THE OBJECTIVE
El purgatorio

Jano García: «Prefiero un dictador bueno a un demócrata malo»

‘El purgatorio’ recibe al economista liberal para conversar sobre la democracia, la libertad, las pensiones y la generación TikTok

Jano García (Valencia, 1989) viene fumando por la acera. Cae el sol de costado en la calle Villanueva. La primavera ha nacido. Hay un ambiente gozoso en el bar de enfrente de la redacción. Como mandan los cánones, siempre debe haber una taberna delante, al lado o debajo de todo periódico. Me sorprendo al ver una pareja que sale del portal pertrechada con trajes de boda. Descubro que hay una notaría en las plantas superiores del edificio.

La vida pasa felizmente si hay amor, que cantaba Luis Aguilé, aunque la gente pasamos, casi todos, por la vida, sin hacer mucho ruido, por mucho que haya amor. Jano es de los que hacen ruido al andar. No por histrionismo, ni extravagancia. Son sus palabras las que descolocan al oído que esté virgen de sus ideas.

No se considera feminista. No piensa que la forma de gobierno determine nada. Defiende que no pagar impuestos es lo patriótico. Se siente cada año que pasa con menos libertad. Si fuera Juan Roig, cerraba mañana mismo todos sus supermercados y se iba a Portugal. Ya intuirán que no es lo que habitualmente se escucha en los correderos mediáticos.

Todo lo argumenta con voz honda de fumador, pero tono calmado este joven y, sin embargo, afamado economista y divulgador liberal valenciano. A sus 33 años amasa una cantidad importante de seguidores, apasionados por su trabajo. Al terminar, Jano enciende otro pitillo. En ‘El purgatorio’ está prohibido el tabaco. Uno irá al cielo o al infierno, sí. Pero libre de humos.

PREGUNTA.- ¿Y qué es eso de la libertad?

RESPUESTA.- Bueno, depende. Es un concepto subjetivo.

P.- Esto es una respuesta a la gallega.

R.- No en mi caso. Para mí la libertad pasa siempre por defender los derechos naturales del ser humano. Yo soy positivista. Creo que la libertad sí que viene definida por la propia esencia del ser humano, que tiene garantizadas una serie de libertades. Y a partir de ahí, evidentemente, hay que legislar para que la libertad no provoque un mal a otras personas.

P.- Ponerle límites a la libertad.

R.- Digamos que hay dos teorías. Están los que dicen que el ser humano es libre porque se legisla para que sea libre. Y, por otro lado, en mi opinión compartida con muchísimos, quienes creemos que el ser humano es libre por naturaleza y a partir de ahí, entonces legislas, claro.

P.- ¿El ser humano es más libre con un móvil que sin un móvil? ¿Con la tecnología que sin la tecnología?

R.- Depende del uso que le des. Blanco y negro, generalmente, en la vida hay pocas cosas. La tecnología tiene muchas cosas buenas. Por ejemplo, esta entrevista. Hoy en día puede haber alguien que lo esté consumiendo en la Patagonia y eso es gracias a la tecnología. Está bien, te acerca a ciertas ideas, ciertos autores que te permiten conocer. Al fin y al cabo, el conocimiento es libertad. Luego tiene sus cosas malas, como todo. Lo peor creo que es la inmediatez. Nos hemos acostumbrado a un mundo en el cual todo tiene que ser ya, en el que no tenemos espacio para reflexionar ni para la vida contemplativa. Eso para mí es un gran mal que asola a las sociedades, especialmente a las occidentales. En este nuevo mundo no queremos tener casi prácticamente nada que nos moleste. De ahí ya vienen muchísimas cosas: incluso cambiar la naturaleza humana, que es una cosa fascinante.

P.- ¿Entiende a quienes recuerdan los años de la Transición o incluso los últimos años de la dictadura de Franco con un aroma de libertad mayor del que ahora existe?

R.- Yo no lo viví. Tengo 33 años y cada año que pasa me siento menos libre. Esto es una cosa que noto.

P.- ¿Se sentía más libre con 20 años que ahora?

R.- Muchísimo más. Ahora tienes todo tipo de limitaciones a la hora de expresarte, a la hora de actuar. Todo es el qué dirán. Todo parece regido por una capillita de reformadores morales que intentan limitar lo que es la libertad. Yo comprendo que ese argumento se haya dado, sobre todo, en la generación de mis padres o la de mis abuelos, que claro, con la época de esa Transición, pues vivieron esa libertad auténtica de los años 80. Esto lo he hablado con mucha gente que sí que lo ha vivido y prácticamente la mayoría coincide en eso. Y no es una cuestión ideológica, porque tienes gente de izquierdas y de derechas que argumentan y que dicen que sí, que efectivamente antes era más libre.

P.- ¿Qué libertades tenía con 20 que ahora con 33 no tiene?

R.- A la hora de expresarte. Ahora mismo puedo contar un chiste machista y es todo «Ay, pero cómo cuenta un chiste machista». Tampoco pasa nada, es un chiste. No hay que darle más vueltas. Pero vivimos en esta época de los ofendidos. Por ejemplo, hace nada Nelson Piquet comentando la Fórmula 1, dijo «el negrito» refiriéndose a Hamilton. Le han metido una sanción de un millón y pico de dólares. Es una cosa delirante. Evidentemente, no es que sea racista, sino que simplemente es un comentario. Ya está. Todo lo tomamos muy a pecho. Vivimos en este mundo en el cual todo ofende y aquí parece que, si no formas parte del gremio de los ofendidos, entonces no puedes obtener ciertos privilegios o recompensas que te da esta sociedad.

