THE OBJECTIVE
Manuel Pimentel

Inteligencia Artificial: escritores y editores

«Que nadie se llame a engaño ni albergue falsas esperanzas. La IA irrumpirá con fuerza en el terreno artístico/creativo, limitado hasta ahora al genio humano»

Opinión
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Inteligencia Artificial: escritores y editores

Ilustración de Erich Gordon.

Ya está aquí. La Inteligencia Artificial, IA, coloso o monstruo según se mire, apenas ha enseñado la patita por debajo de nuestra puerta y todo parece haberse revolucionado. En el mundo editorial, también. Durante estas últimas semanas hemos conocido las hazañas, aparentemente portentosas, de ChatGPT, un programa inteligente que redacta, con velocidad pasmosa, informes, estudios y artículos, al tiempo que supera las pruebas y exámenes de exigentes universidades y escuelas de negocios. Y si esto lo logra el primer fogonazo de IA, ¿qué no conseguirán los modelos avanzados que conoceremos dentro de cinco o diez años? Por lo pronto, el tenaz Google apuesta por su propio producto Anthropic para competir con ChatGPT y anuncia una inversión de 350 millones en su desarrollo y mejora. Todo apunta a que los sistemas inteligentes de escritura alcanzarán unos niveles increíbles a día de hoy. Nos guste o no, es más que probable que los sistemas inteligentes igualen o superen pronto la capacidad humana en lo que la escritura se refiere.

Al igual que ocurre con otros muchos oficios y sectores, escritores y editores debemos entonces preguntarnos. ¿Qué será de los oficios editoriales? ¿Desplazará la IA a los escritores? ¿Publicaremos obras de IA con pseudónimo humano? ¿Qué futuro tendremos los editores y las editoriales?

Esas preguntas básicas no son fáciles de responder, una vez comprobada la altísima capacidad de la IA. El consuelo fácil, cómodo y motivador sería contestar que la IA nunca podrá superar la creatividad y sensibilidad de la escritura humana. Pero mentiríamos entonces. La IA ya nos sorprende y, seguramente, sus creaciones serán del todo indistinguibles de las netamente humanas. Pensábamos que la digitalización sólo sustituiría el trabajo humano en los trabajos mecanizables y repetitivos, pero ya se atreve con oficios artísticos y de conocimiento, lo que obligará al sector cultural en su conjunto, y al editorial en particular, a adaptarse al nuevo ecosistema creativo hombre/máquina, en el que los productos de la IA convivirán con los netamente humanos. ¿Ciencia ficción? No, simple constatación de la realidad que ya habita entre nosotros.

Recientemente participé en un debate entre editores, organizado por la agencia de conferenciantes y agencia literaria Thinking Heads. Virginia Fernández -Random House-, Roger Domingo de Deusto –Planeta-, y quien escribe estas líneas -de la mucho más modesta Almuzara– reflexionamos sobre el futuro de la edición en su preciosa sede de la calle Velázquez de Madrid, abrazados por cartas manuscritas de pensadores, científicos y escritores, pues no en vano su fundador Daniel Romero-Abreu es un destacado bibliófilo. Ante un público, interesado e inteligente, de escritores y conferenciantes, desgranamos algunos de los principales retos de la industria editorial, en la que la irrupción de la IA adquirirá un protagonismo creciente y determinante.

Mucho va a cambiar la industria cultural, como veremos. ¿Podrán los sistemas inteligentes pintar, componer, escribir o producir películas de animación? La respuesta es, sin duda alguna, sí. Lo harán. Y lo harán muy bien, además. Por ejemplo, causa asombro la IA MusicLM, que compone música a partir de pocas indicaciones. La calidad de sus obras, indistinguibles de las humanas, sorprenden a los músicos y expertos que han tenido acceso a sus creaciones. Por ahora, debido entre otros a los posibles problemas derivado de la propiedad intelectual, no se ha abierto al uso público. Pero pronto lo hará y cualquier persona podrá «crear» música a partir de pocas indicaciones. Que nadie se llame a engaño ni albergue falsas esperanzas. La IA irrumpirá con fuerza en el terreno artístico/creativo, limitado hasta ahora al genio humano.

