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Jorge Freire

Cruz de navajas

«Vieja es la relación entre las navajas y los héroes. Los del Dos de Mayo eran básicamente chulos madrileños armados con utensilios de cocina»

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Cruz de navajas

Navaja. | Igor Bispo / Unplash

Vicente, un valenciano de mediana edad, estaba viendo la tele con su esposa cuando oyó ruidos en la calle. Se asomó a la ventana y vio a dos hombres empujando a una mujer. Sin pensárselo dos veces, bajó a defenderla. Los dos tipos lo brearon a palos y le cosieron el cuerpo a puñaladas.

Vieja es la relación entre las navajas y los héroes. Los del Dos de Mayo eran básicamente chulos madrileños armados con utensilios de cocina. El espontáneo heroísmo de Vicente recuerda al del majo goyesco, pero difiere en su relación con el metal. Hoy, ser un héroe es salir de casa para que te claven un cuchillo.

Que no abunden los vicentes es lo razonable. El héroe es, a juicio de Rousseau, como un metal precioso cuyo valor consiste en su rareza. ¿Mentía cuando afirmaba que un pueblo de héroes solo podría llevar al declive? Cierto es que hoy, desdibujada su esencia, es héroe todo aquel que se juega el pellejo por su causa. Como decía el padre de familia en la inolvidable escena de Los Soprano: «En esta casa, Cristóbal Colón es un héroe porque lo digo yo».

Hoy, desdibujada su esencia, es héroe todo aquel que se juega el pellejo por su causa

Héroes son, a mi juicio, los chicos de Ego non, que plantan cara al matonismo abertzale. Pero héroe fue para no poca gente, durante no poco tiempo, el mozalbete de caserío que defendía el honor de ser euskaldún a golpe de pistola. Conque, bien mirado, no es mala noticia que de un tiempo a esta parte los héroes sean atletas y futbolistas.

¿Es Vicente un héroe? Eso dicen en la tele. Pero el héroe ya no es ejemplo a seguir, sino materia de entretenimiento. Lo encontramos en la final de Roland Garros y en la película de Marvel, donde no solo no lleva capa sino que encima cuenta chistes. En tiempos de monarcas constitucionales, que rigen pero no gobiernan, quien quiera ver héroes shakesperianos que vaya al teatro.

Ya no conmemoramos gestas a emular, sino fechas luctuosas y hechos a no repetir

Dicen que vivimos una era posheroica. Imposible es que las estadísticas de destrucción y los drones infundan aliento épico. Como escribió Jünger, ya no se cae: se causa baja. ¿Quién, en la época de los bodycounts querría morir por su patria? Ya no conmemoramos gestas a emular, sino fechas luctuosas y hechos a no repetir. No hay historia, sino memoria. Y al heroísmo de Vicente, como actitud supererrogatoria, le corresponde la ingratitud y el olvido.

Vicente fue noticia hace una semana y no he vuelto a saber de él. Mejor así. Según Hegel, nadie es un héroe para su ayuda de cámara. Si le cambias las botas y le ayudas a acostarse, no puede parecerte sublime. Si te responde en Twitter, todavía menos. ¿Por qué Suárez fue el héroe de la transición? Porque los españoles sabían poco de él. Por eso yo quiero saber lo mínimo de Vicente. Un héroe.

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