THE OBJECTIVE
El buzón secreto

Espionaje, Leticia Sabater y otras historias de amor

Ha habido muchas relaciones dentro y fuera de la pareja en el mundo de los espías

Espionaje, Leticia Sabater y otras historias de amor

Leticia Sabater y su pareja, Moisés Caprile, en mayo de 2021. | Europa Press

El amor y su simulación, el desamor y sus consecuencias, son elementos muy presentes en el espionaje. Dejadme que os cuente, como regalo del Día de Reyes, algunas de esas historias, mis preferidas. Comenzando por la de esa presentadora tan conocida, que sigue apareciendo en televisión, especialmente en los programas del corazón, que fue hace años espiada por el servicio secreto. Se trata de Leticia Sabater y el motivo de que estuviera bajo su lupa fue por la relación que mantenía con un importante empresario. 

Aunque al servicio no le gusta reconocerlo, cuando investigan a alguien por la importancia que adquiere acostumbran a acumular todos los datos sobre su vida pública pero también sobre la privada. En 2001, la Policía destapó una red de funcionarios de la Seguridad Social que vendían datos a detectives privados, entre ellos una mujer, María Isabel del Barrio. Detenida, esperaba que el servicio secreto le echara una mano porque uno de sus agentes, Juan Garrote, la había puesto en nómina como colaboradora años antes. A cambio de una paga mensual le buscaba lo mismo que a los detectives: los datos secretos de las personas que investigaban. Leticia Sabater y el importante empresario español con el cual mantenía una relación sentimental, fueron dos de ellos. Sin duda ese expediente sigue guardado en el archivo del CNI.

La mujer del espía le puso los cuernos

Es una de las historias más clásicas contadas entre los agentes de la División de Inteligencia Exterior. Sucedió cerca del año 90, fue un escándalo en La Casa. Un agente fue destinado a un país de Latinoamérica para abrir una delegación. Una misión ilusionante y complicada que emprendió acompañado por su esposa. Iba como agregado en la embajada, lo que le permitía disponer de estatus diplomático.

Los primeros meses marcharon bien, se integraron sin problemas en la ciudad y conectaron con el resto del personal. Quizás demasiado bien. En realidad, quien encajó a la perfección en el mundo diplomático y en las fiestas fue la mujer del espía, que cayó rendida a los brazos de otro agregado. Se liaron con tan poca discreción que el espía no tardó en descubrir el pastel. Lo que terminó de sacarle de sus casillas fue que su mujer no estuviera dispuesta a dejar de acostarse con su colega. Se armó tal lío, con broncas, enfrentamientos y peleas públicas, que el embajador no encontró otra opción para apagar el fuego que amenazaba con incendiar la embajada que telefonear al jefe del espionaje para que ordenara el regreso de su agente. Así lo hizo el entonces director, Emilio Alonso Manglano.

Una conflictiva historia de amor

Frente al desamor, una historia de amor. Ocupar un destino en el extranjero no es tan sencillo para un espía como puede parecer. La vida de un agente, por muy solitario que se sienta durante los años que está destinado en cualquier país del mundo, está sometida a unas reglas estrictas. Si La Casa investiga a las parejas de su personal antes de aceptar su ingreso, cuando uno o una está fuera del país las precauciones son aún mayores. No les está permitido enamorarse en el extranjero sin permiso, hay que notificarlo y poner en marcha un proceso que garantice que el otro miembro de la pareja está limpio y no es un activo de otro servicio de inteligencia a la caza de información. Puede ser una trampa de miel y debe contemplarse el peor de los escenarios. 

En algunos países los riesgos no son solo esos, hay otros aún peores. El agente español destinado en Irán en los años 90 los conocía, pero no reaccionó adecuadamente cuando de improviso el amor llamó a su puerta. La joven de la que se prendó no se dedicaba al espionaje, pero los dos sabían que estaba muy mal visto que una iraní se enamorara de un occidental. El espía mantuvo en secreto su relación para que nadie en Irán ni en su propio servicio se enterara, aunque fue una idea pésima. El país está lleno de chivatos y la Policía descubrió uno de sus encuentros, detuvo a la chica y la metieron en una prisión donde sufrió todo tipo de vejaciones.

El agente tuvo que regresar a España, pero movió todos los hilos a su alcance hasta conseguir reunirse finalmente con su amada en Madrid. Fue un éxito el reencuentro, pero en su hoja de servicios ese acontecimiento figura como un gran fallo de seguridad. El agente siguió trabajando en la División de Inteligencia Exterior.

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