THE OBJECTIVE
Cristina Casabón

España de 'restaurant' y zulo

«Antes quería ser periodista pero ahora prefiero ser como la Preysler y casarme con un premio Nobel»

Opinión
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España de ‘restaurant’ y zulo

Francisco Umbral. | Europa Press

Estaría bien que en España los burócratas en lugar de decirnos vuelva usted mañana nos dieran abrazos. Un abrazo a todos los que tienen que pagar los autónomos, a los que tenemos que pagar cada vez más facturas y multas, el precio desorbitado de los alimentos y la gasolina, y los propios sueldos de los funcionarios. Una trabaja para pagar facturas y multas de circulación y aparcamiento. En realidad parte de mi sueldo contribuye al sueldo de unas señoras antipáticas que van por Madrid poniendo multas. Como decía Valle-Inclán, deberían iniciarse en la «noble Doctrina del Karma» y dejar de vivir de la ruina ajena. 

Me voy a una terraza de esas que ocupan varios espacios de aparcamiento a escribir el artículo, ya me conformo con no acabar en la cárcel cuando me declare insolvente. He descubierto que el españolito, aunque tenga que trabajar los domingos para pagar las facturas, ni habla de sus problemas financieros ni se queja de las multas de aparcamiento. Somos descendientes del señorito, preferimos hacer como los dependientes de las tiendas de Amancio Ortega, ir con aires de millonario y ser como camaleón en la fiesta del lujo ajeno.

Es más, el currante, el obrero, en este país también tiene aires de marqués. Si puede se pasa por el restaurant y come de menú a diario. Veo la última polémica de esta semana. Alguien ha descubierto la puerta del servicio en los pisos antiguos de Madrid, y El País, como copia todas las modas americanas, hablaba en un reportaje del «lado oscuro del edificio», que en New York lo llaman poor door. «Son todavía muy habituales en zonas como el barrio de Salamanca en Madrid y en la zona alta de Barcelona». Algunas, de los setenta y ochenta están «definidas por cierto gusto aspiracional». Como vemos, con Franco no se acabó el gusto aspiracional de la burguesía, porque nuestra clase media continuó, en los setenta y los ochenta siendo pequeñoburguesa y de derechas, viviendo con el servicio en casa. Las señoras de clase media se han pasado toda la transición mimetizando a las altas damas de sociedad que salen en el ¡Hola!

Quedan restos de esa España como de estrellas de cine en nuestros edificios y pisos con dos puertas, aunque muchos ahora se parten por la mitad y se convierten en dos «apartamentos», porque el precio del metro cuadrado está por las nubes. Atrás queda el glamour de esas clases medias que han tenido una vida de película, con sus fiestas, sus misas y sus confiterías. En realidad envidio el ritmo de vida de esas señoras y he heredado eso del gusto aspiracional de las lectoras del ¡Hola!. Antes quería ser periodista pero ahora prefiero ser como la Preysler y casarme con un premio Nobel.

Umbral escribió que paradójicamente «Franco hizo la revolución burguesa que no había hecho España». Estas cosas hoy no se pueden decir. Ahora, además de fingir que uno anda siempre sobrado de dinero tiene que decir que el socialismo nos hace más  justos y solidarios. El gusto aspiracional ha sido sustituido por el igualitarismo. Quizás se pueda decir que en la «España toque de spleen neoconsumista» de Suárez se vivía mejor, por no decir aquello de que con Franco se vivía mejor. La UCD, decía Umbrales, «es un partido sin base porque España, toda España, la España de boutique y apartamento, es su base y peana». Esa España de Suárez tuvo una vida digna, y el apartamento propio es su base. La base de nuestra España socialista sería el zulo sin puerta de servicio o el banco del parque, porque quizás un día acabaremos ahí con nuestros bártulos.

Sí, yo puedo quedarme sin comer en el restaurant para pagar las facturas, pero soy solidaria y no exijo esa penitencia para mi país. Porque los españoles somos de buen comer, es casi una religión. El ritual de la comida con mantel de cuadros, las sobremesas que terminan a las cinco de la tarde. Uno acababa siempre en la sobremesa comentando lo mal que pagan los periódicos, pero es que esta profesión es muy burguesa. Paco Umbral decía que los del Café Gijón no cenaban porque estaban cocinando artículos o contemplando la cena del señor de la otra mesa, así que el asunto viene de lejos. El periodista acaba haciendo de todo para sobrevivir, es normal que uno acabe siendo costumbrista, muy realista y de derechas y que tenga un aire aspiracional. Cualquier cosa menos pobre. Ahora que la comunista en el gobierno vive en un piso de 443 m² es un buen momento para salir a hacer la revolución anticomunista, pero los españoles no quieren molestarse. Prefieren comida con mantel de cuadros y pagar religiosamente impuestos. Lo más sensato es hacerse funcionario y vivir en el paraíso del vuelva usted mañana, porque la otra opción que nos queda es tener un padrino o un querido en el Partido socialista que dice ser obrero y español.

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