THE OBJECTIVE
David Mejía

Las novias de DiCaprio

«Las relaciones son más libres que nunca pero el dedo acusador se alza cuando existe una brecha de edad que los guardianes de la moral consideran excesiva»

Opinión
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Las novias de DiCaprio

Leonardo DiCaprio. | Zuma Press

Si las cuentas de la revista People son correctas, Camila Morrone es la cuarta mujer cuya relación con DiCaprio se rompe tras cumplir los veinticinco. La ruptura ha sido noticia porque confirma una pauta con la que Hollywood y el resto del mundo se divierten desde hace años. El titular del LA Times bromeaba: «Leonardo DiCaprio (47 años) y Camila Morrone (adivinen) se han separado». La realidad es que desconocemos la intrahistoria de esta y sus anteriores rupturas. Quizá sea una coincidencia y la edad no esté en el fondo del asunto. O sí, pero de otra manera. Quizá, como apunta Sarah Lazarus, a DiCaprio lo traumatizó tanto el 11-S que no puede salir con mujeres que lo recuerden.

No es la primera vez que sobrevuela sobre DiCaprio la acusación de edadista, palabro inventado para referirse a quienes discriminan a las personas por su edad. Aunque las acusaciones suelen llegar en forma de chiste -demostrando que al edadismo le queda mucho para ser considerado un pecado civil de la gravedad del racismo o el sexismo- es una señal que la sociedad emite para censurar una conducta que se considera poco virtuosa. Pero cuesta encontrar motivos por los que la conducta de DiCaprio merezca un reproche moral.

Las relaciones afectivas son más libres que nunca y sin embargo el dedo acusador se alza cuando existe una brecha de edad que los guardianes de la moral consideran excesiva. Quizá el edadismo que deba preocuparnos es el de quien solo coloca la lupa moral sobre la edad de nacimiento. Francamente, sorprende que una cultura que subordina cada vez más la ciencia a la ideología preste tanta atención a una realidad estrictamente biológica. 

En esto se ha impuesto Foucault. La suspicacia respecto a las relaciones con diferencia de edad tiene que ver con la distribución de poder. En estas relaciones, dice el catecismo, existe un desequilibrio de poder. El mayor de la pareja ostentaría un capital económico y social superior, favoreciendo una dinámica en la relación contraria al ideal de igualdad. Claro que estos desequilibrios pueden existir sin que concurra la diferencia de edad, pero el argumento solo funciona contra un hombre de paja clavado a DiCaprio: hombre rico y poderoso en una relación con una mujer joven. Curiosamente, la evidencia disponible revela que este desequilibrio de poder no es la clave de la toxicidad, sino de la deseabilidad de determinados varones. 

Pero lo más llamativo de la discusión sobre DiCaprio y sus novias es que solo se habla de DiCaprio. Como si ellas carecieran de juicio y voluntad, y necesitaran nuestra protección. Pero si de algo tenemos que proteger a las mujeres adultas de todas las edades, no es de los hombres poderosos, sino de los discursos paternalistas que les niegan su agencia y las instalan en una permanente minoría de edad.

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