THE OBJECTIVE
Teresa Viejo

Los ofrecidos

El pueblo gallego es el que mejor compadrea con la muerte. En principio la nombra. Luego la venera, la invoca, juega con ella el escondite; la invita a orujos y queimadas, o la reza antes de dormir.

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Los ofrecidos

El pueblo gallego es el que mejor compadrea con la muerte. En principio la nombra. Luego la venera, la invoca, juega con ella el escondite; la invita a orujos y queimadas, o la reza antes de dormir.

La idea de meterse ahí sugiere claustrofobia, como rondar la antesala de la muerte, por más que la celebración en honor a Santa Marta aspire a convertirse en un homenaje a la vida. Por mucho que no exista tapa y el cuerpo limite al norte con el cielo, no deja de ser un ataúd donde van las personas que se veían, tiempo atrás, sin salud y bajo tierra; ahora encajonadas bajo una solanera del demonio y con un cortejo igual al de la exaltación del bivalvo. Así festejan en esta fiesta pontevedresa haber ganado a la parca, afanándose una prórroga esta vez, dado que es sabido quien se lleva a la postre la partida.

El pueblo gallego es, de todos los que conviven en este trozo de mundo llamado España, el que mejor compadrea con la muerte. En principio la nombra, que ya es un avance, porque nos pasamos la vida empleando eufemismos para aludir a lo que toca al final de ella, inexorablemente. Luego la venera, la invoca, juega con ella el escondite; la invita a orujos y queimadas, o la reza antes de dormir. La siente libre en cada ola que rompe en su costa o agazapada entre las sombras de sus bosques.

Quizá deberíamos aprender a perderle el respeto como primer paso a no tenerle miedo.

Dicen los que mueren en paz -con la cartilla de las cuentas pendientes cumplimentada y las deudas saldadas- que no hay que temer al último tránsito y el único modo que se me ocurre es mirar de frente y después añadir algo de ironía al asunto. Sin duda, parece más fácil para quien se marcha ligero de equipaje que para los que se quedan añorándole. En este sentido parece un acierto hacerse el muerto y observar sonreír a quienes te hubieran llorado.

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