P.- ¿Se puede ser libre siendo pobre o la libertad requiere de un mínimo de dinero con el que sustentarse?

R.- Qué va, al revés. Yo creo que muchas veces el hecho de poseer, ya sea dinero o propiedades, limita tu libertad. Quizás al final la libertad no es el que más tiene, sino el que menos necesita. Realmente, conforme más cosas tienes, más preocupaciones tienes, menos libre eres a la hora de poder decidir. Al final, si no tienes nada que perder, pues te marchas a vivir aquí o allá. Pero si empiezas a tener tu negocio aquí, ya estás limitado.

P.- ¿Y la clase política española ha prostituido el concepto de «libertad» ? ¿Es un concepto gastado?

R.- Pues yo más que libertad diría la palabra «democracia», porque libertad sí se utiliza mucho, pero se utiliza más la palabra «democracia» si te das cuenta. Y ahora que vienen elecciones, lo ves constantemente. En la democracia todo parece que tenga razón de ser, porque es la democracia. Y luego ya, a partir de ahí, vienen todo tipo de locuras: justicia social, justicia fiscal. Todo esto se justifica.

P.- ¿Se justifica todo con la democracia?

R.- Desgraciadamente sí. Sobre los grandes males de España y de Occidente, la democracia ha tenido ese sinónimo de libertad. Pero ya ni siquiera utiliza la palabra «libertad», porque ya parece que si tú dices democracia, es igual a libertad. Y, evidentemente, no es así.

P.- ¿Cuál es su relación con la fe?

R.- Soy muy creyente. Yo rezo todas las noches. Soy un mal practicante, no voy a misa. Con la Iglesia Católica tengo mis más y mis menos.

Jano García en un momento de la entrevista. | Víctor Ubiña

P.- ¿Ahora está en sus más o en sus menos con la Iglesia Católica?

R.- Llevo un tiempo que me he quedado en un estado de stand by con respecto a eso. Pero sí, yo creo en Dios y rezo todas las noches, vuelva a las 7 de la mañana de fiesta o lo que sea.

P.- ¿Ha llegado a rezar volviendo de fiesta?

R.- Sí, sí, con un esfuerzo de llegar a quedarme casi dormido mientras rezo.

P.- Esto me parece maravilloso.

R.- Bueno, a mí, personalmente, el hecho de creer me ayuda a muchas cosas. Y una de ellas es la humildad, que también aquí somos muy soberbios. En este Occidente, en este nuevo hombre, con el fin de la historia, con la idea de que lo hemos creado todo: mira la democracia, mira las reformas. Incluso el ser humano ahora es lo que nosotros decidimos, estas cosas delirantes. A mí me aporta muchas cosas y una de ellas es eso, pensar que por muy bien que te vaya, por muchos libros que vendas, por mucho que te escuche la gente, eres mortal, eres imperfecto. Tienes que aceptar tu imperfección, intentar buscarla. Eso te otorga mucha humildad.

P.- ¿Cuál es el peor pecado que puede cometer un ser humano?

R.- Yo diría la envidia. No me da rabia, pero sí que creo que a partir de ahí vienen muchos otros pecados. Si uno tiene envidia hacia alguien, está dispuesto a mentir sobre esa persona, está dispuesto a traicionar, está dispuesto a hacer multitud de cosas porque tiene envidia. Es el pecado que más me disgusta.

P.- Por abrir el abanico de temas… ¿es Pedro Sánchez el político que mejor ha entendido cómo funciona y, por tanto, cómo vota la sociedad española?

R.- No diría tanto. Muchas veces, por parte de la derecha, cuando estaba Redondo todo el mundo decía: «Oh, es que es un genio». Respecto a Sánchez, no sé, yo no llamaría genio a alguien que hace una repetición electoral y empeora su resultado. Un genio de la propaganda era Goebbels, esto es así. No, yo creo que Sánchez sí que ha comprendido cómo funciona la democracia, eso sí. Y sí que ha comprendido qué es lo que necesita para sostener el poder. Al fin y al cabo, él ha entendido que los discursos sofisticados, que las políticas encaminadas al bien común no son necesarias para ganar el poder en democracia. Pero como en otros tantos aspectos, de hecho, uno ve la deriva de los líderes occidentales. Y bueno, sí, aquí tenemos la calamidad de Sánchez, pero uno observa a Estados Unidos, que tienen a un tipo con demencia senil liderando el país, que no es cosa menor.

Luego tienes a Trudeau en Canadá, Macron en Francia y, al final, esto Sánchez lo ha entendido. Él sabe que aquí, como decía, las políticas encaminadas al bien común ya apenas se utilizan. Se sustituyen por el interés general, y el interés mayoritario no tiene por qué ser bueno, sino que en muchas ocasiones es malo. Ha entendido también lo que es el voto cautivo. Lo hemos visto con estos últimos anuncios en relación con las pensiones, o los funcionarios a los que va a subir el sueldo. Son, sumando los desempleados, casi 16 millones de personas, junto con funcionarios que van a votar. Y en cierta manera, como a él lo que es España no le importa, dejará de estar como presidente del Gobierno en algún momento. Pero mientras pueda estirar el chicle, hará todo lo posible para ello, aunque sean políticas nocivas.

