THE OBJECTIVE
Manuel Arias Maldonado

Oposición: guía de perplejos

«Feijóo está resultando ser un político anodino con dificultad para generar expectativas favorables. Otro asunto es que pueda alcanzarle con no ser Sánchez»

Opinión
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Oposición: guía de perplejos

Ilustración. | Erich Gordon

Según se reduce la probabilidad de que la economía española caiga pronto en una recesión, las encuestas rebajan la expectativa de que el centro-derecha obtenga una victoria fácil en las próximas elecciones. No es casualidad: cuanto mejor, peor y viceversa. Tal es la norma que rige para una oposición que suele alimentarse del descontento de nuestra menguante clase media y ha dado por descontada una crisis económica que no termina de aparecer.

Era, con todo, previsible: las grandes crisis son aquellas que casi nadie ve venir, no las que radiamos durante meses. Y si bien los desequilibrios estructurales de nuestra economía siguen donde estaban e incluso continúan agravándose, la apuesta del Gobierno por el intervencionismo paliativo —ya nos llegará el recibo— está dando resultado: los socialistas moderan las pérdidas e incluso ganan votantes a costa de sus socios populistas. Para el oficialismo, que tiene su propio relato, la remontada sabe a poco: un líder que ha pacificado Cataluña y arrostrado pandemias y guerras merecería tener asegurada su continuidad. Solo la ingratitud de los españoles, confundidos por la agitación constante de la ultraderecha, impide que así sea.

Desde el punto de vista de la oposición, la perplejidad es otra: no entienden que pueda disputarles la victoria un partido que deroga la sedición y reforma la malversación con objeto de contentar a los separatistas, que coloniza sin recato las instituciones y aprueba reformas penales cuyo efecto es el contrario del anunciado. ¿Cómo es posible? ¡No debería pasar, pero pasa! La oposición debe sentirse víctima de la paradoja que aparecía en una canción de Bob Dylan: te piden un billete de 11 dólares y solo tienes de 10.

«Las elecciones se jugarán antes en el terreno plebiscitario que en el escrutinio minucioso de sus rivales»

Ahí es donde comienza el amargo debate sobre el estilo: ¿cómo hacer una oposión eficaz en semejante contexto? José Antonio Montano ha hablado del «problema retórico» que plantea un Gobierno que se maneja con soltura en el terreno que él mismo embarra. A esa pregunta responden algunos con la apuesta por una «guerra cultural» que debería empezar en las trincheras del Congreso: para corregir a golpes la inclinación del tablero. Eso es lo que hace Vox, resucitado últimamente para felicidad de Sánchez; aunque quizá se equivoque y haya quien empiece a pensar que ERC es más peligroso para la democracia española que la formación liderada por Abascal.

¿Y Feijóo? Aparece un problema: la discusión acerca de lo que deba hacer Feijóo no puede separarse de la identificación de lo que sepa hacer Feijóo. Y la verdad es que no parece que sepa hacer demasiado: acabado su periodo de prueba, el líder popular está resultando ser un político anodino con dificultad para generar expectativas favorables. Asunto distinto es que pueda alcanzarle con la expectativa de no ser Sánchez: las elecciones se jugarán antes en el terreno plebiscitario que en el escrutinio minucioso de sus rivales y ciertamente abundan en nuestro país los votantes de centro-izquierda que solo se pasan al otro lado si el candidato conservador en cuestión no le da miedo.

En todo caso, la experiencia nos dice que en esta materia reina el cinismo: la buena oposición es la oposición exitosa, que es aquella que conduce al Gobierno sea cual sea la forma en que se ejercite. Para demostrarlo, nada mejor que el contraste entre el Sánchez que no gobernaba y el Sánchez que nos gobierna. Por lo demás, ha de reconocerse que la vara de medir cambia según quién ocupe el lugar de la oposición: si la izquierda grita o exagera o se echa a la calle, es que las circunstancias lo exigen; si lo hace la derecha, estará crispando. Eso no va a cambiar; quejarse servirá de poco a los quejicas. ¿Entonces? Ya que la preocupante ejecutoria del gobierno no basta de momento para relegarlo a la condición de perdedor por anticipado, si algo parece necesitar el centro-derecha es presentar una alternativa clara que los votantes —¿quién es el peso pesado del PP en materia económica?— puedan asociar a un equipo competente. Y no está claro que tenga todavía ninguna de las dos cosas.

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