THE OBJECTIVE
Lea Vélez

El hecho y su ficción

Quería escribir sobre las redes. Sobre la influencia constante, invisible, de gota china, que tienen en mi percepción de la vida. Sobre la impercepción, (déjenme inventar el vocablo) que es una mezcla entre impermeabilidad y percepción de de un hecho real.

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El hecho y su ficción

Quería escribir sobre las redes. Sobre la influencia constante, invisible, de gota china, que tienen en mi percepción de la vida. Sobre la impercepción, (déjenme inventar el vocablo) que es una mezcla entre impermeabilidad y percepción de de un hecho real. Quería explorar cómo Facebook o Instagram inundan el mundo de las emociones, sustituyendo a la ficción desde el mismo lugar que un libro, una serie de televisión, permitiéndonos el desahogo de habitación acolchada donde gritar y patalear para sentir nuestra propia existencia mientras somos a un tiempo contenido y personaje, lector y escritor. Me habría gustado hablar de su condición de colchón contra el dolor de no tener tiempo para vivir, o de vivir en la duda de si hago bien o mal lo que quiera que haga: decisiones laborales, educar a mis hijos, darles oportunidades. La red es red elástica contra la caída, escudo protector en momentos dolorosos que no muestro ni a mis amigos más próximos -porque en las redes, contra lo que muchos puedan pensar, no cuento cosas tremendas que me están sucediendo. La red es bálsamo para encontrar personas y opiniones de apoyo y también es, lo sabemos perfectamente, una falsa ventana al mundo. ¿Pero es falsa? ¿Acaso es falsa la ficción?

Quería escribir sobre el hecho de que, en realidad, cualquier ventana al mundo es falsa, si nos ponemos así, pero es intensamente real, si la consideramos un retrato del alma, porque existe también el alma colectiva. Un círculo independentista elabora constantemente, como la avispa que liba celulosa para construir su refugio, las ficciones necesarias para esbozar las maldades, cuernos y colmillos del enemigo común; el círculo españolista hace lo contrario, que es exactamente lo mismo, es el negativo de la foto, de la misma foto de la misma alma humana. El círculo izquierdista es indoloro a las maldades, cuernos y colmillos de propios simpatizantes izquierdistas para aglutinar los apoyos que en muchas ocasiones convierten en verdad la frase “el fin justifica los medios”, otras no. Muchas no. Los círculos derechistas se unen para reafirmarse en la maldad de los inmigrantes o en la abundancia de aviesas mujeres que denuncian a sus indefensos maridos por malos tratos para conseguir custodias de hijos bellos e inocentes. ¿Cuándo son mentiras las mentiras y cuándo son ficciones las ficciones? ¿Cuando las personas de cualquier círculo son conscientes de que la ficción es propaganda necesaria para alcanzar el poder y ganar la batalla personal “de nuestro bien contra tu mal” y pisotean los derechos del pacto que hemos hecho entre todos o antes? ¿Cuánto tiempo antes? ¿En el prólogo de la ficción? ¿En el primer capítulo? ¿En qué momento se pierde el remordimiento?

Y podría haber hablado de esto. De las redes, de su poder narrativo, de cómo son las venas que irrigan cada círculo, cada populismo, cada miedo a través de las mentiras humanas, las pequeñas realidades, los ingredientes mixtos que forman esta gran novela de nuestro tiempo que pasamos con el dedo.

Yo querría haber hablado del poder de la ficción como propaganda emocional, que arraiga en los corazones a través de rostros de amigos que cuentan mentiras convencidos de que son verdad, y que sin convencernos, algo nos convencen porque nos afectan en la emoción subconsciente… pero hoy solo puedo sentir el poder de la realidad. El poder demoledor del impacto de un hecho objetivo.

Hoy, el único hecho real, es que han asesinado a una mujer por ser mujer. Miro en mi interior. Me impacta. Me duele. Me hace sentir compasión. Me da rabia. Pienso en el dolor, la incredulidad, el mazazo, el horror.

Padres, madres, hijas, sentimos lo mismo ante ese hecho y sin embargo, no sentimos la esencia de lo que se siente de verdad cuando es nuestra hija, nuestra hermana, nuestra madre. Aquí, en este sentimiento virtual, que existe sin redes, con redes, con bandera o sin ella, es donde empieza la ficción. Seamos conscientes de su poder para no usarla como demagogia, ni como mentira, ni como relato. Pensemos un momento, solo un momento en lo que no es aún nuestra apropiación indebida del hecho real.

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