THE OBJECTIVE
Román Cendoya

Sánchez, en minoría

«No pueden gobernar porque no hay la supuesta mayoría progresista. El sentido de Estado dice que lo que tiene que hacer Sánchez es convocar elecciones»

Opinión
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Sánchez, en minoría

Ilustración de Alejandra Svriz.

Las obras necesitan de los estudios pertinentes, de un proyecto y unos planos concretos. Pedro Sánchez ha construido su «muro progresista», que es una chapuza improvisada por su derrota electoral del 23-J, con los despojos de las ambiciones, complejos, odios, envidias, angustias y frustraciones de esa sopa de siglas divergentes que forman el múltiple conjunto de partidos que se quedaron a su lado. Según Patxi López: «Los progresistas». Cualquier diagnóstico de Patxi López es menos fiable que las velas negras de la bruja Lola.

En el muro, profundamente sectario, se han encontrado solos los que se quedaron en el lado de Pedro Sánchez. Bildu le llama «trinchera», lo llevan en su genética. Ahora les toca convivir en el espacio que ellos mismos han creado. Tanta toxicidad junta ha dado como resultado ese vertedero político de ingobernabilidad que es la mayoría de la investidura. El guateque y la alegría del muro duraron lo que duró la investidura. 

Hasta Sánchez, la tradición democrática era que la lista más votada fuera la que gobernara. Pedro Sánchez, al romper la tradición, está descubriendo que «ganar» cuando se ha perdido es un horror. Con Sánchez desgobierna la lista derrotada. La suya. Lo que durante cinco años era un disfrute ahora es otra derrota en minoría. ¿Quién se cree hoy que Sánchez ganó las elecciones si en la primera votación de la legislatura, para ratificar tres decretos Ley «imprescindibles», es derrotado, ratificado y empatado? ¿Dónde está la mayoría? Al otro lado del muro. En menos de dos meses ha sucedido lo que todos sabíamos en la investidura. La gobernabilidad era imposible. Ya se lo advirtió Feijóo: «Luego no venga a buscarme». Sánchez tampoco ha cumplido eso.

No ratificar los tres decretos es toda una derrota. Intentando evitarla, tocaron a rebato. Félix Bolaños, Santos Cerdán y cualquier asimilado desesperado llamando a teléfonos y despachos de emergencia. Los Turules, Rius, Nogueras y demás líderes fueron reclamados. Los solicitados felices exhibiendo su poder. Podemos diciendo que votaban no para que les llamaran. Al PNV no hubo que llamarle porque sigue sin enterarse de todo lo que pasa y con quién está en el muro. Y Patxi López, con cara de interesante, intentando aparentar que se enteraba de todo lo que estaba pasando y lo tenía resuelto. De Portugalete.

La desesperación fue tan grande que, como no funcionó el 112, recurrieron al teléfono de la esperanza. Buscar al PP. Bolaños, el chico para todo, acosando —dos llamadas— a Cuca Gamarra, que es la chica para todo del PP. Utilizaron a Yolanda Díaz para llamar al más progre del PP, Borja Semper. Y tampoco funcionó. No vengan a buscarnos.

«Con Sánchez las páginas del BOE se convierten en papel basura y la Moncloa tiene un nuevo anexo que se llama Waterloo»

Es muy importante valorar la apelación al «sentido de Estado» que ha hecho el Gobierno de Sánchez, a través de sus pedros ladradores, al Partido Popular. La estulticia sanchista no tiene límites y se expande detrás de su muro afectando a todos los residentes: ministros, dirigentes, opinadores y los medios del régimen. El Partido Popular está demostrando un gran sentido de Estado asumiendo con absoluta normalidad democrática, como no podía ser de otra forma, el liderazgo de la oposición con la ventaja de tener el grupo parlamentario más numeroso. Algo que sucede cuando ganas las elecciones. El Partido Popular pudo abstenerse si se cumplían las condiciones que propuso. Pero la soberbia sanchista consideró que no había nada que negociar. Las llamadas al Partido Popular como último recurso y salvavidas de Sánchez son mucho más que ridículas. Ahora es cuando resultan más bochornosas, dementes e histriónicas aquellas carcajadas de Sánchez en el estrado mofándose del ganador de las elecciones. Toma derrota. Ahora Sánchez es el Monchito de Puigdemont. 

Sánchez y sus patéticos han sido humillados por el líder de Junts. El prófugo de la justicia se ha cargado todas las fantasías de futuro y bienestar que soltó Pedro Sánchez en su Aló presidente de Navidad. Con Sánchez las páginas del Boletín Oficial del Estado se convierten en papel basura y la Moncloa tiene un nuevo anexo que se llama Waterloo.

Es muy difícil gestionar la frustración. Patxi López y los palmeros mediáticos son los que se encargan de lanzar al aire que la responsabilidad de que todo lo que no se apruebe es del Partido Popular. No. El único responsable es Pedro Sánchez que intenta gobernar y hace decretos ley sin los apoyos suficientes. Eso pasa por haber perdido las elecciones. Eso pasa por querer gobernar en minoría.

«Ha convertido el escrutinio de una votación en algo con tanta incertidumbre como el sorteo de la bonoloto»

De la misma forma que para presionar al PP para que hiciera lo contrario de su deber, ser líder de la oposición, apelaban al sentido de Estado, lo lógico es que el PSOE en el Gobierno demuestre su sentido de Estado dada la situación real. No pueden gobernar, no hay la supuesta mayoría progresista y no hay capacidad legislativa. El sentido de Estado dice que lo que tiene que hacer Sánchez es disolver y convocar elecciones. No va a hacerlo a pesar de estar en minoría. Sánchez tiene tan poca dignidad que después de juntar a los que él quiso, levantar su muro y carcajearse demencialmente del ganador de las elecciones, ha mandado llamar al partido de Feijóo para exigir que le mantengan y apoyen. 

Pedro Sánchez sigue pasando a la historia para mal. Ha conseguido en 60 días ser el presidente del Gobierno con el más bajo respaldo social, político y parlamentario desde el inicio de la democracia hace 45 años. Nunca mejor dicho, no lo quieren ni los suyos. Ha convertido el escrutinio de una votación en algo con tanta incertidumbre como el sorteo de la bonoloto. Y tiene su gracia que todo haya sucedido en la sede del Senado haciendo de Congreso. Un espacio de mayoría absoluta del PP y minoría bochornosa de Sánchez. El Comando Armengol actuó, de parte, alargando las votaciones para que, al final, el ridículo fuera mayor. Las caras de susto, sorpresa y no entender nada retrataron a este Gobierno de Sánchez en minoría.

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