THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

El PSOE solo es Sánchez

«Es muy significativo que el sanchismo se contente con colonizar el Estado y las instituciones públicas, y sea indiferente a la suerte del PSOE en las autonomías»

Opinión
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El PSOE solo es Sánchez

Ilustración de Alejandra Svriz.

Este 18-F en Galicia nos deja una certeza: el sanchismo se ha fraguado en la extinción calculada de los socialistas locales. Sánchez concibió su poder basado en una comunidad de votos con los nacionalistas de izquierdas, como ERC, BNG y Bildu, para formar un bloque contra la derecha española. Su idea era construir una mayoría hegemónica. Los independentistas le aseguraban el voto en Madrid, y Sánchez daba autoridad a sus discursos, alas a sus aspiraciones y prometía ser su sostén en las autonomías. El coste ha sido la desaparición de los partidos socialistas locales, convertidos en apéndices del nacionalista de turno. 

La ambición de Sánchez ha conseguido lo que ningún otro líder socialista desde 1879, año de su fundación, el hundimiento del partido en las regiones solo para someterlo al deseo incontestable del secretario general. Sánchez ha convertido a las federaciones socialistas en títeres de Moncloa, sin personalidad ni capacidad de decisión propia. Ha ido colocando a sus altavoces sin pudor, despreciando la identidad y la trayectoria de la militancia local. Al tiempo, desde Moncloa ha estado bendiciendo con su discurso la superioridad de las reivindicaciones nacionalistas sobre cualquier tipo de visión nacional. El resultado está a la vista.

La desintegración del PSOE en las autonomías comenzó el 28-M de 2023, cuando perdió gran parte del poder. Ocurrió después de que Sánchez hiciera y deshiciera a su antojo en las candidaturas electorales. Tras el batacazo socialista y el ascenso del PP, Sánchez quiso blindarse internamente convocando elecciones generales el 23-J. Le salvó la comunidad de votos con ERC en Cataluña, donde los votantes independentistas de izquierdas apoyaron al PSC para evitar el gobierno del PP con Vox. Perdió Sánchez pero le salvó Puigdemont. Este aparente éxito ha provocado que no rectifique su estrategia, sino que la acentúe. 

En su empecinamiento, la campaña en Galicia fue a favor del voto al BNG como la opción más poderosa para ganar al PP. Al sanchismo le pareció una buena solución porque, no en vano, el Bloque es la izquierda nacionalista, su aliada siempre. Escondieron al candidato del PSdeG, un tal Besteiro, y apareció Sánchez más de la cuenta en vídeos publicitarios y en promesas de gasto. El resultado electoral ha sido el peor de la historia para el PSdeG. Tampoco ha servido su estrategia de engordar a Vox diciendo que Feijóo es igual que Sánchez porque también consideró la amnistía a Junts, aunque fuera solo durante 24 horas. 

El sanchismo ha abandonado a los socialistas locales. Es muy significativo que el sanchismo se contente con colonizar el Estado y las instituciones públicas, y sea indiferente a la suerte del partido socialista en las autonomías. Tan palmario como que esos mismos militantes de cada región española no diga nada, ni se mueva o rechiste. No sorprende, porque en su día renunciaron a la victoria y aceptaron ser auxiliares de los nacionalistas a cualquier precio con tal de que el PP no ganara las elecciones.

«Esta estrategia de rendirse al nacionalismo y cederles el protagonismo no tiene pinta de ser un plan que a largo plazo asegure la supervivencia del PSOE»

Esta práctica desaparición del PSOE en las autonomías, salvo Cataluña, con un Salvador Illa echado al monte nacionalista por orden de Sánchez, y un Page en Castilla-La Mancha que confirma la regla, indica el camino al PP. Los populares deben ocupar el espacio constitucionalista frente a un PSOE rendido al rupturismo. Este es el eje hoy de la política en España más allá de otras consideraciones, o de que nos quieran vender la batalla entre progresistas y conservadores.

No sé si a los militantes socialistas, o incluso a sus votantes, les valdrá un partido que solamente tiene un candidato nacional, Sánchez, y una tropa de títeres. Lo cierto es que esta estrategia de rendirse al nacionalismo y cederles el protagonismo no tiene pinta de ser un plan que a largo plazo asegure la supervivencia del PSOE. 

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