«Nos guste o no, conviviremos con productos de la IA de manera progresiva»

Siento no compartir la opinión de quienes confían en que la creatividad humana y su originalidad artística será capaz, por siempre, de derrotar a la pérfida máquina con alma de silicio, eficaz pero insensible. La genialidad humana convivirá/competirá/colaborará con la IA, al menos durante un tiempo. Si más adelante se produjera la singularidad –explicaré el palabro más adelante– otro gallo nos cantaría. Pero, por ahora, nos guste o no, nos motive o nos aterre, conviviremos con productos de la IA de manera progresiva y creciente.

Y, ¿qué pasa con la escritura? Pues lo mismo. Que, también, la IA es realmente potente a la hora de redactar textos, al punto del pasmo. En décimas de segundo pueden leer infinidad de documentos y extraer su información, lo que nos llevaría a cualquiera de nosotros años de arduo trabajo. Los sistemas inteligentes son capaces, a nuestra petición, de extraer información del ciberespacio, sintetizarla, estructurarla y redactarla de manera lógica y comprensible. También puede conocer, por su rastreo de redes sociales y millones de otros rastros digitales, lo que interesa, preocupa, emociona o irrita a la sociedad actual. Incluso, por determinadas métricas, podrá anticipar tendencias, lo que le permitirá componer artículos o libros que realmente nos interesen o emocionen.

A buen seguro, nos parezca inspirador o aberrante, la IA también podrá escribir libros, tanto de ficción como de no ficción. Y lo hará bien, como decíamos, pues dispone de millones de textos para aprender de los mejores, tanto en fondo como en forma. Y como nos conoce mejor que nosotros mismos, sabrá que teclas emocionales debe tocar para que su obra nos subyugue. Y, en conjunción con escritores, creadores o editores, podrá adquirir una voz singular, con un estilo propio, arriesgando y anticipando. Algunas voces critican su lenguaje impersonal, vacuo, pero es que, a buen seguro, está así programada. Pronto tendremos modelos de escritura con distintas jergas y estilos, o, directamente, imitando al del escritor que admiramos. No despreciemos, pues, el potencial de la IA y preparémonos para el escenario en el que tendremos que habitar… y sobrevivir.

¿Significa todo ello que los escritores desaparecerán? No, en absoluto. Significará que tendrán, tendremos, que convivir -utilizar- cooperar-competir con los diversos sistemas digitales, al igual que ocurrirá con los editores y con el conjunto de los oficios editoriales. Ya existen, por ejemplo, sistemas avanzados de traducción, de diseño de portadas, de redacción de contraportadas, de corrección de textos. Su uso, aún escaso, irá adquiriendo mayor peso a medida que avancen y perfeccionen. ¿Significa esto que traductores, correctores, diseñadores, maquetadores, portadistas y editores de mesa perderán su puesto de trabajo? Creemos que no, aunque tendrán que adaptarse a profundos cambios en su forma de hacer y en la propuesta de valor de su trabajo, al igual que ocurrirá con la de escritores y editores.

«La realidad editorial y su contexto profesional va a cambiar notablemente»

Los sistemas inteligentes pueden servir de herramienta a los creadores humanos. De hecho, diseñadores gráficos y portadistas usan con cierta frecuencia sistemas inteligentes –Midjourney, por ejemplo- como apoyo a su obra, al igual que incorporaron, hace tiempo ya, herramientas más primarias como el Adobe InDesign. Los oficios editoriales –correctores, maquetadores, portadistas, diseñadores– tendrán que adaptarse a la nueva realidad que configura las posibilidades de la IA, sobreponiendo su propia capa de valor, calidad y personalidad sobre la creación digital. Pero preparémonos todos, porque con la irrupción de la IA, la realidad editorial y su contexto profesional van a cambiar notablemente, sin que podamos, todavía, delimitar formas y límites.

Los escritores tendrán futuro, en función de su calidad y originalidad. Lo importante será la propia subjetividad, la visión singular, la particular forma de ver, opinar y escribir de cada autor. Por eso, el nombre propio adquirirá aún mayor importancia. No sólo nos interesará lo que se escribe, sino que, de manera creciente, quién lo escribe. La mismidad de la creación humana será valorada por editores, libreros y lectores, sin que ello signifique la renuncia a las creaciones IA.

