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Ferran Caballero

Libertaz

«La victoria de Ayuso es populista, dicen, y dicen bien en el sentido muy claro que es una victoria de los prejuicios del pueblo en contra de los intereses y los miedos y las presuntas responsabilidades de los dirigentes»

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Libertaz

David Mudarra | PP | EFE

Ha ganado la libertaz y han perdido los metafísicos. Y habrá que esperar que nuestros políticos hayan aprendido, de una vez por todas, a cuidarse muy mucho de citar a Kant, porque cada vez que aparece este hombre en campaña electoral es el presagio de un ridículo. Lo hicieron hace años ya, pero tampoco tantos, Albert Rivera y Pablo Iglesias, que se vieron obligados a presumir de títulos que no conocían de un filósofo que les sonaba y lo hizo Gabilondo usando a Kant como medio (¿será esto ético?) para darle algo de autoridad a las palabras de Iván Redondo. Han perdido los filósofos de twitter que aplaudían esta burda prostitución del grandísimo (y yo que me alegro, sobre todo por el pobre Kant) y demás metafísicos que se han pasado media campaña preguntándose cómo se atrevía la señora Ayuso a hablar en nombre de la libertad si la libertad no es de nadie y es cosa compleja el definirla y no hay que confundirla con el libertinaje y todas esas cosas.

Pero mientras el metafísico presume de saber de verdad de la buena lo que es la libertad y el filósofo discute sobre qué será eso, el gobernante democrático tiene la obligación (el deber ¿diría Kant?) de defender al menos esas libertades concretas y precarias y siempre a medio definir y a medio comprender a las que llamamos o llamábamos libertades civiles. Y parece que Ayuso ha sido la gobernante que más en serio se ha tomado este deber en el último año en España y parece que los madrileños han entendido muy bien a qué se refería cuando les hablaba de libertaz. A pesar, permítanme la maldaz, de sus muchos intentos de la presidenta por definirla. Porque parecía un chiste pero es muy real la libertad de ir a Madrid a pasarlo bien y a ustedes ya me entienden y si te he visto no me acuerdo. Porque hay una libertad muy concreta y muy poquita cosa pero que tiene que ver con esto, con no encontrarse con tu ex lo que sea cada vez que sales a la calle y que tiene que ver con la vida de las grandes ciudades y que no se encuentra en los pequeños pueblos. Como hay una libertad que tiene que ver con ir a tomar una caña, con pasear ¡solas y borrachas! cuando se pone el sol y que Ayuso ha defendido mejor y más desacomplejadamente que cualquier otro político. 

La victoria de Ayuso es populista, dicen, y dicen bien en el sentido muy claro que es una victoria de los prejuicios del pueblo en contra de los intereses y los miedos y las presuntas responsabilidades de los dirigentes. A favor de Ayuso ha jugado el hecho de que los ciudadanos hagan cada día y desde hace un año un cálculo utilitarista, y que nos perdonen de nuevo Kant y los kantianos, que es siempre precario y aproximado y no es nunca exacto y que por eso no lo enmiendan las gráficas de Tezanos y que pone en la balanza esas cosas de las que los políticos (aunque parezca mentira) no se atreven a hablar. 

Dijo Ayuso que ella era la derecha o el liberalismo alegre y algo de razón tenía y algo de razón le han dado. La libertad que ha ganado es, claro está, la libertad liberal de bajar impuestos y todas esas cosas pero ha sido también la libertad de tomarse unas cañas y pasarlo bien. Liberalismo alegre, digamos. Vendía libertad frente al gobierno que más ha limitado los libertades fundamentales en toda la historia democrática de este país. Y vendía alegría después de un año muy duro para algunos y pesadísimo para los demás afortunados y frente a una oposición que está todo el día fingiendo tristeza y preocupación y que lo más que tenía para ofrecer a los madrileños eran psicólogos y política de cuidados, que ya no sé qué querrá decir pero que pinta a más dolor y más recogimiento. 

La sorpresa no es que haya ganado. La sorpresa es que tantos metafísicos creyesen que podía perder.

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