THE OBJECTIVE
Gemma Bargues

Prostitutas de guerra

Puedes llamarlas si quieres “mujeres de confort”, si te van los eufemismos, o también “esclavas sexuales” o “putas forzadas”, porque viene a ser lo mismo. Se trata de las más de 200.000 mujeres coreanas que, durante la Segunda Guerra Mundial, fueron usadas como presas sexuales por los combatientes japoneses durante su ocupación. Auténticos héroes de guerra, sí señor. Es natural, como hombres, que tuvieran sus necesidades.

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Prostitutas de guerra

Puedes llamarlas si quieres “mujeres de confort”, si te van los eufemismos, o también “esclavas sexuales” o “putas forzadas”, porque viene a ser lo mismo. Se trata de las más de 200.000 mujeres coreanas que, durante la Segunda Guerra Mundial, fueron usadas como presas sexuales por los combatientes japoneses durante su ocupación. Auténticos héroes de guerra, sí señor. Es natural, como hombres, que tuvieran sus necesidades.

Ahora, 70 años después, el gobierno de Japón pide perdón, cabeza gacha, y se compromete a indemnizar con mil millones de yenes (unos 7,6 millones de euros) al gobierno surcoreano para que ayude a estas chicas que tuvieron que soportar todo tipo de vejaciones sexuales. Solo 46 de ellas están vivas a día de hoy. ¿Se zanja así uno de los temas que más ha enfrentado a Corea del Sur y Japón? Todo apunta a que no y a que, en realidad, detrás de este acuerdo está Estados Unidos asomando la colita y presionando a Japón por el bien de sus intereses políticos y estratégicos.

Con ese dinero, la idea es crear un fondo de ayuda a estas prostitutas de guerra. Veremos qué pasa con esta segunda disculpa porque ya en 1993 Japón emitió una declaración histórica expresando «sinceras disculpas y arrepentimiento» a las mujeres. Pero eso, nada de nada.

Ahora, el 28 de diciembre de 2015, pase lo que pase con esos mil millones de yenes, será un día histórico para un colectivo de mujeres que jamás tuvieron cuerpo, ni alma. Ellos, los héroes, se lo arrebataban a base de violaciones sin descanso. En concreto, un total de 100 hombres diarios debían atender estas mujeres, dedicándole solo 3 minutos a cada uno, menos de la mitad del tiempo que se requiere para una cópula normal, de media, digo.

Cuando por fin se quedaban a solas al final del día, y pasados ya esos 100 hombres entre sus piernas, debían soportar el dolor de mirarse al espejo y no reconocerse. El dolor de desgarro físico terminaba siendo el menor de sus males y la muerte, para muchas, un alivio.

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