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"Tcharmile" siembra el pánico en Marruecos

Su ídolo es Tony Montana. Su máxima aspiración es convertir su vida en la mejor versión del videojuego «Scarface». Enfundados en ropa deportiva de reconocidas marcas, haciendo alarde de joyas toscas y un peculiar corte de pelo y exhibiendo su nutrido arsenal en las redes sociales, los Tcharmil mantienen en vilo a varias ciudades de Marruecos. Machete en mano, su firma figura en numerosos actos violentos en Tánger, Fez y Casablanca. El rey, Mohamed VI, ha lanzado una contraofensiva para aplacarles.

«Tcharmile» siembra el pánico en Marruecos

Los «Tcharmile» se exhiben en las redes sociales (Facebook)

El norte de Marruecos vive aterrorizado. Los Tcharmile han entrado en acción de nuevo. En las ciudades de Tánger, Fez y Casablanca han vuelto a dejar su huella. Son jóvenes marroquíes cuyo oficio pasa por llevar a la calle el fenómeno de un videojuego: “Scarface”. Pretender rescatar de la pantalla al personaje de Tony Montana, el mafioso cubano que llega a Estados Unidos y no duda en conquistar el éxito sin importar el precio a pagar. Sus acciones, sin aparente guión establecido, son divulgadas a través de las redes sociales -sobre todo, vía Facebook- se han convertido en las grandes distribuidoras de este peculiar thriller.

Al más puro estilo pandillero

A veces posan de espaldas, otras ocultando su rostro. El perfil de Facebook es el escaparate donde se exhiben estos pandilleros marroquíes. Altos y corpulentos, no dudan en hacer alarde de su poderío. Pura ostentación. De sus muñecas cuelgan aparatosos relojes de oro y en sus dedos brillan pesados y toscos anillos del mismo mineral. Su atuendo, en cambio, opta por un estilo más desenfadado. Camisetas, gorras y zapatillas de deporte son las prendas que mejor les definen. En ellas, luce el anagrama de marcas deportivas reconocidas.

No obstante, hay un rasgo que comparten los Tcharmile, que unifica a todos sus miembros. Se trata de su peculiar corte de pelo. La gran mayoría de estos jóvenes posa en las fotos difundidas en las redes sociales con el pelo rapado y pobladas crestas, luciendo lo que se conoce como estilo “faux-hawk”: se afeitan ambos lados de la cabeza y con el pelo más largo se “dibujan” determinados símbolos o bien se dejan crecer suculentas crestas.

Su arsenal tampoco es un secreto que pretendan mantener bajo llave, oculto. Así, es posible identificar el machete como el arma por excelencia de los Tcharmile. De hoja estrecha y alargada, sus portadores no disponen de un porta-armas especialmente diseñado para ellas. Viajan en sus espaldas, escondido entre su piel y la tela de su camiseta o el cuero de sus cazadoras.

Terror a machetazos

El término que les da nombre lo han tomado prestado de la tradición culinaria árabe. Hace referencia a un trozo de carne marinada con abundantes especias y hierbas. Los carniceros utilizan suculentos machetes para partirlo, por ello, a los espadachines también se les denomina Tcharmil.

Lo cierto es que sus acciones son propias de auténticos carniceros. Las alarmas saltaron en marzo. El escenario fue una peluquería de moda del barrio de Maârif, en Casablanca. En ella irrumpieron tres chicos, desenfundaron sus afilados machetes y sembraron el caos. Una acción que se repitió durante varios días bajo el mismo ritual. El miedo se apoderó de los vecinos. El temor fue in crescendo a medida que los asaltantes subían a las redes sociales las fotografías en las que se jactaban de sus botines y de sus atrocidades.

Su fin: una orden real

La inseguridad y la inestabilidad campan a sus anchas por Marruecos. Una realidad que el rey, Mohamed VI, no puede tolerar. Apenas semanas después de registrarse los actos vandálicos y violentos de este grupo, el ministro de Interior, Mohamend Hassad, hacía pública la contraofensiva del gobierno marroquí el pasado 10 de abril. Instaba a alcaldes y funcionarios locales a incrementar la presencia policial en las calles de las diferentes localidades del país.

Unas medidas que se han saldado con la detención de 83 sospechosos, entre ellos, cinco menores de edad. Según el ministerio de Interior, seis de ellos podrían ser llevados ante un tribunal por su participación en actos de delincuencia que han sido legalmente comprobados. Además, las autoridades están investigando la ingente cantidad de imágenes que se han publicado en las redes sociales. Su evaluación permitirá, según el comunicado, recolectar información sobre la verdad que podrían ocultar dichas fotografías. Sospechan que algunas de esas instantáneas podrían haber sido modificadas a través de programas de edición fotográfica como Photoshop.

Ante esta estampida de violencia, las autoridades han de ser especialmente cautelosas. El propio ministerio del Interior mantiene abierta aún la investigación que trata de esclarecer el suicidio de un joven en el distrito de Sidi Bettach, en la provincia de Benslimane, cerca de Casablanca.  Al parecer, el joven se habría quitado la vida al sentirse “humillado” por el jefe de distrito. Éste le acusaba de ser uno de los miembros de Tcharmile  por su aspecto físico y, por este motivo, había optado por afeitarle la cabeza para que fuese identificado como tal ante los vecinos. Ellos aseguran que el suicida no tenía ningún vínculo con el grupo de delincuentes que mantiene en vilo a la ciudad.

Efecto «tramdina»

Resulta complejo determinar qué empuja a estas personas a actuar de esta manera. No obstante, una de las teorías que parece arrojar luz verde al fenómeno señala que se trata de una consecuencia del ayuno musulmán que afecta al comportamiento humano. Al menos, es una de las hipótesis que podría explicar el resurgimiento de este fenómeno en las últimas semanas.

Durante el Ramadán, los musulmanes tienen prohibido comer, fumar y beber alcohol.  Además, el cambio de vida que supone el mes de ayuno musulmán provoca una irritabilidad especial. Su rutina cambia. Aflora el mal humor, la violencia. Es un periodo en el que suelen aumentar las discusiones y los conflictos y que se conocen como “tramdina”.

A la sombra del “tramdima” se han cometido numerosas atrocidades. El primer domingo del Ramadán, a un vendedor de verduras de Derb Ghallef, en Casablanca, le amputaron una mano con un machete. Se desconocen los motivos. Un joven sacó un arma, le segó la mano y emprendió la huida. Las ciudades de Tánger, Temara y Fez también registraron hechos similares nada más iniciarse el Ramadán. Lo único cierto es que la violencia no conoce de calendarios, tampoco de creencias. Pero fenómenos como «Tcharmile» obligan a las autoridades y científicos a preguntarse por qué.

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