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Pilar Marcos

Mascarillas mágicas y estudio COSMO-Spain

«La seguridad psicológica que Sánchez pretendió vender con sus mágicas mascarillas navideñas se ha topado con la nueva ola de miedo»

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Mascarillas mágicas y estudio COSMO-Spain

Estatua de don Quijote, con mascarilla, frente a la casa natal de Cervantes en Alcalá de Henares (Madrid). | EFE

El miércoles, horas antes de que el presidente del Gobierno anunciara la obligatoriedad de llevar mascarilla por la calle como medida mágica contra el avance de la variante ómicron, tuve que hacer un largo trayecto en coche por el centro de Madrid. A ojo, fui contando cuántos, antes de la medida coercitiva de Pedro Sánchez, ya llevaban mascarilla por la calle sin ser obligatorio, sin que hubiera aglomeraciones destacables, y sin que nadie hubiera justificado de forma razonable su utilidad en espacios abiertos. Eran inmensa mayoría: cuatro de cada cinco ahí, tres de cada cuatro un poco más allá, la pareja que cruza la calle justo delante del coche…

¿El motivo? Según la burlona interpretación de un amigo, es que la mascarilla es un sustituto de la bufanda. Otra explicación más respetuosa con las decisiones de la gente podría ser que, en estos días de compras y en calles céntricas, puede resultar más cómodo para algunas personas llevarla todo el tiempo que andar con la mascarilla de quita y pon al entrar en las tiendas. Una y otra son explicaciones fake. El motivo real por el que tanta gente llevaba mascarilla por la calle antes incluso de la obligación dictada por el presidente Pedro Sánchez se explica en tres palabras: ‘por si acaso’. ¿Por si acaso, qué? Por si acaso, el miedo.

Sánchez, nuestro Houdini de la política, va poco por la calle. Él viaja en Falcon

Sánchez, nuestro Houdini de la política, va poco por la calle. Él viaja en Falcon. Pero no le faltan asesores para explicarle qué respalda la gente y qué no. Aunque esta vez le pillaron disfrazando el temor humano de expertos científicos. 

El jueves, al día siguiente de su solemne decisión de decretar mascarillas por la calle como medida eficacísima para frenar la expansión de la variante ómicron, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, justificó esta última arbitrariedad gubernamental en un estudio de expertos científicos. Había que encontrar quiénes serían esos científicos que validaban la utilidad del imponer el tapabocas al aire libre, y en ausencia de aglomeraciones, para evitar contagios. Esa noche, Vicente Vallés se lo contó a los espectadores del telediario de Antena 3: el estudio de expertos científicos era una encuesta. ¿Acaso los demóscopos no son expertos científicos? 

El respaldo científico de Sánchez para taparnos la boca, también por la calle, es la novena ronda del Estudio COSMO-Spain, que elabora el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), y que empezó a publicar con periodicidad bimensual en agosto del año pasado: «El estudio COSMO-Spain lleva evaluando desde mayo de 2020 distintos aspectos sobre los conocimientos, la percepción de riesgo, las prácticas y la fatiga pandémica de la población, y publica cada dos meses los resultados de cada ronda de la encuesta«.

Los resultados completos del estudio al que se refiere el Gobierno no estaban ayer disponibles en la página web del ISCIII

El trabajo de campo de esta novena ronda se realizó entre el 30 de noviembre y el 13 de diciembre, es decir, en los días en los que empezábamos a tomar conciencia de que había una nueva variante de la covid de la que acababan de alertar las autoridades sudafricanas; una mutación que la OMS la había bautizado como ómicron avisando de su «preocupación» por la rapidez con la que parecía contagiarse. Sorprendentemente, los resultados completos de esa novena ronda del COSMO gubernamental no estaban ayer disponibles en la página web del ISCIII. Tampoco los de las anteriores, por comparar. Lo impedía un aparente problema técnico: «aplicación en mantenimiento«.

Pero con la nota de prensa basta para entender la medida científica de Sánchez. Resulta que, entre las críticas a su gestión de la pandemia, crece -según esa novena ronda del estudio de opinión- el número de personas que consideran que fue prematuro el levantamiento de dos restricciones clave: las limitaciones al ocio nocturno y el uso de las mascarillas en exteriores. Pues si eso es lo que deseáis, eso es lo que tendréis. Como en las ranas pidiendo rey.

Y es que la obligación de llevar mascarilla al aire libre es un ejemplo paradigmático de una arbitrariedad que exhibe dos mensajes tan inútiles para la vida como políticamente aprovechables. El más banal: que los gobiernos gobiernan porque toman medidas, da igual qué medidas. Y el más letal: que los gobiernos empatizan con los más temerosos de sus potenciales votantes, y respaldan a golpe de decreto decisiones tribales sustentadas en el miedo. Se derrocha seguridad psicológica para contrarrestar toneladas de inseguridad real.

El problema es que la seguridad psicológica que Sánchez pretendió vender con sus mágicas mascarillas navideñas se ha topado con que la nueva ola de miedo (por inseguridad real) ha desatado un brusco y furibundo rechazo a todo lo que se había aceptado obedientemente, o incluso se había aplaudido con sincera esperanza, durante estos dos años de pandemia. 

Empieza a expandirse la opinión (eso en lo que Sánchez basa sus científicas decisiones) de que nada ha valido de nada. Y del rechazo que ese pesimista clima de opinión despierta, ni Sánchez, nuestro Houdini del siglo XXI, va a poder escapar. Por ser precisos, ni él ni ningún otro mago del ilusionismo como oferta política y la oquedad como compromiso de gobierno.

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