Los que ven a Donald Trump como un neofascista desmelenado tendrán problemas para encajar su exigencia de que los europeos gastemos mucho más en Defensa. La caricatura exigiría que el imperialista fuese el que se armase hasta los dientes. Porque a nadie se le escapa que, exigiéndonos ese gasto, fomenta nuestra libertad. Aún más que la dependencia económica o la energética, la militar condena a una situación de vasallaje, como se sabe desde el feudalismo, por lo menos. Ahora los aliados seremos cada vez menos satélites. Resulta, pues, que el presidente de los Estados Unidos que se perfilaba como el gran enemigo de Europa puede terminar siendo su benefactor.