THE OBJECTIVE
Luis Antonio de Villena

La flor secreta de la urbanidad

«Son malos tiempos para la urbanidad, modos de educación cívica y, en nuestro reino mesocrático, montón de cosas de urbanidad refinada parecen insólitas»

Opinión
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La flor secreta de la urbanidad

Hombre ayudando a una anciana a cruzar la calle | Mikita Yo (Unsplash)

Urbanidad viene del latín «urbanitas» y esta de «urbs», ciudad por lo general grande. Es como si el étimo nos estuviera diciendo que la urbanidad es más necesaria, tiene mayor sentido, en los lugares donde más gente vive en comunidad. Tengo la sensación de que el Diccionario de la Lengua Española da una definición de urbanidad, probablemente exacta pero vieja: «Cortesanía, comedimiento, atención y buen modo». ¿Estamos seguros de que esto lo entiende hoy cualquiera? Cortesanía no es exactamente cortesía. Aunque se rocen. Y este «comedimiento» se refiere al trato con los demás y acaso al modo de expresar nuestras opiniones y sus lógicas divergencias. ¿Hay muchos políticos comedidos? ¿Y si lo fuesen en las formas, pero no en su ánimo? Quizás un diccionario más moderno, diga lo mismo más cerca. Urbanidad es «comportamiento acorde con los buenos modales que demuestra buena educación y respeto hacia los demás». Suena más cercano, no menos lejos.  

Pertenezco a una generación que aún, de niños (nueve, diez años) estudiamos un «Manual de Urbanidad» en el colegio. Mi sensación es que casi todo lo que allí se decía, o bien nos quedaba lejos, o bien era lo que nos enseñaban en casa. Por ejemplo, no podía incumbirnos en exceso el saber que una carta a una señora debía concluir con esta abreviatura q. b. s. m. Secreto y fácil: «Que besa su mano». Sin embargo, recordar que había que ceder el asiento, en los transportes públicos, a personas mayores de ambos sexos o a impedidos, era algo que te decían tu mamá o tu abuela. Me parece harto más moderno este detalle: cuando fumar era libre (aunque no para los niños) el manual recordaba que el fumador debía pedir permiso a las personas de alrededor, por si a alguien le molestaba el humo… Abrir la puerta y ceder el paso a mayores, sobre todo señoras, era también de uso doméstico. Hablar sin alzar la voz -parece casi imposible en España- era otro signo de buena crianza. Para mí lo sigue siendo. Pocos espectáculos tan desoladores y vulgares como mujeres y hombres chillando o alzando mucho la voz por el móvil. Es (se corrige apenas) uno de los terrores del AVE, por eso se intenta pedir «vagón silencio». 

«Creo que comer con la boca cerrada es ya lo habitual, la ayuda a los mayores depende de lo que el joven haya oído o sentido en casa, ser cortés y amable es algo poco usual y acaso se aplica entre amigos, en tu grupo, en absoluto es general»

Curiosamente las reglas de urbanidad provienen de un librito estupendo y muy viejo, escrito por un español nacido en Venezuela, Manuel Antonio Carreño, quien en 1860 y en Madrid publicó «Manual de Urbanidad y buenas maneras». De ahí ha salido casi todo y por eso hay en la urbanidad (tan necesaria) como una rémora arcaizante. Besar la mano, hacer tal o cual reverencia, o llamar de su merced o de usía, son aspectos que evidentemente quedan poco presentes. Pero, ¿qué decir del consejo importante de limpiarse las uñas a diario? Claro que, en la edad de los grafitis, algunos estupendos, otros mamarrachos, ¿qué sentido tendrá -y alguno tiene- la advertencia «no rayar las paredes»?  Veamos que, según el grado de educación o exquisitez cívica, hay consejos que tanto pueden parecernos excelentes como del todo obsoletos. Vayan unos ejemplos: «Ser cortés y amable», «comer con la boca cerrada», «ayudar a los ancianos» (masculino inclusivo) o, en el colegio o la clase, «respetar a nuestros compañeros». Creo que comer con la boca cerrada es ya lo habitual, la ayuda a los mayores depende de lo que el joven haya oído o sentido en casa, ser cortés y amable es algo poco usual y acaso se aplica entre amigos, en tu grupo, en absoluto es general. Y en la época (revelada, sabida ahora) del acoso escolar o del machismo bruto, es muy obvio que respetar a los compañeros, algo probablemente nunca bien cumplido, hoy va peor. En un recorrido, de pasada, hemos podido ver que son malos tiempos para la urbanidad y modos de educación cívica. Convengo en que en nuestro reino mesocrático y del todo vale, también en el vestir, montón de cosas de urbanidad refinada, parecen insólitas. Decir «sé cortés y amable», puede resultar una antigualla, sin embargo, si vemos a alguien comportarse cortés y amable, sin decir nada, nos parecerá estupendo. La urbanidad va quedando en poco, aunque se llame «netiqueta» a usar las redes sociales con corrección. Se prescinde hoy de casi todo, pero hay algo que debe permanecer y que debiéramos marcar y remachar: El ruido agrede al otro. Es básico respetar para ser respetado. Es la urbanidad básica, de supervivencia, y debe redoblarse. Recordemos, Burke dijo que el rey puede hacer noble, pero no caballero. Mujer u hombre educados, respetuosos con los de al lado, rasgos de la urbanidad básica e imprescindible, llámesela como se quiera.

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