«He llegado a rezar a las siete de la mañana volviendo de fiesta»

P.- ¿Y ha entendido que en España se vota más en contra que a favor?

R.- Sí, pero en España y en todas partes. Al final, es difícil que con un político o con un partido uno pueda estar de acuerdo en el 100% de las cosas. Es complicado que eso ocurra. La gente intenta adherirse a lo que les representa en mejor medida, a lo que ellos creen y por eso luego entre los partidos existen diferentes corrientes. Es normal, no es nada que deba preocuparnos. Pero bueno, Sánchez sí que entiende que la amenaza de la ultraderecha, del «que vienen los de Vox, los fascistas». Los acusaba hace poco en la moción de censura de no cumplir la Constitución, lo cual es fascinante. Quieren cambiar la Constitución, sí, pero siguiendo los procedimientos legales. Es decir, son constitucionalistas. Se utiliza mucho el miedo, es un gran recurso. Lo hemos visto con la pandemia.

P.- Dijo una vez Carmen Calvo, en una frase antológica, que «España no es ni republicana ni monárquica. Los españoles somos anarquistas». ¿Qué somos fundamentalmente los españoles?

R.- Bueno, los españoles somos un pueblo que suele ser bastante tranquilo. Nos gusta disfrutar de la vida, lo cual está muy bien. Tenemos una concepción del trabajo diferente. No lo utilizamos como un fin, sino como un medio. A mí me parece bien. Y el ciudadano español es verdad que también es un ciudadano que ha estado a lo largo de la historia siempre un poco dirigido por el poder y que ha aceptado muy bien en muchos casos renunciar a su libertad, pero también quitarse la responsabilidad. O sea, «dígame usted qué tengo que hacer, qué tengo que opinar, de qué tengo que trabajar». España, a lo largo de toda su historia, ha tenido muchísimos siglos de tener esa mentalidad.

Ahora yo no reconozco al pueblo español. Cuando observas, por ejemplo, el 2 de mayo, cómo nos levantamos contra Napoleón, dices: «Oye, esto no creo que sea el mismo pueblo». Ese entusiasmo por vivir, por saborear tanto las cosas dulces como amargas que te da la vida, lo hemos perdido. Preferimos no tener ningún tipo de sabor y simplemente estar en un estado, así como inerte, en el que pasamos sin pena ni gloria. Hemos perdido la espontaneidad, por decirlo de alguna manera, que teníamos a la hora de reivindicar ciertas cosas. En un momento dado, te montaban un motín y tenía que salir el rey a calmar a la población. Eso ha desaparecido. Pues a mí me parece que también es un cambio significativo de los tiempos. Muy relacionado con los móviles.

P.- ¿Uno de los rasgos más identificables de ser español es preguntarse constantemente qué es ser español?

R.- Eso es una estupidez que ha venido de los últimos tiempos.

P.- ¿No cree que España es un pueblo que se pregunta más que el resto de países sobre qué es su nación?

R.- No, yo creo que es un pueblo que, como decía Ortega y Gasset, ha caído en los particularismos. Es decir, ha caído en esa España invertebrada que él denunció en su momento, en la cual se buscan las diferencias pequeñas, mínimas, que hay entre los que conformamos España. Para sacar beneficios utilizando la diferencia. Pero claro, cuando a mí me intentan convencer, todavía no lo han conseguido, de que un catalán o un vasco es enormemente distinto a un madrileño o a un leonés. Qué quieres que te diga. Si es que se utilizan hasta platos de comida como símbolos de distinción. Me hace falta algo más para poder decir: «Sí, es verdad, qué diferentes somos entre un valenciano y un catalán». Al final, son ese tipo de diferencias que se azuzan también por el juego político. Pero el juego democrático consiste en eso, en vender que uno no está oprimido y decir que viviríamos mejor si tuviéramos la independencia. Este es el juego político absurdo que desgraciadamente los españoles han comprado. Y esto sí que es un mal, que es cierto que no nace con la Transición, pero sí que ha ido desarrollándose a partir de ahí.

«Pedro Sánchez ha comprendido cómo funciona la democracia»

P.- ¿El sufragio universal merece una revisión?

R.- No, soy partidario del sufragio universal en el sentido de que si crees en la democracia -no es mi caso-, crees con todas las consecuencias. Cuando digo democracia, hablo de la democracia moderna. Porque, como decía, somos tan soberbios que hasta los padres fundadores de la democracia decimos que no tenían ni idea de lo que era la democracia. Nosotros sí. En la antigua Grecia votaba en torno al 25% de población, el 75% no tenía derecho a votar. Pero bueno, aceptando la democracia moderna, que incluye el sufragio universal, oye, si la aceptas, la aceptas. A mí no me vale Stuart Mill, que decía: «Esto de que tenga el mismo peso el voto del ignorante que el del sabio no está bien, vamos a revisarlo». Bueno, pues es una crítica que se hace a la propia democracia. Si crees en ella, crees en ella y si no, no. Yo es que no creo, pero puestos a creer, creería con todas sus consecuencias.

P.- ¿En qué cree entonces?

