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Cuatro razones por las que Mad Men es una obra maestra como ninguna otra serie

Hace diez años se estrenó la serie que marcaría un antes y un después para muchos espectadores y críticos

Cuatro razones por las que Mad Men es una obra maestra como ninguna otra serie

Hace diez años llegó a la televisión una serie que desde su primer episodio dejó claro que no sería como ninguna otra. Y una década después, incluso en los tiempos de Peek TV, el panorama de shows prueba que no lo era. Nada, nada, se parece a Mad Men. La serie de Matthew Weiner sobre hombres, y mujeres, del mundo publicitario a comienzos de los sesenta en Nueva York se convirtió desde sus inicios en algo más que una historia. Su narrativa, casi literaria en su insistencia en no deletrear hechos o emociones al espectador, sus atormentados personajes, su retrato de un mundo pasado que servía de espejo a las angustias existenciales del hombre, y la mujer, de hoy… Mad Men, desde su capítulo piloto, dejaba claro que pasaría a la historia como algo que no sólo era televisión, sino algo más parecido a la próxima “gran novela americana”.

Cuando Matthew Weiner, que había estado en el equipo de guionistas de Los Soprano (puesto que se ganó, de hecho, cuando David Chase se leyó su guión de Mad Men), le ofreció la serie a HBO el canal se negó educadamente. No fue el único. A nadie le convencía una serie en la que, aparentemente, no pasaba nada. Hasta que llegó AMC. El canal de cable básico estaba buscando entrar en el juego de la producción de series y Mad Men se acercaba a la estética y el tipo de cine que solían emitir. Y así llegó la historia de Don Draper a las pantallas.

Mad Men marcó la televisión y posiblemente otros muchos ámbitos narrativos. ¿Por qué? Aquí cuatro, de muchas, razones. (Y por si aún es necesario, aunque haga diez años de su estreno, SPOILER ALERT).

No pasaba nada

Esto no es del todo cierto. Don no es quien dice ser y desde la primera temporada esto pesa sobre él. Su hermano se suicida, por ejemplo, pero luego, cuando su secreto es revelado a sus jefes la reacción es casi inexistente. Peggy tiene un hijo y lo da en adopción porque no quiere sacrificar la vida profesional y la libertad que ha logrado. Hay amoríos, divorcios, despidos, conspiraciones… Por dios alguien pierde un pie gracias a una cortadora de césped en una fiesta de la oficina. Pero en la realidad la acción de Mad Men no estaba fuera de sus personajes sino en ellos. La serie funcionaba como la vida en su sentido más amplio, pero también el más terrenal. Nada era especialmente dramático o excesivo, las vidas de estas personas eran básicamente normales para su época. Y el problema real, la acción, el desarrollo provino siempre de los conflictos internos de los hombres y mujeres de esa oficina. Sus sueños, sus intentos de cambio, sus fracasos…no pasaba nada en el exterior, porque en el interior pasaba demasiado.

Los personajes

Don, Peggy, Roger, Pete, Joan, Betty… quien haya visto esta serie recuerda estos nombres con aprecio. Y otros muchos. Seres tridimensionales y complejos, estos personajes son el corazón de la narrativa que Weiner siempre quiso contar. El cambio interior, la lucha existencial por encontrar sentido. Cada uno vive viajes muy diferentes, satisfactorios o frustrantes, pero completos, ricos, llenos. Los hombres, por lo menos la mayoría de ellos, intenta siempre cambiar su situación para tapar el vacío que sienten. Pero nunca cambian realmente. Las mujeres, oprimidas en tiempos en que las salidas son el matrimonio o un trabajo de secretaria, viven historias de lucha, de crecimiento, de logro. Son vertientes inversas, casi como si la llegada de ellas signifique la caída de ellos. Y esto, aunque no sea así realmente también lo es. ¿Cómo? Explicación abajo…

La época

Los principios de los sesenta en Estados Unidos, y en muchas partes del mundo, fueron el comienzo de un cambio radical que acabaría con un cierto modo de vida. Es por eso que en cierta manera la subida de las mujeres, de esas secretarias y amas de casa que se convierten en profesionales con las que competir y en mujeres con las que discutir ideas, significan una cierta caída para estos hombres blancos, heterosexuales y ricos que lo han tenido todo y que no han tenido nunca que pelear por ello. Esta década significa un quiebre, el fin del tiempo en que esos hombres tenían todo el poder (cierto que aún son quienes tienen más ventajas, pero nunca como en ese tiempo en que el mundo era suyo). Es un momento turbulento, confuso, rebelde y revolucionario y eso, todo eso, se ve fuera y dentro de los propios personajes. A su alrededor y en su fuero interno. Y otra ventaja de la época: la nostalgia. El vestuario, el diseño de producción, pequeños guiños al presente -diciendo: miren cómo ha cambiado todo- como que la gente fume embarazada o que se beban martinis a las 10 de la mañana… los sesenta son un tiempo preciosista lleno de color e intentos de modernidad. Y es en este momento, entre gente con trajes impolutos y mujeres con peinados inamovibles, que el terremoto interior de los personajes sucede. Una genial contradicción.

La narrativa

Los episodios de Mad Men funcionan por sí mismos (hay muchos que podrían ser mediometrajes independientes) y funcionan como partes de una temporada que siempre llega a una conclusión interesante y lógica, pero nunca predecible. Weiner y sus escritores se las arreglaron siempre para tomar decisiones arriesgadas e impredecibles, pero siempre coherentes. Y no se hable ya del subtexto. Sí, hay series con subtexto, las mejores lo tienen, lo necesitan. Pero Mad Men está en otra liga. Mad Men tiene capas y capas de subtexto. Más superficiales, y muchísimo más profundas. Todas calculadas, todas lógicas, todas moviendo los hilos de la historia. Un rompecabezas tridimensional que nadie ha logrado imitar.

Las razones podrían seguir eternamente. Para todo el que la haya visto Mad Men es de esas series sobre las que se puede hablar sin descanso, siempre encontrando ángulos nuevos. Peggy como verdadera co-protagonista e historia de triunfo versus un Don siempre carcomido por su propio vacío, la inclusión –de forma excelente- de momentos históricos relevantes en la historia, la publicidad, que realmente era buena…. se puede seguir y seguir, como el famoso carrusel de Don, pero la conclusión es simple. Mad Men es una obra maestra.

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