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Victoria Carvajal

Pasar por el aro

«¿Será Bruselas la que imponga los términos del ineludible ajuste? El Gobierno ha de pasar por el aro si quiere recibir la ayuda»

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Pasar por el aro

Cabalar | EFE

Ya puede el Gobierno seguir presumiendo de que es el más progresista de toda la UE o su ministro Garzón reivindicar la figura de Lenin y el vigor y actualidad del comunismo, el devastador panorama al que se enfrenta la economía española le obliga a guardar en el cajón del olvido el programa que pactaron a principios de año PSOE y Unidas Podemos para gobernar en coalición. Es quizás el único efecto colateral positivo del drama sanitario, social y económico que ha causado el Covid-19 en nuestro país: la renuncia del Ejecutivo a las medidas estrella de su programa que despertaron los recelos de Bruselas y de la gran mayoría de los agentes económicos. La necesidad de recibir la ayuda de la Unión Europea, hasta 150.000 millones de euros, para hacer frente al hundimiento del PIB y el colosal aumento del déficit y la deuda públicos previstos, obliga a un replanteamiento de la política económica que permita reducir el impacto social de la crisis y acortar su duración. El pragmatismo se ha de imponer a la ideología y el consenso, al frentismo. ¿Será el dúo Sánchez e Iglesias capaz de hacerlo?

De ahí el alivio con que muchos ven la condicionalidad que impondrá Bruselas a Madrid para recibir los fondos de reconstrucción. Un alivio que refleja la desconfianza de gran parte de la sociedad hacia las instituciones. El Gobierno no ha tenido más remedio que decir adiós a la derogación de la reforma laboral, a la subida del IRPF a los ricos y a la implantación de las tasas Google y Tobin. Su política de gasto se ha visto también desbordada por las necesidades sociales que dicta la asoladora realidad. Y aunque el Ejecutivo trate de atribuirse la autoría de las grandes medidas adoptadas desde el estallido de la crisis, como la Renta Mínima Vital o los ERTEs, la realidad es que estas han sido pactadas por todos y de haber alguna autora, esta sería la ministra Fátima Báñez (PP) en el caso de estos últimos. Teniendo en cuenta que España además sigue administrada por los presupuestos de Cristóbal Montoro, la acción económica del Gobierno PSOE-UP se desdibuja irremediablemente.

De ahí la importancia de cobran las declaraciones del gobernador del Banco de España en estos últimos días. La institución, que es el mayor servicio de estudios económicos del país, conoce a fondo la realidad de la situación económica y su voz es clave para marcar la senda de la recuperación. La independencia del banco central le confiere una autoridad de la que ahora mismo carecen otras instituciones, ya sea porque se han visto colonizadas por el poder o porque están divididas en bloques irreconciliables. 

En la Comisión para la Reconstrucción del Congreso, Pablo Hernández de Cos avaló las políticas de gasto aprobadas por la mayoría parlamentaria. No hay otra alternativa que gastar y sostener las rentas para evitar el hundimiento de la economía, pero esta respuesta debe ser temporal y estar bien diseñada, alejada de cualquier tentación populista. Para salir del agujero fiscal en el que se adentra España, que tenía ya el mayor déficit pre-Covid de la eurozona y tiene una alta dependencia de los ingresos por el turismo, el sector más golpeado por la crisis, el gobernador pide un gran pacto de consolidación fiscal a medio plazo que se prolongue durante varias legislaturas para así dar credibilidad a nuestras finanzas públicas y evitar una nueva crisis de la deuda que encarezca nuestra financiación y condene eternamente a su pago a futuras generaciones. 

Un pacto de este calado es además necesario para recibir la ansiada ayuda del fondo de reconstrucción europeo, cuyo montante y características los 27 apenas han comenzado a negociar. ¡Qué suerte que la presidencia de turno de la UE recaiga este semestre en la Alemania de Merkel! La canciller es, junto con el presidente francés, la gran impulsora de la ayuda solidaria europea a los países más afectados por la pandemia, con Italia y España a la cabeza, que se baraja puede ascender a los 750.000 millones de euros, una cifra insólita en la historia de la integración económica de la Unión. En este sentido, es una buena noticia el principio de acuerdo alcanzado entre el Gobierno y los agentes sociales para pactar un plan de rescate de la economía. Esas son las credenciales que necesita España presentar a Europa.

La otra gran pata de actuación sería poner en marcha las reformas estructurales, aplazadas una y otra legislatura. Desde la aprobación de una ambiciosa reforma fiscal o la revisión de los mecanismos de reestructuración de la deuda de las empresas, pasando por la necesidad de innovar con medidas laborales como la mochila austríaca que permitan atajar la dualidad del mercado o enmendar de una vez a la estructura de las administraciones públicas para reducir su ineficacia y su gasto. Si no se hacen en esta crisis, ¿cuándo? Hernández de Cos pide además que se haga una evaluación permanente de los daños económicos y que estos estén disponibles para la “comunidad evaluadora” y así poder actuar lo más rápidamente posible. 

La búsqueda del consenso, la transparencia, la rendición de cuentas y la puesta en marcha de las aplazadas reformas. Son las líneas de actuación sobre las que debe pivotar la acción de Gobierno. La gestión de la crisis del coronavirus no sienta el mejor de los precedentes.. En su ausencia, ¿será Bruselas la que imponga los términos del ineludible ajuste? El Gobierno ha de pasar por el aro si quiere recibir la ayuda. En su mano está presentarse como el forjador de los acuerdos y las reformas o como la víctima de las desaprensivas políticas europeas. Una postura esta última que adoptaron irresponsablemente algunos gobiernos en la anterior crisis financiera, que extendió la desafección al proyecto europeo y allanó el acceso al poder de los populismos que hoy a izquierda y derecha amenazan a las democracias liberales. Se avecinan tiempos inciertos, que pondrán a prueba la solidez de la alianza de Sánchez e Iglesias, que se debatirá entre dar la talla institucionalmente ante Bruselas o sucumbir a la tentación de dar una respuesta populista a la desesperanza económica.  La independencia del Banco de España, tan incómoda siempre para el poder, es más importante que nunca para guiarnos por el tortuoso camino que nos espera.

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