R.- Es que a mí las formas de gobierno me dan un poco igual. O sea, no creo que la forma de gobierno determine nada. Tú puedes decir que un gobernante es bueno o malo en función de lo que genera, no en función de cómo ha sido escogido. Es una estupidez propia de este siglo creer que la democracia, como decía, es sinónimo de libertad, es sinónimo del bien, es sinónimo de que todo es justo. A mí me parece que eso está fatal: justificar las cosas por el mero hecho de que «es que al representante lo han escogido». ¿Y qué? O «es que la inmensa mayoría ha votado a favor de esto». ¿Y qué? Es que a mí las formas de gobierno generalmente no me dicen nada.

P.- ¿Prefiere un dictador bueno a un demócrata malo?

R.- Evidentemente. Si tú tienes un gobernante que no ha escogido a nadie, pero está haciendo el bien común, es decir, respeta la propiedad privada, la libertad individual, respeta la libertad de asociación. ¿Cuál es el problema? Dirán que no lo ha escogido nadie, ¿y qué pasa? ¿Prefieres a uno que ha escogido la gente, el pueblo y genera un mal en la sociedad? Como digo, a mí lo que me importa son los resultados, no la forma. Te digo más, suponiendo dos formas de gobierno: un dictador que hace el bien común, cuyas políticas van encaminadas a ello, y un presidente escogido democráticamente que también hace el bien común. Bueno, pues el resultado es el mismo. Al fin y al cabo, está siendo positivo para la sociedad tener ese gobernante. Ahora, ¿qué ocurre si está haciendo el mal? Al dictador se le reprochará no haber sido escogido por nadie y se le tachará de autócrata, etcétera. Incluso la población puede rebelarse contra él. En democracia se dice «es que lo ha votado el pueblo», y entonces el mal incluso está legitimado, lo cual sería peor. La peor forma de gobierno que podría haber dentro de esa clasificación que hizo Aristóteles en su momento sería la democracia.

P.- ¿Prefiere a un dictador bueno que a Pedro Sánchez?

R.- Hombre, sí, claro.

P.- ¿Sabe que esto va a traer cola?

R.- Es que me da igual, pues que la traiga. Cualquiera que me escuche sabe que esto no es una cosa novedosa. Yo prefiero una persona que haga el bien común, sí. Me da igual que no lo haya escogido el pueblo. Si es que, además, como digo, la historia de España está llena de ejemplos. Monarcas que en su momento no eran escogidos por el pueblo y realizaron un bien común y consiguieron que la nación española fuese el país más importante del mundo. El mundo básicamente era España. Ahora bien, si todo se limita a que no fueron escogidos democráticamente… Es como esta tontería de la Ley de Memoria Histórica. Ahora la llaman democrática, porque parece que así es más justo. Intentan negar que a lo largo de la historia ha habido gente con sus cosas buenas y sus cosas malas. Y al final, supongo que en algún momento querrán ir ahí a Granada, a sacar los restos de los Reyes Católicos, porque como no los votó el pueblo… Pues claro, no vaya a ser que se repare en alguna cosa bondadosa que hayan hecho, y cualquiera se pueda cuestionar si esto del régimen democrático es el fin de la historia del mundo.

Jano García posa en la sede de THE OBJECTIVE. | Víctor Ubiña

P.- ¿Va a ir a votar este año?

R.- Sí. Yo he votado a diferentes partidos y a diferentes líderes. Hay algunos que se creen que esto, cuando uno vota, es ya adherirse a un candidato y es una secta. Siempre voto por el que menos aplique el fundamentalismo democrático.

P.- ¿En este caso quién sería?

R.- En Madrid, en el caso de la Comunidad de Madrid, votaré a Isabel Díaz Ayuso. En el caso de las municipales no votaré a nadie. Almeida es una cosa horrible. Y en las nacionales, si tuviese que ir a votar mañana, votaría a Vox, o me quedaría en mi casa. A Feijóo obviamente no lo voy a votar. Es una persona que aplica el fundamento democrático en su máximo exponente. Era de los que quería multar a los no vacunados. Que este hable de libertad no deja de ser curioso.

P.- ¿Un liberal en España como Jano García tiene partido político que le represente o que se acerque a representarlo? ¿Está huérfano?

R.- Esto es una cosa que muchas veces se dice, «no, es que estamos huérfanos». Comprendo la naturaleza del poder, igual que comprendo la naturaleza humana. Lo que ellos aspiran es a obtener el poder. Entonces, a partir de ahí, ¿hay un partido que te representa? No, hay cosas que me gustan de Vox, hay cosas que no me gustan. De hecho, considero que, por ejemplo, Vox es un partido fundamental para España. Es decir, si tú mañana eliminas de la ecuación a Vox dentro de lo que es el Congreso de los Diputados, no habría debate sobre la cuestión del cambio climático, ni sobre la cuestión del feminismo o sobre la cuestión de la igualdad.

No habría ningún debate porque todos estarían de acuerdo cuando te dicen «el consenso». El consenso tampoco es algo bueno per se. Puede haber un consenso para hacer el mal. Entonces, al fin y al cabo, volvemos un poco a lo mismo de estas palabras bien sonantes, pero que per se no dicen nada. ¿Eso significa que soy partidario de lo que dice Vox? Pues no. Defiendo la descentralización y el modelo que ellos proponen para España sin autonomías, yo lo quiero al revés. Yo quiero que haya más descentralización. Bueno, hay cosas que me gustan y cosas que no me gustan.

