THE OBJECTIVE
Dante Augusto Palma

¿Un Papa relativista y poscristiano?

«Las críticas del pensador italiano Diego Fusaro a Francisco llaman la atención porque cuesta encontrar en sus encíclicas fundamento para las mismas»

Opinión
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¿Un Papa relativista y poscristiano?

Erich Gordon

Probablemente impulsado por el documental de Jordi Évole, titulado Amén. Francisco responde, la figura y el pensamiento del Papa han sido objeto de entrevistas y columnas de opinión en distintos medios españoles en las últimas semanas. Sin ir más lejos, algunos días atrás, Miguel Ángel Quintana Paz realizaba una extensa e interesante entrevista al filósofo italiano Diego Fusaro para THE OBJECTIVE donde abundan definiciones, al menos, controvertidas sobre las cuales me gustaría realizar algunas precisiones.

Para Fusaro, a diferencia de la iglesia de Ratzinger, la de Francisco es una iglesia «relativista y posmoderna» que incurre en un «ateísmo líquido» que descree de la Verdad y es indiferente al problema de Dios. Sí, así como lo acaba de leer.

Pero no contento con esto, agrega: «A mi juicio, el buen cristiano en la nueva iglesia liberal progresista de Bergoglio es el buen consumidor. La de Bergoglio y la nueva iglesia liberal progresista es una fe de bajo coste. Para ser un buen cristiano debes creer en la globalización capitalista, debes estar en contra del soberanismo y del populismo, debes estar a favor de los puertos abiertos a la inmigración masiva».

Fusaro, quien se reivindica hegeliano, indica además que esta «iglesia poscristiana bergogliana» converge con la «izquierda neoliberal fucsia» (woke) y que, para oponerse realmente al capitalismo, Francisco debería valorar el populismo. Por último, el filósofo italiano, quien posee textos donde demuestra lecturas más agudas, concluye que el papado de Francisco está llevando a la Iglesia a su destrucción: «Bergoglio quiere hacer una perestroika de la Iglesia, abrirla al mundo, hacerla progresar, pero haciéndolo así la destruye como Gorbachov hizo con el comunismo».

«La crítica de Fusaro es curiosa porque se suele acusar a Francisco de ser una suerte de Papa populista»

La crítica que realiza Fusaro es bastante curiosa porque, en general, a Francisco se lo suele identificar con la descripción exactamente contraria a la que realiza el filósofo italiano. Por un lado, especialmente a partir del documental, hay quienes lo acusaban de ser un conservador por no «abrirse» al aborto, a las nuevas teorías de género y al nuevo porno autogestionado de Onlyfans, lo cual prácticamente significa exigirle al Papa que deje de ser católico. Por otro lado, y esta es la crítica más común y más interesante, especialmente desde sectores liberales, se acusa a Francisco de ser una suerte de Papa populista e incluso marxista.

De aquí que llame la atención la lectura de Fusaro, no tanto por su carácter controvertido sino porque cuesta encontrar en las encíclicas y en las intervenciones públicas fundamento para la misma. A manera de hipótesis, es probable que Fusaro desacuerde con la mirada que Francisco expresa en la encíclica Fratelli tutti a propósito de la cuestión migratoria y que de allí interprete a Francisco en clave «liberal-globalista»… No lo sabemos, pero en todo caso es una buena excusa para repasar algunos aspectos del punto de vista de Francisco.

De hecho, el eje central de la encíclica mencionada es, justamente, que lo que él llama «la cultura del descarte» se basa en el individualismo relativista, que es la matriz cultural del neoliberalismo. Pero no solo eso: Francisco denuncia que la idea de «abrirse al mundo» ha sido cooptada por la globalización económica que entiende el flujo de personas como el flujo de mercancías y que, lejos de ser respetuosa de las diferencias, ha llegado para homogeneizarlo todo.

En relación al populismo, Francisco critica al globalismo que usa el término «populismo» en sentido peyorativo, pero al mismo tiempo se distingue de la lectura que hace Ernesto Laclau. Para este filósofo argentino referente de la izquierda lacaniana, el pueblo es una construcción que se origina a partir de un conjunto heterogéneo de demandas insatisfechas frente a un otro que aparece como «el poder». Para Francisco, en cambio, «Pueblo no es una categoría lógica (…) Es una categoría mítica (…). La palabra pueblo tiene algo más que no se puede explicar de manera lógica. Ser parte de un pueblo es formar parte de una identidad común, hecha de lazos sociales y culturales».

Sin embargo, la propuesta del Papa no es la de un pueblo cerrado sino la de un pueblo abierto, vivo y dinámico que pueda incorporar lo diferente. Este pueblo, a su vez, es el pueblo trabajador, noción que echa por tierra otra de las críticas que se le suelen endilgar a Francisco en el sentido de impulsar una iglesia «pobrista» de la dádiva y la ayuda social. Incluso en el parágrafo 162 de esta encíclica indica explícitamente que la ayuda estatal y el asistencialismo hacia los pobres debe ser siempre provisorio.

«Francisco retoma la doctrina social que reconoce la función social de la propiedad»

Con todo, el concepto clave y que Francisco retoma de la doctrina social cuyas referencias obligadas son Rerum Novarum de 1891 y Quadragessimo anno de 1931, es el de la función social de la propiedad, por cierto, uno de los ejes de la Constitución peronista del año 1949 en Argentina. Que la propiedad tenga una función social que está por encima del derecho individual se basa en lo que se conoce como «el destino universal de los bienes», esto es, la idea de que los bienes de la creación han sido otorgados a la humanidad en su conjunto. Por ejemplo, en el parágrafo 120 Francisco afirma: «Vuelvo a hacer mías (…) unas palabras de san Juan Pablo II (…): ‘Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes (…)’. En esta línea recuerdo que ‘la tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada’. El principio del uso común de los bienes creados para todos es el ‘primer principio de todo el ordenamiento ético-social’, es un derecho natural, originario y prioritario. (…) El derecho a la propiedad privada sólo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados».

La novedad, si se lo puede llamar así, que ofrece Francisco en este caso, es la aplicación de este concepto para fundamentar el derecho que tienen los migrantes a ser acogidos en condiciones dignas. ¿Se sigue de todo lo dicho hasta aquí que este sea un Papa relativista, globalista y funcional al progresismo individualista?

Por si hiciera falta, en el parágrafo 13, a propósito de las políticas identitarias que Fusaro llamará «progresismo fucsia», para Francisco no serían más que otra forma de fragmentación funcional al consumismo y contraria a la noción mítica de pueblo: «Se alienta también una pérdida del sentido de la historia que disgrega todavía más. Se advierte la penetración cultural de una especie de deconstruccionismo, donde la libertad humana pretende construirlo todo desde cero. Deja en pie únicamente la necesidad de consumir sin límites y la acentuación de muchas formas de individualismo sin contenidos».

En síntesis, podemos acordar o no con la perspectiva que Francisco ha adoptado para su papado e incluso podemos, y debemos, abrir el juego a profundísimas discusiones que van desde lo estrictamente teológico a lo político. Pero la formación de Bergoglio/Francisco y la tradición de la cual abreva, son lo suficientemente robustas como para quitarle fundamento a algunas singulares interpretaciones.

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