidad de irse fuera, como va a estudiar la CNMV. ¿Qué más habría que hacer?

R.- Fundamentalmente, cambiar el clima. Es algo que disuade a los inversores.

P.- Muchos comentaristas subrayan que España ha entrado en la deriva propia de una república bolivariana.

R.- Primero, no somos una república, somos una monarquía constitucional y, segundo, estamos anclados en la Unión Europea. Lo que hay que evitar son comportamientos que nos puedan asimilar a esas repúblicas bolivarianas.

P.- ¿Como las declaraciones de la ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra?

R.- Lo que estamos viviendo es una estrategia basada en la dialéctica amigo-enemigo. No creo que haya muchos lectores de Carl Schmitt o de Ernesto Laclau en este Gobierno. Me da más bien la impresión de que son repetidores de consignas, pero entrar en ese tipo de dinámicas es jugar al aprendiz de brujo. Aparte de que no me parece muy consecuente insultar a alguien y, cuando este sale de tu ámbito, volverlo a insultar.

«No somos una república bolivariana, pero hay que evitar ciertos comportamientos que nos pueden asimilar a una república bolivariana»

P.- ¿A qué se refiere?

R.- Hombre, si piensas que el empresario es un ser demoníaco, lo lógico es que, cuando se vaya, le tiendas un puente de plata, pero por lo visto ni con eso no basta.

P.- Si levantamos barreras a la salida de capitales, otros países nos imitarán y nos cargaremos el mercado común.

R.- Absolutamente. Otra cosa es que nuestra ambición como ciudadanos sea que España se convierta en un destino querido por todos. Mi reflexión es un poco: ojalá Ferrovial no se fuera, pero la grandeza de nuestro ordenamiento es que si Ferrovial desea irse, puede hacerlo. Y de eso tendríamos que estar todos agradecidos.

P.- No me ha respondido a si España es un infierno fiscal…

R.- No voy a calificar España de infierno fiscal después de decir que es indispensable rebajar el tono. Otra cosa es proponer que se revise nuestra fiscalidad para potenciar el crecimiento y captar inversiones. Es una opción política. Un Gobierno puede pensar que es importante que la tributación sea alta, pero eso tiene consecuencias. Lo que no comparto es que se llame fascista o capitalista despiadado a quien señala esas consecuencias. Esa búsqueda del enemigo interior es inquietante. Cuando alguien que ocupa cargos institucionales que nos representan a todos profiere esas descalificaciones, entramos en una senda preocupante.

«Si piensas que el empresario es un ser demoníaco, lo lógico es que, cuando se vaya, le tiendas un puente de plata, pero por lo visto ni con eso no basta»

P.- ¿Han recibido otras grandes empresas llamadas del Gobierno en las que se les insta a no abandonar España?

R.- No me consta, pero tampoco creo que haga falta.

P.- Sánchez ha dado a entender que Rafael del Pino no es un patriota…

R.- No es el tono.

P.- A Ferrovial se le reprocha que se ha adjudicado 1.000 millones en contratos del Estado en la era Sánchez.

R.- A Ferrovial nadie le ha dado ese dinero para que se lo meta en el bolsillo, sino para que construya un túnel, una autopista, una obra pública, lo que sea. ¿Está alguien diciendo que esas licitaciones eran improcedentes y que el Estado ha pagado a cambio de nada? Son afirmaciones insustanciales.

«Es absolutamente legítimo que el Parlamento español decidiera gravar en 2021 el 5% de los beneficios que se obtienen en el exterior, pero eso tiene consecuencias»

P.- Ferrovial tampoco paga Sociedades desde 2020.

R.- Desconozco los detalles, pero probablemente sea porque no ha generado beneficios en España o porque está aplicando bases imponibles negativas de ejercicios anteriores. Si no ha pagado el impuesto de sociedades, será porque no le corresponde. ¿Qué tiene que hacer? ¿Pagarlo aunque no le corresponda? Por favor…

P.- ¿Podría paralizar el Gobierno la salida de Ferrovial? Sigue vigente el decreto antiopa aprobado durante el confinamiento.

R. Se trata de una normativa de carácter extraordinario y exorbitado, porque supone una excepción temporal a uno de los principios vertebradores de la Unión Europea, como es la libertad de circulación de capital, trabajo y mercancías. El decreto se concibió para preservar la españolidad de las compañías, pero la operación de Ferrovial es una reestructuración interna. Los accionistas no cambian. No hay una irrupción de alguien nuevo… No me parece de recibo que nos pongamos a disparar contra alguien que simplemente ejerce sus derechos. Creo que este tema, quizá por el momento político, se ha gestionado mal por parte de las instituciones, porque el mensaje debería ser: oye, vamos a corregir lo que tengamos que corregir, vamos a ver lo que hay que hacer, y ya hablaremos. Y para nada de eso hace falta descalificar a nadie.

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