P.- ¿Y no es usted nacionalista?

R.- No, me siento muy afortunado de haber nacido en España. Podría haber nacido en la República Democrática del Congo y seguramente no estaríamos haciendo esto, podríamos tener otras preocupaciones y otro tipo de vida. Pues sí, me siento afortunado de haber nacido en España, pero orgulloso no. Me siento orgulloso de las cosas que hago yo, no de las que han venido determinadas por el azar.

P.- Una idea interesante que le he escuchado es que eso de la división en izquierda y derecha no merece la pena.

R.- No es tanto que no merezca la pena, sino que ha cambiado por completo.

P.- ¿Que está caduca?

R.- Sí, al fin y al cabo, izquierda y derecha es lo que nos intentan vender. Por un lado está Sánchez y Podemos, y por el otro lado están Feijóo y Abascal. Vale, Feijóo, vamos a analizar a este hombre: ¿qué diferencias tiene sustanciales? Y sustanciales no es que baje dos puntos el IRPF o que en el impuesto de sociedades haga una modificación. ¿Qué diferencias existen entre Sánchez y Feijóo? A mí nunca nadie me lo ha sabido explicar. De hecho yo los escucho hablar de los dos dogmas que tenemos, el feminismo, la cuestión del cambio climático, el tema de la igualdad, y los comparten. O sea, en el fondo están de acuerdo.

Luego algunos pueden decir que económicamente es mejor que gobierne el PP, que también esto es una cosa que se ha quedado de la época de Aznar, porque yo cuando me ponen de ejemplo a Mariano Rajoy como una gran administración económica del país… Redujo el déficit, ¿pero a qué costa? A costa de la deuda pública, a costa de un endeudamiento constante. Y así también se reducirá el déficit dejándolo todo a deber. Pero al fin y al cabo, no existen diferencias sustanciales. No las hay. Y sobre todo, tanto Sánchez como Feijóo son personas que, ideológicamente hablando… Yo prefiero, y siempre lo digo, un comunista que defiende posturas claras, que yo sé a qué atenerme. Que no, esto es que no sabes muy bien qué defienden. No creen en realidad en nada. Solamente les interesa el poder. Y a partir de ahí, pues claro, pues si hoy toca ser el más eco friendly del mundo, lo son. Y si mañana toca ser una persona racional y sensata, pues entonces se pasan al otro lado.

P.- ¿No me dirá qué prefiere a Yolanda Díaz antes que a Feijóo, por ejemplo?

R.- Yolanda Díaz también juega un poco a esa ambigüedad. Pero prefiero un Iglesias no en el sentido de que gobierne, sino como político. De Pablo Iglesias sé lo que puedo esperar. Feijóo todavía engaña a mucha gente que piensa que va a cambiar España cuando él esté presidiendo. No sé si va a ser presidente del Gobierno o no, pero vamos, me atrevo a decir que, si gobierna él en solitario, España no va a cambiar nada al final con las pensiones. Me cuesta creer que vaya a hacer las reformas que necesita España, la verdad.

P.- Uno ve, por ejemplo, diferencias notables entre la izquierda latinoamericana y la española, pero mi pregunta va por otro derrotero: ¿Vox en Estados Unidos sería «derechita cobarde»?

R.- En algunos aspectos sí, aunque hay decir que en Estados Unidos los demócratas se han abonado más a esa izquierda de Yolanda Díaz. Es de ahí de donde nace ese delirio que es la ideología woke. Se ha abonado más a la izquierda de donde solía estar. De hecho, no hace tantos años, uno cogía el programa o las promesas del Partido Demócrata, y eso no te lo firmaba aquí el PP.

Pero sí, Vox en Estados Unidos sería derechita cobarde. Lo que nos revela esto es que, al final, cuando nosotros intentamos hacer juicios sobre eso, derecha, izquierda, compra esto, pues depende. Es que las cosas dependen. Lo que nos revela es que cada país es un mundo, por decirlo así, y que la moral predominante que tenga cada país es la que marcan los políticos, ya sean de izquierdas o de derechas.

«Vox en Estados Unidos sería derechita cobarde»

P.- Estamos viviendo estos días protestas importantes en Francia, a raíz de la reforma de pensiones que prevé retrasar la edad mínima de jubilación de los 62 años en los que están ahora, a los 64. Una reforma que ha sido aprobada sin ser votada en la Asamblea Nacional, porque se permite al Ejecutivo saltarse la legitimidad de los diputados a través del artículo 49.3 de la Constitución francesa. Macron ya ha dicho que, pese a las protestas, pese a lo impopular de la medida, él cree que debe hacerlo, por el bien de todos. Dos cuestiones: ¿cómo valora esa decisión de Macron? Y segundo: ¿en España hace falta un político como Macron al que le dé igual lo impopular de la medida, porque sabe de la urgencia de afrontar el problema de las pensiones?

