THE OBJECTIVE
Antonio Elorza

El gran trilero

«Nunca jugará limpio. A veces encontrará una cortina de humo, pero si el asunto es grave no dudará en utilizar los recursos del Estado para destruir al adversario»

Opinión
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El gran trilero

Ilustración de Alejandra Svriz.

No es que Pedro Sánchez se esté haciendo acreedor al Premio Nacional que cabría atribuirle por su afortunado ejercicio del arte del trile, ahora que se ha esfumado el para mi incomprensible de la tauromaquia, pero sí conviene reconocer que está sacándole al asunto el mayor rendimiento político posible. Su última jugada pertenecía al género de las absolutamente previsibles y sin embargo cumplió perfectamente el papel que nuestro tramposo presidente le había asignado.

Logró crear un sentimiento muy difundido de inseguridad entre sus fieles, una movilización en el sentido deseado de anatematizar a todo aquel que se atreviera a discrepar -triste figura la de García Page- y por fin asumió un protagonismo indiscutible en el sistema político, con el Rey reducido al papel de confesor de las cuitas que atribulaban al nuevo monarca de los españoles y de los que no quieren serlo. Y no es que estuviese muy bien confeccionada la máscara de la honda preocupación de Sáncbe, ya que: por todos lados se transparentaba su fundamento, el odio, es decir, la intención de utilizar su falsa amargura para dar un vuelco a una situación difícil, desencadenando una ofensiva general de impredecibles consecuencias políticas. En ello estamos.

Para mí que en esta vocación de trilero político obsesivo ha jugado la influencia de Miguel Barroso, en vida un inteligente lector de la habilidad táctica de Fidel Castro para responder a una situación límite, surgida desde la realidad política, mediante un cambio de escenario donde la amenaza pasa al olvido, o cuando menos a segundo plano, y él se encuentra en condiciones de tomar la ofensiva. Obviamente hay diferencias: Fidel es un artista y tanto en Pedro como en sus corifeos se detecta demasiado la chapuza, en la forma de actuar, en la torpeza al esconder las verdaderas intenciones, pero la dinámica del juego es clónica.

Nunca afrontará el reto de modo directo, dicho en plata, nunca jugará limpio. A veces podrá simplemente salir del paso con una larga cambiada, como sucedió una y otra vez en los temas de Venezuela (corrupción, Morodo, Delcy) o encontrará una cortina de humo (la justicia injusta que recaería sobre Griñán, tapadera de los ERE). Pero si el asunto es muy grave e ineludible, no dudará en utilizar los recursos del Estado para buscar la destrucción del adversario o del crítico. Si sale a la luz la basura que rodea al caso Koldo, nos lanzamos sobre el novio de Ayuso, y asunto resuelto (con esto no estoy emitiendo juicio alguno sobre ambos contenciosos). 

Solo que ahora el fuego real le apuntaba demasiado de cerca y había que dar una vuelta de tuerca, en sentido de un cierre de la democracia, tanto para evitar que prosiguiera como para mostrar de cara al futuro que en el régimen político que está en curso de forja, la única justicia es la suya y cualquier pretensión de autonomía crítica o judicial ha de ser eliminada. Había que cortar el desarrollo normal de los acontecimientos y centrar los focos de la opinión sobre sí, ganando además tiempo. El resultado fue una burla a la democracia, a todos los ciudadanos a quienes supuestamente comunicó su angustia, pero un éxito total de cara a los fines buscados, ya que nada de lo que se le diga va a afectar su decisión previamente adoptada.

«Sánchez se ha autolegitimado para desencadenar la guerra a jueces y prensa adversa»

Llegados aquí sí que existe una coincidencia general en las opiniones, Sánchez se ha autolegitimado para desencadenar la guerra a jueces y prensa adversa. Ni siquiera es preciso recordar que las medidas que adopte no van a ser objeto de discusión democrática previa en el Parlamento o en los medios. Importará solo que respondan a sus intereses y cuenten con el respaldo de votos suficientes. Si la ley de amnistía fue jibarizada en cuanto al formato de adopción, no existe razón alguna para que ese coladero en que se ha convertido el Congreso avale las dos líneas de reducción de la democracia previstas por nuestro presidente.

Primero, evitar que puedan seguir adelante los procedimientos judiciales que puedan resultarle gravemente adversos, bien aumentando la competencia del fiscal general del Estado para suspender o reconducir procedimientos en curso, bien creando las condiciones para que los jueces se vean obligados a pagar un precio insoportable por el ejercicio autónomo de su profesión. Segundo, invirtiendo la situación actual en que la responsabilidad de los informadores existe, con el consiguiente riesgo de comisión de delito, pero no es posible proceder contra tal información previamente, calificándola de «bulo» como ahora va a pretenderse, con la consiguiente anticipación al procedimiento judicial sobre el hecho objeto de la información. So pretexto de conjurar los bulos, se tratará de cortar de cuajo las alas a la libertad de expresión. Seguirán las denuncias y las condenas a los políticos que incurran en tal desacato a nuestro poder, en lo sucesivo, siempre absoluto y siempre invulnerable. 

En suma, nuestro implacable trilero nos hace entrar en un tiempo de resistencia democrática. Un auténtico callejón sin salida político.

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