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El buzón secreto

Acusaron a Perote, pero en realidad fue Manglano quien me filtró el papel secreto

Mentiras y manipulaciones en el mayor escándalo de la historia del servicio de inteligencia

Acusaron a Perote, pero en realidad fue Manglano quien me filtró el papel secreto

Juan Alberto Perote en una foografía publicada en la revista 'Tiempo' en 1997.

Soy un fiel defensor de la necesidad de que las leyes establezcan un límite de tiempo a los secretos de Estado. Los ciudadanos tenemos el derecho a conocer las actuaciones del Gobierno y de las instituciones. No hablo de que se tenga que hacer hoy, mañana o pasado mañana, pero sí dentro de 20 o 30 años. Es posible que los afectados directa o indirectamente prefieran el silencio total, pero los españoles debemos terminar conociendo errores, aciertos y manipulaciones. La historia juzgará los comportamientos. Es lo que pienso y hace un tiempo empecé a aplicarme el cuento.

No lo pude contar en su momento, porque las fuentes de información deben saber que guardarás secreto sobre su identidad, que pueden contarte lo que quieran a cambio de que tú no desvelarás su identidad. Esta necesidad de protección debe ser especial cuando hablamos de los servicios de inteligencia: si los descubren pueden acabar procesados. 

25 años después de los acontecimientos que voy a narrar, dos de los principales protagonistas han fallecido, el agraviado está fuera de circulación y el cuarto actor, el manipulador, no fue nunca identificado. Así que les voy a contar una historia que por sorprendente resulta fascinante. La historia de una manipulación, en la que hay varios candidatos al papel de mentiroso.

Un gran espía, a la calle

Juan Alberto Perote fue en los años 80 el jefe de la unidad operativa del Cesid, ahora CNI. El director en aquella época, Emilio Alonso Manglano, le señaló en 1990 la puerta de salida porque un informe de seguridad había acreditado que mantenía un comportamiento no conforme al de un directivo. La realidad es que Perote era un gran espía que había atesorado una gran influencia ante Manglano, lo que había despertado unos celos tremendos entre el resto de altos mandos que consideraban que los agentes operativos no podían tener tanto peso en las decisiones del servicio, más que el que tenían ellos.

Noticia de la revista ‘Tiempo’ sobre el informe de Perote.

Perote se largó molesto e «inadvertidamente» se llevó 1.200 microfichas con información clasificada sobre la vinculación del Gobierno de Felipe González con los GAL, el espionaje indiscriminado a altas autoridades del Estado y algunos otros temas nada menores. En 1995 llegó a un acuerdo con Mario Conde y el banquero, que había perdido su banco, utilizó esas microfichas para chantajear al Gobierno e intentar recuperar una parte de su patrimonio perdido.

El servicio secreto se lanzó contra su antiguo agente y la mejor manera era desprestigiarle para quitar credibilidad a todo lo que contara. Para ello filtraron en julio de 1997 a Santiago Belloch, colaborador del semanario Tiempo, el dosier que le habían hecho a Perote en 1990 y que motivó su salida del Cesid. Ayudé a Belloch a ordenar y valorar los papeles de su exclusiva y me encontré con un documento que decía: «Durante el año 92, dentro de los distintos documentos entregados por Perote al periodista de la revista Tiempo Fernando Rueda figura el contenido de la nota interna de difusión confeccionada por IC4 relativa a la participación del Centro en la investigación sobre el ‘comando Nafarroa’ de ETA, que fue desarticulado por la Guardia Civil».

Cuando lo leí, me quedé espantado. Hablé con mi director, Pedro Páramo, le conté que aquello era mentira y le di los detalles que obviamente no podíamos publicar. No obstante, sacamos una pequeña nota personal: «La versión que da el Cesid de cómo me llegó el informe que realizaron sobre el seguimiento al comando Nafarroa de ETA –por una filtración de Perote- es rotundamente falsa». Parecía, era evidente, un deseo de proteger a Perote. Pero nada más alejado de la realidad.

Manglano conocía la mentira

Lo que ocurrió es una muestra del funcionamiento del espionaje. Fue Manglano, el director, quien decidió filtrarnos directamente esa historia, a sabiendas de que nadie sospecharía de él dada nuestra pública relación tensa, en la que yo estaba sacando muchas informaciones que no le beneficiaban. Telefoneó a mi entonces director, Pepe Oneto, de que le iba a mandar un mensajero con un documento. Pepe me alertó, esperamos al enviado de Manglano y redacté la historia para publicar.

Demostrado que era falso lo que decía el informe del Servicio de Seguridad, la pregunta es: ¿fue una manipulación intencionada? Quizás lo sabían y lo incluyeron por un interés de desprestigiar a Perote; pero es más probable, al menos en mi opinión, que Manglano nos lo filtrara sin que los de seguridad se enteraran. Y cuando le entregaron el informe debió reírse mucho, pero no les dijo nada.

No era la única parte del informe sobre las supuestas actividades ilegales de Perote que había sido manipulada. Pero esa es otra historia.

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