R.- Evidentemente, el problema de fondo en Francia es que nadie quiere renunciar a los privilegios que le ha otorgado la ley. Le pasa a Macron, le pasará a Sánchez, a Feijóo o quién sea. Antes o después, va a tener que reformar el sistema de pensiones porque son sistemas que se han diseñado para un momento que ya no existe. Es decir, ahora la gente, por suerte, vivimos mucho más, entonces si uno se jubila a los 62 años, la esperanza de vida en España son 83, pero en Francia están en 81 u 82. Me da igual, son 20 años. 20 años en los que esa pensión te la están pagando los actuales trabajadores. O sea, es un modelo que no está diseñado para eso.

En este caso no es que no esté de acuerdo con Macron, es que estoy de acuerdo con el sentido común, ya que es lógico. Si esto mañana lo reforma Sánchez, no implicará que yo sea el más sanchista del mundo. La lógica y el sentido común indican qué es lo que se debe hacer. Precisamente por eso hablábamos del bien común. Pero fíjate, este es otro ejemplo curioso: si mañana se sometiera a referéndum la reforma de las pensiones en Francia, seguramente saldría que no. Porque los ciudadanos, víctimas de este cortoplacismo en el que habitamos, dirían: «No quiero renunciar a estos privilegios». Igual que en España. De hecho, en España hay mucha gente que tiene sistema de pensiones, que se cree que ellos pagan al mes y se lo guardan en una cajita con su nombre.

P.- ¿En España no vamos a ver, de momento, a ningún político diciendo qué hay que hacer algo con las pensiones?

R.- Lo que veremos, yo creo, es que vendrá Europa y entonces dirá que no tenemos más remedio que hacer estos sacrificios.

P.- Pero Europa sí le ha comprado ahora la reforma a Sánchez.

R.- Sí, porque al fin y al cabo lo que compra es la patata caliente. «Con esto vamos apañando». ¿Qué es lo que ha hecho el Gobierno? Al fin y al cabo, lo que ha hecho es meter un sablazo impresionante a los actuales trabajadores para seguir manteniendo las pensiones. Pero es que esto es insostenible y es una cuestión que, repito, no es subjetiva, esto es objetivo, Escrivá sabe que es insostenible.

No es que Escrivá sea una persona que es tonta y que piense que el sistema de pensiones tal y como está conformado en España pueda continuar. Sabe perfectamente que no, pero como digo, hay elecciones dentro de nada. Tenemos las autonómicas y las generales dentro de muy poco. Es lógico que ningún político quiera asumir el coste que tiene, una medida que otorga un bien común a la sociedad, pero que es tremendamente impopular.

P.- Cuando España destina, en sus últimos presupuestos, uno de cada dos euros para pensiones, funcionarios e intereses de la deuda, ¿España está firmando su testamento como país?

R.- Bueno, se ha convertido en una aseguradora, pero como muchos otros países en Occidente que tienen este sistema. Esto es un círculo vicioso en el que hemos entrado con esto del Estado del bienestar. Que básicamente tiene esta tendencia a decir: «Ciudadanos, no se preocupen. Ustedes no tienen que pensar ni con 25 años ni con 30 en abrir un plan de pensiones. Ya se lo hago yo». El ciudadano inconsciente, ingenuo, dice: «Sí, tome, quédese este». Mi dinero se lo doy al estado y ese dinero ya me lo devolverá. Pero vamos a ver, es una cosa surrealista.

Pero luego, si te das cuenta, es muy curioso cómo los ciudadanos son los primeros en criticar a la clase política, en decir que tenemos una pandilla de necios e incompetentes, pero luego, a su vez, les otorgan el futuro de su vida. En este caso, con la cuestión de las pensiones, lo cual no deja de ser fascinante. Las dos cosas a la vez no pueden ser. Si usted está diciendo que son unos incompetentes, que son unos necios, luego no me justifique que le tenga que dar su dinero a final de mes para que ellos le aseguren su pensión. ¿No será usted el primer interesado en asegurar su propia pensión? La libertad conlleva un riesgo y muchas veces los ciudadanos prefieren no tener esos riesgos, tampoco tener la libertad.

P.-  ¿Usted qué haría con las pensiones?

R.- Un sistema de capitalización. Es evidente que no lo puedes hacer de la noche a la mañana. O sea, ahora mismo tiene un sistema de reparto. Nosotros que estamos trabajando ahora, estamos pagando para que les paguen a los pensionistas que están jubilados, víctimas de una estafa. Pobrecitos los pensionistas. No nos vamos tampoco a ahora a decir aquí que son los peores del mundo. Los han estafado igual que nosotros estamos dentro de este sistema Ponzi. Haría un sistema mixto, es decir que ahora los ciudadanos cada vez pagasen menos. Eso implicaría recortar las pensiones de los presentes y posteriormente un sistema de capitalización. Llega usted con su dinero, yo le pago y haga usted lo que quiera. Si quiere invertir, invierta. Búsquese usted la vida. Y este sistema lo tienen muchos países, recuerda la mochila austriaca. Todavía estamos esperando que alguien demuestre que este sistema de pensiones es viable.

P.- «Irse de España como Ferrovial para evitar el expolio fiscal es un acto patriótico. Es más, cualquier ciudadano que consiga escabullirse del pago de impuestos abusivos y confiscatorio está realizando un gesto de patriotismo al no financiar la destrucción de su propia nación». Esto lo escribió Jano García en su Twitter, a raíz de la marcha de Ferrovial.

