THE OBJECTIVE
Luis Antonio de Villena

Gays, lesbianas 'et alii': resplandores y sombra

«Ahora mismo, publicar un libro de tema gay o lésbico es mucho más difícil que hace veinte años. Lo que no es ir mejor, sino al contrario»

Opinión
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Gays, lesbianas ‘et alii’: resplandores y sombra

Bandera del arcoiris. | Katie Rainbow | Unplash

Acaso el término»orgullo» no sea el adecuado. No hay orgullo en ser gay ni en ser heterosexual, es una natural condición de la plural naturaleza humana, pero sí es altamente cierto que, si el feminismo lucha con ardor por recobrar u obtener lo que se negó a las mujeres solamente por serlo, a lesbianas y a gays se nos debe más, porque históricamente hemos sido mucho más preteridos, violentados y execrados, tienen pues -tenemos- mucho más que reivindicar. Por eso no orgullo, acaso, pero sí alta y noble dignidad. Y alguien dice: pero, ¿no está ya todo arreglado, todo en su sitio? Pues no, querido amigo, no…

Vengan adelante fiestas, banderas arco iris, desfiles y demás (que a unos gustan más que a otros) pero para ser exactos, el llamado hoy movimiento LGTBI lleva años con muy escasas conquistas; arrumacos de una ministra muy poco docta y pare usted de contar. En 2022 gays y lesbianas no están en absoluto mejor que hace exactamente veinte años. Es verdad que la homofobia se arrastra clara y violentamente desde los albores del cristianismo, tantas condenas contra el pecado nefando (esto es, el que ni decirse puede de tan horrendo) lanzadas por los padres de la Iglesia, y es obvio que dieciocho siglos de homofobia, punto más o menos, no pueden cerrarse en sesenta años de nuevas y mejores intenciones. Quienes nos educamos en la pura heteropatriarcalidad, pongo por caso, podemos muy bien leer poemas de Pedro Salinas o de Pablo Neruda destinados a mujeres amadas, sin embargo -todavía hoy- no es escaso el público lector que, incluso diciéndose a favor de lesbianas y homosexuales, no aciertan a leer poemas de amor a chicos, ni siquiera de Cernuda o de Cavafis. Respetan, pero no va con ellos. ¿Ve?  Es sólo que aún no están bien educados. Tristemente el ejemplo no es minoritario.

 A fines de los pasados 90, cuando se extendió la noción de «visibilidad gay» y hubo varias notorias salidas del armario, editoriales y centros de cultura, creyeron que daban la bienvenida a un nuevo y numeroso público lector LGTB. Todas las editoriales querían tener un libro de tema lésbico o gay y lo tuvieron. A mí me pagaron muy bien mi novela La nave de los muchachos griegos en Alfaguara, con una muy grande tirada, por las antedichas razones: 35.000 ejemplares. Pero se vendieron 9000 en ese año -2003- lo que no está mal, aunque muy lejos de lo ilusamente esperado. Ese nuevo público lector homosexual no existía, era el que siempre había sido, y siete más. Pare de contar. Gays, lesbianas, bisexuales o transexuales no son, globalmente hablando, distintos a la sociedad a la que pertenecen. Así que si nuestra sociedad era (y hoy es peor) inculta, gregaria y necia, ello vale para hombres y mujeres de cualquier tendencia sexual. Por eso, ahora mismo, publicar un libro de tema gay o lésbico es mucho más difícil que hace veinte años. Lo que no es ir mejor, sino al contrario.

Se dirá que es un hecho mercantil, el cómputo de ventas, porque muchos editores -grandes, sobre todo- tienen más ahora de mercaderes que de personas de cultura, y es verdad. ¿Estamos seguros de que en todo ello -y además- no late un subrepticio juicio moral?  Vivimos una sociedad cada vez más neopuritana e Internet también ayuda a eso. Oficialmente, claro, todo son flores para gays y lesbianas, pero desde el subconsciente una oscura voz alerta (como Manuel Fraga dijo muy al inicio de la Transición) que los homosexuales nada tenían que temer «sino sacaban los pies del tiesto». Conocemos la expresión, pero ¿cuándo se sacan los pies del tiesto? Fácil, cuando el poder heterosexista y sobre todo gringo y puritano -a través de las redes asimismo- deciden que así sea. Aún dependemos del puritanismo religioso, católico y protestante. O sea, lo gay no vende -ahora- y además puede sacar los pies del tiesto, digamos, si en lugar de mostrar la convivencia fiel de una pareja casada de cuarenton@s, se decide a contar la historia -tan anclada en la tradición gay helenística- de un pintor de sesenta años con un modelo -es un ejemplo- de 22. El caso del pintor puede ser «turbio» (¿?) pero el caso del feliz matrimonio con trabajo los dos y parigual edad, eso, aunque se lea poco, es constructivo y noble. Aún me parece más rebelde presentar a mi amante -mismo sexo- que a mi marido. Amigos, digamos que mucho se ha avanzado, vale, pero queda mucha, muchísima tela por cortar en este arduo camino contra lo normativo.    

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