THE OBJECTIVE
Francisco Sierra

El peligro de crear una gran crisis para tapar otras crisis

«No hay precedentes. Es la primera vez que el Tribunal Constitucional paraliza un trámite parlamentario. Nunca se había usado antes, pero es conforme a ley»

Opinión
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El peligro de crear una gran crisis para tapar otras crisis

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | TO

Es verdad. No hay precedentes. Es la primera vez que el Tribunal Constitucional paraliza un trámite parlamentario. Nunca se había usado antes, pero es conforme a ley. Es excepcional, pero más excepcional es el hecho de que Pedro Sánchez haya intentado modificar dos leyes orgánicas fundamentales a través de una enmienda que impedía al resto de grupos parlamentarios el debate y discusión, en tiempo y forma, de algo tan vital para el estado de derecho como es la forma de la composición del CGPJ y del propio Alto Tribunal.

Las acciones y declaraciones de un Sánchez ya totalmente ‘podemizado’ habían subido el listón a niveles nunca cruzados en nuestra democracia. Un presidente hablando de «complot» y que permitía a Sicilia y a Bolaños una agresividad de las que rompen puentes, contra todos los que no piensen como el propio Pedro Sánchez. Creyeron que, de esta forma, subiendo el ruido y la amenaza, el TC se paralizaría. Incluso los socios de Podemos, con la jauría de ERC y Bildu, pedían ya la desobediencia e incluso desaparición del tribunal guardián de la Constitución. Pero no ha sido así. El TC no se ha asustado. 6 a 5 votos. Como muchas otras veces ha ocurrido en el TC donde la división ha sido siempre tónica y por eso más de una vez se ha decidido por el voto de calidad del presidente. Y donde los miembros prorrogados han votado siempre como tal, como miembros del TC con todos los derechos.

La salida nocturna, organizada y escalonada de la presidenta del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet; del presidente del Senado, Ander Gil y del ministro de la Presidencia, Félix Bolaños para criticar la resolución del TC han situado de cara a la ciudadanía un escenario que han colocado en la máxima gravedad de la crisis institucional del estado. Sorprendía también que salieran de forma organizada y escalonada, para decir que acataban la decisión del Tribunal Constitucional. ¿Pensaron en algún momento no hacerlo?, ¿lo siguen pensando?, ¿lo van a volver a pensar? No quiero imaginar lo que para Bolaños es inimaginable. En todo caso era tal el panorama, que esas declaraciones de acatamiento se agradecían.

No sonaba muy esperanzador el que dijeran que esta decisión crea un punto de difícil retorno en nuestro sistema democrático. En un estado de derecho, nunca es complicado el retorno. Puede ser largo o corto, pero es tan sencillo como cumplir la ley y también sus procedimientos. Pero el juego de Bolaños ha ido más allá. Escuchándole pareciera que el gobierno tuviera que salir de noche a calmar o a proteger a los ciudadanos de un ataque coordinado de oposición, jueces y seguro que hasta de los medios de comunicación. Siguen olvidando que media España ¿o ahora más?, no piensan como Sánchez.

«Ocultan que en el fondo solo quieren proteger las medidas que han tomado para contentar a la insaciable sed de los independentistas que les garantizan el poder»

Necesitan crear un nuevo escenario en el que se presentan como los únicos valedores de la democracia. Hablan de que la resolución va contra la soberanía nacional, contra el debate y la democracia. Y al citar lo que denuncian, están de alguna forma enumerando lo que han hecho: han impedido el debate y estudio de los representantes parlamentarios de las medidas que cambiaban la forma de composición del TC y del Poder Judicial y que se escondían en enmiendas. 

Ocultan que en el fondo solo quieren proteger las medidas legislativas que han tomado para contentar a la insaciable sed de los independentistas que les garantizan el poder con sus votos. Y para ello Sánchez está intentando prostituir todos los procedimientos y tiempos con tal de aprobarlo todo en este año. La jugada es astuta.  Ahora el problema de España no son los indultos a los condenados, ni la derogación del delito de sedición, ni la rebaja de la malversación, ni el permitir que los procesados sigan siendo diputados.  Crean un falso enemigo: todos aquellos que no traguen y callen con el entreguismo de Sánchez a los independentistas, ahora pueden ser acusados de impedir la actividad parlamentaria.

Es verdad que el Tribunal Constitucional y el CGPJ deberían de haber sido renovados hace años. No se ha hecho por culpa del Partido Popular y también del PSOE. Los dos han fallado. Los dos los han usado como chantaje. Los dos lo han manipulado. Pero la solución no es destrozar los procedimientos, ni romper la propia Constitución como intenta ahora Sánchez con prisas.

Muchas de las críticas al TC por la resolución aluden a las prisas que se han dado para aceptar y tomar la resolución en pocos días. Pero a nadie parece que le preocupe las prisas de Sánchez por aprobar aunque sea a base de martillazos institucionales, esas propuestas de sedición, malversación y composición del TC y CGPJ. Las reformas por la puerta de atrás dan que pensar. ¿Hay algo que pudiera ocurrir con esos delitos que los dieran la vuelta?, o ¿ hay algo incluso con el recurso que está todavía vivo en el Supremo sobre los indultos?

Cuestionar toda la arquitectura del estado de derecho del 78 solo por alejarlo de las elecciones de mayo no parece razón suficiente. Pero si en los próximos meses la película que se cuenta es de soberanía nacional frente a jueces y oposición antidemocráticas, puede que considere que es más ganadora. El ruido que se nos avecina puede ser muy peligroso. Es tiempo de hombres fuertes, generosos y con sentido de estado. ¿Los hay?

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