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Fernando Savater

Cívicos pero indomables

«Hay lugares en los que sólo se respeta el bienestar del Estado con el poder monopolizado por una secta ideológica que sólo ampara a los de su cuadrilla»

Opinión
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Cívicos pero indomables

Concentración de S’ha acabat! para reivindicar derechos civiles. | Kike Rincón / Europa Press / ContactoPhoto

No todos los rebeldes lo tienen igual de fácil. Si usted se manifiesta en Madrid contra la tiránica Díaz Ayuso, que estrangula ancianitos en las residencias durante el tiempo que le deja libre robar las limosnas de los pobres para dar el botín a los millonarios, pasará un rato agradable con sus amistades y dormirá luego tranquilamente en su casa. Si usted ha decidido -tarde, pero más vale tarde que nunca- protestar por la muerte de jóvenes iraníes a manos de una infame policía «moral» y para ello se corta públicamente un mechón de cabellos (con el debido cuidado, eso sí, tampoco es cosa de hacerse un estropicio), saldrá elogiada en los medios de comunicación y no sufrirá perjuicio alguno… salvo que trabaje en una televisión patrocinada por Irán, lo cual puede suponerle cierto quebranto económico. Pero si usted es una mujer que se subleva contra el machismo islamista en Teherán o una persona de cualquier género y oficio que alza la voz contra la dictadura en Cuba, puede ser apaleada brutalmente, encarcelada sin garantías legales, sufrir represalias laborales o familiares e incluso ser asesinada por supuestas fuerzas del orden que en lugar de proteger sus derechos le castigan por ejercerlos. Y es que hay lugares en los que está vigente el Estado del bienestar, aunque siempre con deficiencias y errores, pero otros en los sólo se respeta el bienestar del Estado, con el poder monopolizado por una secta ideológica que sólo ampara a los de su cuadrilla.

El caso de España es muy original, porque oficialmente es un Estado de derecho en el que los ciudadanos son reconocidos libres e iguales pero con territorios asilvestrados donde no son ni lo uno ni lo otro. Por ejemplo, Cataluña (otro día hablaremos del País Vasco). Allí mandan los que están dispuestos a todo para desgajarla del resto de España y para obligar a cualquier ciudadano a bailar al son de los separatistas o ser excluido de la armonía colectiva y privado de derechos fundamentales. El principal, su lengua oficial de elección según derecho constitucionalmente establecido. A los que protestan contra este atropello democrático ni siquiera les sirve recibir el apoyo de los tribunales, porque allí las sentencias no se cumplen y los cargos públicos se enorgullecen de burlar su eficacia. Aún peor, el propio Gobierno del Estado se muestra delicadamente favorable a los separatistas porque necesita su asistencia para mantener la frágil mayoría parlamentaria y hace oídos sordos a las peticiones legales y políticas  de los maltratados, encubiertos por medios de comunicación infames que disimulan el percance mientras hacen indignados aspavientos ante la mención de cualquier injusticia remota. 

La lucha pacífica de los jóvenes universitarios de S’ha Acabat me parece el movimiento más decente y esperanzador que hay ahora en España

Ahora se repite que el procés está muerto y enterrado. Si lo que se pretende decir es que los separatistas no se ponen de acuerdo entre ellos, como responde a una patulea dividida en oportunistas y fanáticos, descerebrados cuyo único rasgo sensato es la cobardía que muestran en cuanto el Estado enseña los dientes, pues claro, eso es lo que pasa y seguirá pasando por los siglos de los siglos. Pero lo verdaderamente importante es que los catalanes que se saben, se quieren y se proclaman españoles seguirán marginados, hostilizados socialmente y sobre todo con su lengua perseguida en todos los escenarios y criminalmente excluida del ámbito educativo. Y ninguna autoridad, ninguna institución oficial, ningún regimiento de intelectuales se pone de su lado, todo lo contrario. En cuanto a los partidos políticos, nada cabe esperar de una incalificable (con palabras decentes, claro) izquierda, poco de una temblorosa derecha, y algo incierto de los demás, voluntariosos pero poco apoyados electoralmente en Cataluña. Y entonces… Pues entonces sólo queda la lucha y la determinación cívica de padres de familia reclamando los derechos de sus hijos y agrupaciones de ciudadanos que no se arrugan ni se rinden ante la presión totalitaria ambiental, como Asociación por la Tolerancia, Impulso Ciudadano, la Asamblea por una Escuela Bilingüe, Docentes Libres, etc… Sobre todo los jóvenes universitarios de S’ha Acabat, cuya lucha pacífica pero tenaz en la enseñanza superior contra los mandamases golpistas y su recua juvenil de seguidores, que les hacen incluso violentamente la vida imposible (razonar no saben, pobrecillos) me parece el movimiento más decente y esperanzador que hay ahora en España. Me sentí realmente honrado como viejo estudiante revoltoso antifranquista de poder darles hace unos día el merecidísimo galardón de la Asociación por la Tolerancia. Eso sí, les recordé al darles el premio que la mejor forma de abogar por la tolerancia es practicar sin remilgos la intolerancia con los intolerantes.

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