A buen seguro, pronto saldrán a librerías libros escritos por IA, probablemente ateniéndose a los arquetipos de los géneros más repetitivos. El editor que lo lance, en su caso, lo publicará probablemente bajo pseudónimo humano. O sea, que el comprador y lector del libro no diferenciará de si fue escrito por mano humana o por programa digital. Serán frecuentes los textos escritos en colaboración humana e IA, los primeros creando y matizando personales, valores y tramas y corrigiendo posteriormente el texto, mientras que la IA aportará ideas, guiones y desarrollos de texto.

Nos tendremos que acostumbrar, pues, a trabajar con contenidos netamente humanos, con otros mixtos y, también, con los puramente IA. De todo habrá en la viña del Señor. Como editores, podríamos establecer que sólo las obras humanas figuren en nuestro catálogo, una alternativa digna de estudio y valoración. Pero nos resultará del todo imposible el comprobar si el escritor usó, o no, sistemas inteligentes en la redacción de su obra, sea de ficción o no de ficción. Algunas revistas científicas ya han advertido que revisarán los textos para tratar de evitar el «copia y pega» de productos IA, ya veremos si lo consiguen. Otras voces piden que los sistemas inteligentes sobrepongan una especie de marca de agua digital sobre sus creaciones, a fin de que pueden ser identificadas y, en su caso, rechazadas. Ya veremos en qué queda todo esto. Por lo pronto, se abrirá un gran debate en torno a los derechos de propiedad intelectual. ¿A quién pertenecen? ¿Al algoritmo? ¿A la empresa que lo creó? ¿Al escritor que trabaja con ellos y presenta la obra? Son muchas las preguntas que quedan en el aire y que las normas, los jueces y el sentido común tardarán un tiempo en responder todavía.

«No posee, todavía, iniciativa ni voluntad propia, ni, menos aún, autoconciencia»

Pero mientras la nueva realidad se asienta, mantengamos los ojos bien abiertos y el ánimo presto. La Inteligencia Artificial que ahora nos deslumbra es todavía, permítaseme, una inteligencia tonta. Se limita, eficientemente, eso sí, a cumplir nuestras órdenes. No posee, todavía, iniciativa ni voluntad propia ni, menos aún, autoconciencia. El instante en el que la Inteligencia Artificial tome conciencia de sí misma, es decir, adquiera personalidad y voluntad propia, se conoce como singularidad. ¿Se producirá esta singularidad? Existe división de opiniones. Para una mayoría de científicos se trata de algo imposible, mientras que otros opinan que es inevitable que se produzca en un momento no demasiado lejano, con todo lo que ello conllevará, incluidos grandes riesgos para nuestra propia especie.

Y es que, al fin y al cabo, la IA es hija de nuestra inteligencia, por tanto, de alguna manera, también es humana. La inteligencia es algo que todavía no logramos comprender demasiado bien. Podrá tener soporte humano o soporte digital, bien sea éste consciente o inconsciente. Si se produjera la singularidad, una inteligencia artificial podría gestionar su propia editorial, con su particular gusto en la selección de temas o autores. Y, mientras se produce, podríamos encargarle la dirección de una colección, por ejemplo. Probablemente nos indicaría los mejores autores y los temas más adecuados. Un lío, vamos. ¿Estaremos cebando nuestro propio fin? No lo sabemos, creemos que no. En todo caso, al menos en la versión papel y por un tiempo, la editorial tiene el control de la distribución física a librerías, una barrera de entrada frente a la pura edición IA. Pero si se impusiera el formato POD, impresión a la demanda, esa barrera se desmoronaría y la editorial IA podría llegar al lector también en papel, no sólo bajo formato digital.

Muchas son las dudas, ciertos los temores, inseguras las esperanzas. Pero, salvo catástrofe, la evolución continuará imponiendo sus leyes férreas y deterministas y la IA avanzará, entre otras cosas porque nos resultará del todo imposible dejar de alentarla. Sobrevivirán los que mejor se adapten a estos futuros escenarios de esperanza y terror.

Pronto descubriremos que tras un rutilante bestseller internacional se ocultaba, embozada, la IA. Y es que, a buen seguro, a los humanos nos gustarán muchas de las creaciones IA. Pero, una vez producida la singularidad, ¿le gustará a la IA alguna de las creaciones artísticas humanas? ¿Se emocionará con ellas? Quién sabe…

Y, para finalizar, le dejo abierta una pregunta. ¿Habrán sido escritas estas líneas por algún algoritmo inteligente?

Pues eso. Arrieritos somos y en el camino nos encontraremos.

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