R.- Que no se fue por cuestiones impositivas, sino más bien era una cuestión de seguridad jurídica. Pero bueno, aun así, mucha gente en el discurso, lo de siempre, diciendo que no son patriotas porque no están aquí aceptando el expolio legalizado por la masa. Vamos a ver, si el dinero se está utilizando para hacer el mal, no hay cosa más patriótica que evitar que el Gobierno tenga recursos para hacer el mal. Me parece maravilloso.

P.- ¿Usted por qué ha decidido seguir viviendo y tributando en España?

R.- Por varias cuestiones. Porque al final yo podría irme en el sentido de que yo no tengo aquí propiedades, no tengo ni coche ni tengo casa, estoy de alquiler. O sea, lo único que está a mi nombre es una cuenta del banco sin mucho dinero. Me podría ir perfectamente, pero hay otras cosas a las que le das importancia al final, que son mis amigos, mi familia, y eso, quieras que no, pues tira y luego también tira el hecho de decir: «¿Abandonas ya?». Yo creo que tengo esperanza de ver otra España y es un poco lo que intento hacer. Entonces sería renunciar a ello. Estar aquí me parece como un acto patriótico.

P.- ¿Entonces lo patriótico es irse o quedarse?

R.- No, evadir. No pagar impuestos. Me refiero a que si te vas, está muy bien. O sea que no, sea lo que sea, dejar de pagar, de ayudar a este Gobierno que está haciendo el mal, eso es patriótico. Pero en este caso, no me voy por cuestiones familiares, cuestiones también de amistad y, sobre todo, porque tampoco creo que se pueda renunciar ya. No tiro la toalla todavía.

P.- ¿Quién genera riqueza, los empresarios o los trabajadores?

R.- Creo que es una pregunta errónea, porque es una combinación de ambas. El otro día justamente estaba con un amigo y discutimos esto. Él contaba una anécdota de que estaba trabajando en un sitio y entonces el empresario, su jefe, le dijo: «Yo os doy de comer». Y él le replicó, lo contaba como muy orgulloso: «No, yo te doy de comer a ti». Y le dije: «Los dos estáis enormemente equivocados». Porque el empresario da de comer al trabajador, del mismo modo que el trabajador al empresario. Es decir, sin empresas no hay trabajadores, sin trabajadores no hay empresa. O sea, es algo que debemos aceptar y no tiene mucho sentido plantear quién es mejor. Al fin y al cabo, es verdad que los empresarios generalmente tienden a arriesgar mucho más que un trabajador. Son los que invierten, los que arriesgan su patrimonio para que esto salga bien. Si sale mal, son ellos los que se arruinan. Nosotros no, nosotros iríamos a buscarnos la vida y nos iríamos a otra empresa y buscaríamos trabajo y no habría ningún problema. Pero eso no implica que el empresario sea el que da de comer a los trabajadores. Es un razonamiento bastante absurdo, pero que se utiliza mucho.

P.- Cuando partidos como Podemos tildan a Juan Roig, presidente de Mercadona, de «capitalista despiadado», ¿qué se le pasa por la cabeza a Jano García?

R.- Yo si fuese Juan Roig, cerraba todos los Mercadona mañana y me iba a Portugal, y a ver qué pasa en España, pero entiendo que no, que no lo va a hacer. Podemos juega al final a esta práctica aprovechando el desconocimiento que hay, porque el otro día Juan Roig, por ejemplo, dijo que habían tenido que subir los precios, que se habían visto obligados a subir los precios y algunos ya dijeron que había reconocido que había subido los precios para lucrarse. Vamos a ver, ustedes no entienden nada. El problema es la ignorancia que hay en España con respecto a términos económicos, que es muy grande.

Si Juan Roig no sube los precios, no puede hacer frente a pagar a todos sus proveedores, es decir, la cadena de suministro se rompe. Por lo tanto, es evidente que tiene que subir los precios, pero ellos lo vendían como: «Ha reconocido que se está lucrando del pobre pueblo español». Y hay algunos que, en vez de mirar a los gobernantes, que son los causantes de la situación, miran al empresario y ahí aparece la envidia. La envidia de que Juan Roig tiene mucho dinero y de que no es justo que una persona amase tal cantidad de fortuna mientras hay unos ciudadanos que apenas pueden llegar a final de mes. Pero la responsabilidad no es de Juan Roig, es responsabilidad de los gobernantes que ese pueblo ha escogido. Pero bueno, yo cuando escucho esto pienso «pobrecitos», pero luego ves que hay mucha gente que compra este discurso. Y lo que hago es aterrorizarme.

«Nadie me ha sabido explicar las diferencias entre Sánchez y Feijóo»

P.- Como economista, tras los vientos temerosos producidos por la caída del Silicon Valley Bank, o Signature Bank en EEUU, la venta de Credit Suisse en Suiza, ¿debemos tener miedo a un colapso financiero global? ¿El dinero es más asustadizo que la gente? ¿Los medios exageramos las informaciones?

R.- Hay una cosa que es verdad, y de la que muchas veces no se habla, que es la psicología. La función que cumple la psicología en términos económicos. El dinero, decías, es muy asustadizo y al final sí se crea en el imaginario colectivo que va a haber una crisis financiera inminente. Mucha gente no quiere invertir y entonces, al fin y al cabo, hay menos inversión, menos consumo, es decir, el ciclo habitual. Y es cierto que juega un gran papel. El tema psicológico es muy importante.

