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Las edades de Edith Wharton en tiempo presente

Las edades de Edith Wharton en tiempo presente

A principios del siglo XX todavía faltaba un largo trecho para siquiera comenzar a hablar de igualdad de género como un escándalo de tertulia. En el año 1900 partidos como La Unión Social y Política de las Mujeres ya existían en el Reino Unido, excepciones con las cuales se iniciaba ese camino que critica las convenciones y los lugares comunes de la figura de la mujer y los convencionalismos. No obstante, al Edith Wharton publicar La edad de la inocencia,  comenzó esa critica de lo que no se hablaba en el siglo XX a través de una novela narrada desde el siglo XIX. La novela de Wharton fue un reflejo de cómo los controles sociales y la figura decorativa de la mujer continuaban siendo tan frecuentes como los matrimonios arreglados.

Edith Wharton (24 de enero de 1862- 11 de agosto de 1937) nació en esa sociedad de “logros maritales” y egos generacionales, pero también fue una figura que se alejó de los esquemas para convertirse en unas de las escritoras más respetadas del siglo XIX. La autora de La edad de la Inocencia,  Ethan Frome, y La casa de Mirth, entre otros cuarenta libros, fue también la primera mujer en ganar el Premio Pulitzer de Ficción – el comité inicialmente había acordado entregar el premio a Sinclair Lewis pero los jueces rechazaron su obra por motivos políticos y nombraron a Wharton como la ‘Primera Dama de Letras’ estadounidense- . Irónicamente con el Pulitzer de 1921 su obra fue elogiada por revelar «la atmósfera saludable de la vida estadounidense y el más alto estándar de modales y masculinidad estadounidenses». Irónico porque aunque la de Wharton fue una clara acusación contra una sociedad alejada de la cultura y sensibilidades europeas.

De la casta neoyorquina y la clásica esfera de una familia americana privilegiada en la que Wharton creció emergieron sus más incisivas y duraderas ficciones. Novelas en donde las ambivalencias entre América y Europa, lo viejo y lo nuevo, la guerra y los remanentes de una sociedad después del desastre estructuran nuevas formas de pensamiento y de libertades. Fue precisamente durante la Primera Guerra Mundial que Wharton se dedica a crear una red de organizaciones humanitarias y de caridad para los convalecientes al ser testigo de una realidad tan distanciada de su rutina. Al presenciar el trabajo de periodistas y escritores en la línea frontal Wharton pudo adoptar una voz mucho más realista y crítica en contraste con la condición regular de las novelas de amor y señoritas de la época.

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Portada de La edad de la inocencia de Edith Wharton | Imagen: Tusquets Editores

La edad de la inocencia en América

Aunque no es la única novela de Wharton, y su relevancia se puede cuantificar muy subjetivamente en el ámbito académico, La edad de la inocencia resuena con un cambio entre pasado y presente que profesan las grandes novelas de la literatura.  Ambientada en el año 1870, la historia es la de una familia de clase alta de New York -una escena con la cual la escritora estaba sumamente familiarizada ya que creció en ella- y la reconciliación entre los hábitos y las pérdidas que se suceden tras una guerra.

Si analizamos los personajes de la novela nos encontramos con Newland Archer, que representa el apogeo de la buena crianza, la sociedad de posguerra civil en Nueva York. Mientras está comprometido con May Welland, una compañera acorde a su élite, se siente atraído por la condesa Ellen Olenska, prima de May, que regresa de Europa a Nueva York en circunstancias misteriosas y en medio de un escándalo de separación. El nuevo matrimonio unirá a dos de las familias más antiguas de Nueva York a pesar de esa chispa excéntrica y nueva que irrumpe en las convenciones de la ciudad.  

Los esquemas pueden parecer básicos cuando se lidia con matrimonios y cenas elegantes. Familias adineradas que buscan establecerse en su monarquía de lujos y convenciones hasta que el mundo exterior se asoma por la ventana. En este caso  el compromiso de Newland Archer y May Welland se ve interrumpido por la condesa Ellen Olenska, una especie de Anna Karenina que recuerda la ironía de reproducirse a la imagen y semejanza de los estatus sociales.

La inocencia de Wharton no es una edad, sino un espacio temporal en el cual una comunidad tiene que decidir entre aferrarse a los escándalos del pasado o avanzar entre los escombros del presente.  

Con este escenario engañosamente superficial Wharton no solo dibuja una sensata imagen de la decadencia de América, sino que se permite estudiar las diferencias entre la vida y moral americana y europea, creando una escena cambiante de élites y ambiciones en donde la desdicha de la aristocracia es tan irónica como cruel.  

La novena novela de la escritora toma su título de una pintura de 1785 llamada A Little Girl -Una pequeña niña- elaborada por Joshua Reynolds, y fue serializada por primera vez en cuatro partes durante 1920 en la revista The Pictorial Review. Posteriormente apareció en formato de libro para convertirse en la primera novela escrita por una mujer ganadora de un Pulitzer.

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Pintura de Joshua Reynolds “A little girl” | Imagen: Tate Gallery

 Vigencias y fracturas

En sus novelas, específica pero no limitadamente en La edad de la inocencia, Wharton enfrenta al individuo público frente al yo privado y recuerda cómo los argumentos más íntimos y reservados se modelan ante la influencia del mundo exterior. La sociedad como fuerza determinante en el carácter y en las decisiones, inclusive en la subjetividad de nuestra autoestima es sin duda un objeto vigente con el cual identificarse.

Otro de los puntos álgidos en La edad de la inocencia son las diferencias entre la sociedad fracturada después de la Primera Guerra Mundial y la antigua y claustrofóbica Nueva York de la infancia de Wharton. Cuando a la edad de cincuenta y siete años la autora comenzó a escribir la que se convertiría en una novela ganadora del premio Pulitzer, ya había presenciado las curvas del cambio social, el caos y las libertades de un nuevo siglo que buscaba su camino hacia la modernidad de la post/guerra. En estas comparaciones y en su propio pasado la escritora crea un recuerdo personal de juventud e historia en donde el cambio es siempre profundo y necesario.

En última instancia, Wharton expone un juicio complejo sobre el valor del cambio y el progreso natural de sociedades estancadas en prejuicios y escenas rutinarias. El cambio es cauteloso, prudente, con distinciones entre lo viejo y lo nuevo, entre los aspectos que se han de mantener y los que se han de suprimir. Asimismo,  enfatiza una naturaleza ineludible –del cambio- en donde la resistencia solo significa retraso y estragos.

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Portada de La edad de la inocencia de Edith Wharton | Imagen: Editorial Tusquets / Planeta Libros

A lo largo de la novela, Wharton retrata los cambios tanto en los personajes como en la sociedad en general, sugiriendo que lo primero eventualmente causará lo último y viceversa, incluyendo escenarios en donde las tecnologías como el teléfono y la iluminación eléctrica parecen inimaginables en una  década y perfectamente normales en los escenarios finales.

Wharton recuerda con ironía y tino lo inevitable del tiempo. Lo necesario de los movimientos dentro de espacios temporales en donde la humanidad se convierte en un conjunto de esferas que pueden detenerse en los segundos de una década, o avanzar hacia el cambio natural de las sociedades.

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