Ciudades

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«No veo belleza en la fantasmagoría de una ciudad vacía, por limpio que esté su aire y por mucho que trasluzca el agua de sus ríos, como no veo belleza en la luz glacial de los cadáveres.»

El encuentro con el héroe

El encuentro con el héroe

Los auténticos héroes están escondidos entre la multitud. Aparecen cuando menos les esperas. O cuando les necesitas, si prescindimos del siempre dudoso azar. El sábado pasado llovía sin descanso en Bilbao. Las ciudades deben visitarse en su estado natural y Bilbao merece la lluvia. Desde años atrás deseaba ascender por la ría hasta el puente colgante y atisbar, sin intentar comprender, las míticas distancias entre el margen derecho, dominado por la universidad de Deusto y por los núcleos residenciales de la burguesía y la aristocracia vasca, y el izquierdo, donde han recalado los emigrantes desde los inicios de la industrialización.

La ciudad triste

La ciudad triste

Dice Torra que Barcelona “ha abdicado de ser la capital de Cataluña”. Si estuviéramos en Twitter podríamos contestarle que este es el primer y más inesperado reconocimiento oficial de Tabarnia. Sin embargo, vale la pena no tomárselo a broma y analizar qué pensamiento se esconde detrás de estas declaraciones, porque son más siniestras de lo que parecen a primera vista. Nos encontramos ante “esa concepción estrecha, exclusivista, beata y simplista que reduce toda identidad a una sola pertenencia” y que Amin Maalouf denunciaba en Identidades asesinas. Y Barcelona sigue siendo una ciudad demasiado abierta, demasiado cosmopolita, demasiado diversa, para formar parte de la tribu, y menos aún para encabezarla. Es, además, un mensaje lanzado a todos los ciudadanos de Cataluña. O eres exclusivamente catalán, o no eres catalán, viene a decirnos el presidente de la Generalitat. Dicho de otra manera, o eres separatista, o este no es tu sitio. Así, de un plumazo, el nacionalismo de Torra borra la complejidad de cada individuo, ese conjunto de pertenencias que nos hace únicos. Aniquila la identidad que hace que uno no sea idéntico a otro y nos diluye a todos sublimando una única y sagrada pertenencia.

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