P.- El «uyuyuy».

R.- Y en economía hay muchas veces que se hacen análisis que tienden a ser matemáticos o numéricos. Son hechos, sí, pero hay una parte que es esa parte humana. Por eso no es una ciencia exacta. No puedes prever el comportamiento humano, que juega un papel fundamental. Y desde luego, es importante que los periodistas intenten informar, pero no alarmar. Pero claro, cuando tú informas, no tiene tanta repercusión como el discurso alarmista. «El mundo se va a acabar»frente al «Pues oye, que no va a pasar nada».

P.- El colapso lo descartamos de momento, ¿no?

R.- Hombre, a ver, y como te digo, yo no soy adivino. No lo sé y no te puedo decir si lo va a haber o no. A priori parece que no, pero te digo, yo no soy adivino y tampoco tengo todos los datos para afirmar una cosa u otra. Por eso encuentras diferentes opiniones. Además, hay una cosa que ha ocurrido a raíz de la crisis financiera y es que el mejor negocio del mundo es el banco, porque nunca vas a quebrar, porque si quiebras te van a rescatar. Porque claro, pobrecitos los ahorradores que tenían depositado su dinero. Incluso aunque hubiese un colapso como el que tú estás comentando, ya irían los estados a solventarlo, que es lo que hicimos aquí, lo que hacen en otros países.

P.- Le he escuchado esto de la «generación TikTok», ¿no es un mantra criticar a los jóvenes?

R.- Sí, sí, es un mantra. Pero sí que es verdad y no lo vamos a negar, que el móvil y la tecnología han cambiado por completo, y no exagero, la historia de la humanidad. Es decir, ahora tú sabes perfectamente si te metes ahí qué está pasando, yo qué sé, en Guangzhou. Hace 100 años, nadie sabía qué era Guangzhou. Eso está muy bien. Yo no digo que eso esté mal, pero esto de la generación TikTok es la generación sin todos estos valores, como el esfuerzo, el sacrificio, que las cosas cuestan, que no llegan en cuestión de minutos, que a lo mejor tienes que estar durante muchos años persiguiendo un objetivo para lograrlo. Todo eso desaparece cuando tienes un móvil. Cuando hablo de generación TikTok no hablo de la aplicación per se, hablo de ese cortoplacismo, de ese «oye, cuéntame de la guerra de Rusia y Ucrania en un TikTok», algo que es materialmente imposible.

Lo mismo podemos decir de Twitter con la limitación de caracteres. Es imposible hacer un análisis serio en ese tipo de redes sociales. Al final, son horas y horas enganchados a ese bodrio, consumiendo bodrio. Y también creo que esta generación que nace ahora lo hace con una premisa realmente que es espeluznante y es creer que tiene derechos adquiridos. Cuánta gente dice: «No, es que estoy en la carrera». Enhorabuena, ¿y qué? Es esta nueva generación a la que nada le puede incomodar. Yo tengo que tener todo solventado, todo perfecto, porque he nacido en la comodidad. Al fin y al cabo, esto es un ciclo histórico que se ha visto en muchos otros pueblos.

«No pagar impuestos es un acto patriótico»

P.- Por cerrar, preguntas cortas y respuestas rápidas. ¿El euro fue un error o un acierto?

R.- Acierto.

P.- ¿A la política le vendría bien que Twitter no existiera?

R.- Indiferente.

P.- ¿Un político actual español al que le tenga en buena estima?

R.- Iván Espinosa de los Monteros me cae bien.

P.- ¿Y un político actual español al que tenga en mala estima?

R.- Muchos, pero te diré Joan Baldoví porque representa la vulgaridad, y la necedad es una cosa horrible.

P.- ¿Cómo es su relación con un medio de comunicación de 0 a 10, siendo cero nefasta y siendo diez maravillosa?

R.- Dos.

P.- ¿Comparte la tesis con Pablo Iglesias de que hay periodistas con más poder que algunos ministros?

R.- Personas no, medios de comunicación, sí.

P.- ¿Se lo cree cuando alguien le dice que paga impuestos gustosamente?

R.- Sí, porque la estupidez forma parte del ser humano. Supongo que a algunos sí les parecerá bien. A los que no he conocido es a los que dicen que habría que pagar más impuestos y no donan voluntariamente cada final de mes más dinero. Eso me parece maravilloso.

P.- ¿Que Hacienda se lleve más o menos la mitad de, por ejemplo, el bote de Pasapalabra lo califica como…?

R.- Una degradación.

P.- ¿Quién ha sido el mejor presidente de la democracia española?

R.- Aznar.

P.- ¿Es usted monárquico?

R.- A muerte.

P.- ¿Es feminista?

R.- No.

P.- ¿En España hace más daño electoral el caso del Tito Berni, por lo pintoresco del asunto, que otros casos de corrupción de mayor enjundia, pero sin motes, ni personajes casi caricaturescos?

R.- Sí, porque esto lo entiende todo el mundo.

P.- ¿España en diez años estará mejor, igual o peor?

R.- Mejor. Siempre hay que ser optimista.

P.- Jano García, quede con Dios. Gracias por su visita a El purgatorio. ¿Todo bien?

R.- Sí, el estudio está fenomenal, la entrevista también, el entrevistador mejorable, pero bueno [En tono irónico].

P.- Sin duda, opino lo mismo.

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