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Cataluña eligió lanzar su primer satélite desde Rusia pese a tener otras bases occidentales

Las bases principales son la de la Agencia Especial Europea, la Base Kennedy en Cabo Cañaveral y el Centro Espacial Kagoshima, de Japón

Cataluña eligió lanzar su primer satélite desde Rusia pese a tener otras bases occidentales

El Gobierno de la Generalitat decidió lanzar su primer nanosatélite al espacio desde la base rusa de Baikonur, en Kazajistán. El lugar elegido no era un cosmódromo cualquiera, sino que fue el que potenció la antigua Unión Soviética en plena carrera espacial con Estados Unidos. Desde ahí partió el astronauta Yuri Gagarin para completar el primer vuelo orbital tripulado y también se lanzó el Sputnik 1.

El vicepresidente del Govern y consejero de Políticas Digitales, Jordi Puigneró, anunció este hito como el inicio de un proyecto de grandes ambiciones para que Cataluña se convirtiera en una «república digital». La campaña «Cataluña se pone en órbita» tenía que ser un primer paso para consolidar el Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés) de la mano de la tecnología 5G y crear la Agencia Espacial Catalana.

También, como alertaron en su momento fuentes conocedoras de la operación, servía para poner los fundamentos de un sistema propio de comunicaciones con capacidad para escapar al control del Estado. Se consideró una más de las famosas «estructuras de Estado» del Govern en caso de volver a un escenario favorable a una nueva declaración de independencia.

Bases occidentales

La puesta de este primer nanosatélite en órbita se materializó en marzo de 2021, un años antes de la invasión del Gobierno de Vladimir Putin a Ucrania. El estallido de la guerra, sin embargo, obligó a Puigneró a cambiar sus planes y para cortar cualquier sospecha de connivencia con el Kremlin informó de que el segundo de sus nanosatélites no se lanzaría desde Baikonur, como «rechazo a la guerra».

Su anuncio, no obstante, abrió el debate de por qué no se había realizado el primer lanzamiento a través de la Agencia Espacial Europea (ESA). Las principales bases que existen son la del Centre Spatials Uyanais, la base de la ESA, en la Guayana francesa; la Base Kennedy en Cabo Cañaveral, en Florida (NASA), y el Centro Espacial Kagoshima, en Kyushu, de Japón.

Este medio ha contactado con el Departamento de Políticas Digitales y Administración Pública para preguntarles por qué se descartó usar las otras bases principales, pero no han querido responder a la petición. Se limitan a informar que el segundo lanzamiento se efectuará en octubre desde otro emplazamiento.

Mercado en eclosión

La Generalitat adjudicó por 500.000 euros a la empresa Sateliot, con base en Barcelona, el lanzamiento de su primer nanosatélite desde la histórica estación rusa. Fue el primer cliente de esta start up de las telecomunicaciones. Puigneró explicó que esta futura constelación de satélites recibirá una inyección de 18 millones de euros en cuatro años.

Una inversión pública que servirá para proyectos de observación y seguimiento de incidentes meteorológicos o de contaminación atmosférica así como para mejorar la conectividad gracias al 5G. En definitiva, más allá de un uso con fines separatistas es una apuesta para que Cataluña lidere este mercado en eclosión.

La nueva coyuntura geopolítica, con una guerra en suelo europeo y con la amenaza de la injerencia rusa en el Viejo Continente, también ha provocado un giro en el discurso de Puigneró. El vicepresidente catalán se ha abierto a colaborar con Madrid para potenciar esta nueva tecnología conocida como New Space y que, según sus cálculos, puede generar 300 millones de euros en un periodo de tan solo cinco años.

Decreto del Gobierno

Poco tiempo después del lanzamiento del primer nanosatélite, el Gobierno de coalición publicó el 31 de marzo en el Boletín Oficial del Estado el decreto ley por el que se aprueba el Reglamento de actuación y funcionamiento del sector público por medios electrónicos.

El Departamento dirigido por Jordi Puigneró consideró este decreto como «un 155 por la puerta de atrás» ya que, a su juicio, «se cargaba el modelo digital del Estado de las autonomías» bajo «el pretexto de la seguridad nacional».

Y que desde la investidura fallida de Carles Puigdemont, el 30 de enero de 2018, y el nuevo escenario que abrió la pandemia para celebrar plenos parlamentarios a distancia, a través de internet y la digitalización de la administración, el Ejecutivo catalán lo ha usado para avanzar hacia sus planes rupturistas.

«República digital»

Puigneró, al asumir la cartera de Políticas Digitales, habló de crear una «república digital como un «acelerador de derechos y libertades» que da herramientas a los ciudadanos «para protegerse de los abusos» que «estados como el español quieren ejercer sobre ellos».

En su libro ‘El 5è poder: La República Digital a les teves mans’, publicado en 2020, se pregunta si «Cataluña puede, como nación, convertirse una república digital sin ser república aún». «Precisamente porque a internet deja de tener sentido la variable territorial, constituir una república digital para alguien como Cataluña, que ya es nación pero no es estado, es factible», concluye.

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