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Fútbol

Dios, patria y muerte: fútbol en los Balcanes

Dios, patria y muerte: fútbol en los Balcanes

Editorial Altamarea

El declive del Imperio Otomano dejó un avispero multicultural en los Balcanes que dos grandes potencias, el Imperio Austrohúngaro y el ruso, ansiaron controlar.  En 1914, Sarajevo fue la gota que colmó el vaso de una Europa que tenía ganas de guerra y Gavrilo Princip, la mano ejecutora del archiduque Francisco Fernando, la espita de la primera de las guerras mundiales.

Tras la segunda, el mariscal Tito capitalizó la fiera lucha de los partisanos contra el nazismo para crear un estado fuerte, la Yugoslavia socialista, “de rostro amable”, que no se dejaba dirigir desde Moscú y cuyos equipos de fútbol resonaban en toda Europa: el Partizán, el Dinamo o el Estrella Roja, campeón de Europa en 1991, clubes que, desde una liga gris, rivalizaban de tú a tú con nuestros equipos y formaban estrellas como Robert Prosinečki, Davor Suker, Predrag Mijatovic, Dejan Savicevic o Alen Boksic.

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Imagen vía Editorial Altamarea.

El partido 

Fue precisamente en un campo de fútbol, así lo cuenta Dios, patria y muerte. El fútbol en la guerra de los Balcanes, que acaba de publicar la editorial Altamarea, donde se hizo visible la tragedia que iba a dar comienzo y donde se forjó el poder de  uno de los mayores responsables de los genocidios promovidos desde Serbia.

El 13 de mayo de 1990 el Dinamo de Zagreb y el Estrella Roja de Belgrado se enfrentaban en el campo del primero. El ambiente era tenso, pues en las últimas elecciones habían vencido los partidarios de la independencia croata. Los serbios del Estrella arrancan los asientos y los tiran al césped, mientras los ultras del Dinamo responden invadiendo el terreno de juego. La policía, controlada desde Belgrado, carga contra los croatas de forma indiscriminada y violenta. El capitán del Dinamo, Boban, que luego sería una pieza fundamental del Milan, corre hacia los agentes y, en defensa de sus aficionados, lanza una patada voladora que impacta en uno de los antidisturbios. En medio de una batalla campal, se arría la bandera yugoslava y se iza la croata como preludio de una próxima independencia que costará miles  y miles de vidas.

Meses después comenzará la carnicería. A la independencia de Eslovenia seguirá la de Croacia y Bosnia, con sus masacres generalizadas ante la incredulidad internacional. Musulmanes, católicos y ortodoxos en un terreno pantanoso que acabó explotando tras la caída del Muro de Berlín, recordándonos momentos del siglo XX que se creían ya superados.

Los tigres de Arkan

El tumultuoso encuentro entre el Dinamo y el Partizan es considerado un símbolo del comienzo de la desmembración yugoslava. La narración de esta tragedia discurre paralela al ascenso, apogeo y desaparición de Ẑeljko Raznatović, “Arkan”Delincuente, contrabandista, atracador, asesino, que fue ganando poder e influencia hasta convertirse en un todopoderoso señor de la guerra gracias a los trabajos sucios que realizaba para los servicios secretos yugoslavos de Tito, primero, y de Slovoban Milósevic, después.

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Boban, capitán del Dinamo de Zagreb, enfrentándose a la policía. | Imagen vía Editorial Altamarea.

En los diversos capítulos del libro, que no siguen un eje cronológico, Diego Mariottini, autor de varias obras sobre la influencia social del deporte rey, narra la novelesca vida de Arkan, como vehículo para contar cómo el fútbol tuvo una especial conexión con estas guerras. 

En el ambiente aparentemente sano y divertido de las gradas de un estadio, Arkan introdujo el virus del ultranacionalismo y la xenofobia. De entre los jóvenes hinchas del Estrella Roja de Belgrado seleccionó a los temidos y tristemente célebres “Tigres de Arkan”, una fuerza paramilitar que se adelantaba a las tropas regulares serbias con el objetivo de realizar limpiezas étnicas. Llegaron a contar con más de 10.000 voluntarios, bien entrenados y equipados, y hasta con tanques y helicópteros, con los que perpetraron violaciones y asesinatos masivos de bosnios y croatas.

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Arkan junto a sus “tigres”… y su tigre. | Imagen vía Editorial Altamarea.

Tras la guerra, protegido por sus fanáticos en la nueva Serbia de posguerra, Arkan se convierte en un “hombre de negocios”, mientras financia la carrera musical de su esposa y compra varios equipos de fútbol. Primero el Pristina de Kosovo y después el Obilic de Belgrado, que acabará ganando la liga gracias a los tejemanejes de su dueño. Los Tigres ahora amenazaban a jugadores, árbitros e hinchas visitantes.

Condenado en rebeldía por el Tribunal Penal Internacional de las Naciones Unidas para la antigua Yugoslavia, Arkan fue asesinado en el año 2000 en circunstancias que no se han podido aclarar, quizás para acallar que altas personalidades de su país lo alentaron y protegieron mientras fue útil como caudillo de uno de los grupos de asesinos más temibles de la antigua Yugoslavia.

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