THE OBJECTIVE
Alfonso Basallo

Una «china» en el zapato del mundo

«Francis Fukuyama le ha reconocido al historiador Tom Holland que la hegemonía global de China y el éxito del capitalismo de Estado pone en cuestión ‘El fin de la historia’»

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Una «china» en el zapato del mundo

Ezreal Zhang | Unsplash

En enero de este año, en el que el Partido Comunista chino cumple un siglo, Xi Jinping subió al atril del mundo mundial -el Foro de Davos-; presumió de que China ha sido «la única economía que ha crecido en mitad de la pandemia»; e hizo un anuncio, orbi et orbe, ante los líderes del planeta: «el mundo ya no será como antes».

Suena a frase de villano de James Bond, pero su parecido con la realidad, esta vez, no es mera coincidencia. No parece utópico que en 2049 pueda producirse el sorpasso en la hegemonía global y que Pekín tome el relevo de Washington. Al menos es lo que pretende Xi, y la fecha fijada tampoco es mera coincidencia: 2049 es el cien aniversario del triunfo de Mao Tse Tung en la guerra civil y el final del Siglo de la Humillación sufrida por el gigante asiático desde la guerra del opio.

El relevo en la hegemonía ya lo anticipaba Financial Times, en una portada histórica, de 2014: «Si en 1872, la economía norteamericana había sobrepasado a la del Imperio Británico y daba comienzo a su hegemonía; en 2014, era China la que comenzaba la suya». Pero no hablamos solo de sorpasso económico, sino de liderazgo mundial.

Lo cual rompe o, al menos, empaña la teoría del fin de la historia, formulada por Francis Fukuyama tras la caída del Muro, en 1989, según la cual, con el fin de la Guerra Fría se imponían las democracias liberales en el mundo. El propio Fukuyama le ha dicho al historiador Tom Holland, en una entrevista publicada por The Spectator. que si China finalmente impone su modelo a nivel global quedaría refutada su teoría. Y la Arcadia democrática seguirá estando amenazada… como de costumbre.

La pregunta es si hay razones para temerlo. Apuntemos seis.

1. Por primera vez, una dictadura comunista es exitosa y eficaz. La URSS cayó por derribo, en la Europa del Este nada funcionaba, Cuba es una ruina. Con China es distinto. El extraño coctel (capitalismo en lo económico, comunismo en lo político) ha funcionado. Mientras el resto de grandes economías se estancan, la china ha crecido un 18’3% interanual el primer trimestre, la mayor subida en 30 años. Es la fábrica del mundo, domina la exportaciones mundiales, y todo indica que puede superar a la economía de EE.UU. mucho antes de lo previsto.

2. Comunismo… pero peculiar. Esta versión del marxismo se ha adaptado como un guante a la cultura e idiosincrasia chinas. Fukuyama explica que se trata de «una mezcla de marxismo, leninismo, con la cultura tradicional china». Lo define como «socialismo con características chinas» El peso del confucionismo es muy importante, como ha señalado expresamente Xi Jinping.

El leninismo es un ingrediente esencial, en la medida en que subraya la unidad del Partido Comunista y el control férreo sobre la sociedad;  pero se basa en la cultura confuciana: la concepción jerárquica de la sociedad; la docilidad que propugna del ciudadano con respecto al poder; la necesidad de primar lo colectivo por encima del individuo; y la seguridad y el orden por encima de la libertad.

3. Gigante tecnológico. China ya perdió en el siglo XIX el tren de la revolución industrial; y no quiere que suceda lo mismo con la tecnología en el siglo XXI; es más  aspira a comerle el terreno a EE.UU, con el proyecto Made in China 2025. Xi Jinping anunció en su momento que pretende gastar 150 billones de dólares para liderar el área de la tecnología a nivel global para 2030. Quiere demostrar que China es una potencia tecnológica y no simplemente el gran proveedor de ropa barata. Y para ello ha puesto el foco en la revolución digital, a través de la inteligencia artificial y las redes 5G., así como en la biotecnología. Ya es el país que más patentes genera en ciencias de la computación e inteligencia artificial; y ya se gradúan cinco veces más estudiantes STEM (acrónimo en inglés de Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) que en Estados Unidos.

4. Potencia demogáfica.- Tienen un activo elemental del que adolece Occidente: el empuje demográfico. China es mucha chino porque hay muchos chinos: 1.400 millones, aunque la natalidad sufriera un fuerte parón, con la política del hijo único. Para mediados de siglo, la Unión Europea solo representará un 5% de la población mundial, mientras que China representará un 18%.

5. Xi Jinping, émulo de Mao.-  Nada tiene que ver Xi Jinping con sus antecesores: desde que llegó a la cúpula del PC, en 2012, eliminó a sus rivales; controló férreamente el Partido; y en 2018 suprimió los límites al mandato presidencial a fin de perpetuarse en el poder. Todo ello unido a su desafío expreso a Occidente, y el culto a la personalidad -se ha creado un Pensamiento de Xi Jinping-, le convierten en un émulo del Gran Timonel.  Xi acumula tanto poder como Mao; ni Hu Jintao ni Jiang Zemin llegaron tan lejos.La prensa china lo llama «líder del pueblo» (lingxiu en chino). Y líder encierra una semántica muy concreta: conducator en rumano; führer en alemán…

El mismo dirigente que presume en el Foro de Davos de la eficacia china, aplasta la disidencia, persigue a los musulmanes en Xijiang o a los cristianos, y justifica la represión de Tiannamen (1989). Como recuerda The Economist, Xi Jinping lamenta que la Unión Soviética se derrumbó porque sus líderes no eran «lo suficientemente hombres para levantarse y resistir» en el momento crítico. «Para lo cual decía: a diferencia de nosotros, ellos no tuvieron las agallas para masacrar a manifestantes desarmados con ametralladoras».

6. La batalla del relato.- El régimen de Pekín está teniendo la habilidad de dar otra vuelta de tuerca al viejo «relato» soviético de lo muy decadente que era el mundo occidental. Como apunta The Economist, los medios estatales de China se encargan de caricaturizar a  «Estados Unidos como una tierra de disturbios raciales y masacres con armas de fuego. La alternativa al gobierno de partido único, sugieren, es el caos». La propaganda de Xi Jinping se centra en mostrar la efectividad del régimen frente al declive de Norteamérica o la Unión Europea.

El pulso entre Pekín y Occidente no parece que se vaya a librar en el terreno militar -no le interesa a China, a pesar del despliegue naval en el Indo-Pacífico- sino en el narrativo. Y esta batalla no se entabla con barcos y aviones sino con medios de comunicación, películas y redes sociales.

7. Occidente haría mal en subestimar a China y a Xi.- Lo peor que puede hacer Occidente es subestimar a China. En 2007 Niall Ferguson acuñó el concepto de Chimerica en The Wall Street Journal para describir el nuevo orden mundial, en el que China aceptaba el papel secundario en el liderazgo internacional. No contaba con Xi Jinping, y su sueño hegemónico. Y que, a diferencia, de las democracias de Occidente, el líder chino carece de tres cosas: contrapesos, escrúpulos y complejos.

 

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