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López Obrador: siempre en campaña

«La gran pregunta para el observador extranjero es qué esconde el gran apoyo popular que conserva AMLO tres años después de llegar a la jefatura del Estado»

López Obrador: siempre en campaña

Andrés Manuel López Obrador. | Europa Press

Desde que le salieron los dientes en política siempre está en campaña. Es el campeón de la denuncia del fraude electoral -lo sufrió en sus carnes en 2006 con su oponente, Felipe Calderón, el candidato del PRI, y mantuvo durante meses una concentración civil de protesta -, pero al mismo tiempo es maestro de la retórica y de la demagogia populista. El pasado día 10 de abril ganó aplastantemente una consulta sobre su presidencia, el llamado referéndum revocatorio presidencial, a la que sólo participó un 17% de votantes censados sin alcanzar el 40% estipulado por ley para que fuera vinculante. «He conseguido más apoyos que en 2018 a pesar del boicot de toda la oposición», declaró Andrés Manuel López Obrador (Tepetitán, Tabasco, 1953), presidente de México. «Que siga AMLO [acrónimo de su nombre y apellido]. No estás solo», ha sido la consigna de sus militantes. Más de 15 millones mexicanos se opusieron a que dimitiera a mitad de su mandato en un plebiscito que más de un analista local se preguntó antes de su celebración para qué servía, sino para su propio provecho y ego político y su disputa con el Instituto Nacional Electoral, al que acusa estar en manos de la oposición y entorpecer su programa. En cualquier caso, justo es reconocer que López Obrador cuenta a fecha de hoy con una popularidad del 60%, jamás vista antes con otros presidentes de México. En 2018 llegó a la jefatura del Estado con un 53%, todo un hito histórico.

Es AMLO un animal político con tintes caudillistas, que piensa que su identificación con el pueblo es total, «porque yo soy un aldeano», y a veces con una visión idílica distante de la realidad. Lanzó la llamada Cuarta Transformación al llegar al poder, una especie de ideología buenista con la que prometió acabar con la pobreza, la corrupción, el narcotráfico y el enriquecimiento de las multinacionales. La situación no sólo no ha mejorado, sino que ha empeorado en rubros como la inseguridad ciudadana. Lo cierto es que tras tres años en la presidencia su imagen popular no está dañada, a pesar de que todas las rémoras como la desigualdad social, el crimen, la corrupción o la precariedad sanitaria y educativa, agravadas luego con la pandemia, persisten sin que las acciones de su gobierno hayan logrado paliarlas por inepcia, insuficiencia o desinterés. En el caso pandémico pecó al inicio de gran irresponsabilidad rebajando el peligro del virus y animando a la población a llenar las tabernas. Medio millón de mexicanos han muerto de covid-19.

El discurso del fundador de Morena (Movimiento de Regeneración Nacional), una suerte de plataforma progresista populista que a veces recuerda a Unidas Podemos, es visceral e impulsivo. Aunque es un retórico autor de varios ensayos políticos, es confuso a veces en el verbo. Tal vez con intención. Pretende hablar el lenguaje de la calle este político, que se formó en el hegemónico PRI (Partido Revolucionario Institucional) para luego fundar el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y finalmente Morena. Sin embargo, son más los que creen que hay mucho fuego de artificio en su lenguaje, pero que en el fondo sus acciones de gobierno son moderadas. Fue alcalde de Ciudad de México con buenos resultados. La alcaldía de la capital mexicana suele ser plataforma para la carrera a la presidencia de la República. Su actual regente, Claudia Sheinbaum, estrecha aliada de AMLO, aspira a sucederle en 2024 siempre que éste no haga alguna triquiñuela y pretenda con una reforma constitucional presentarse a un segundo mandato, lo cual parece improbable.

Es partidario de la democracia directa y asamblearia; de organizar consultas al margen del Parlamento. Para ello introduce pequeñas reformas constitucionales, como ha sido el caso de este referéndum sobre su presidencia o el que convocó el año pasado para preguntar al votante si había que procesar a sus antecesores por presuntas connivencias con las multinacionales. Lo ganó con un resultado a la búlgara pero con una participación de apenas el 7%, lo cual hizo que no tuviera consecuencias.

Cada día durante dos horas (a las 7 de la mañana) convoca a la prensa en sus llamadas «mañaneras». Lo hizo antes cuando era alcalde de la capital. AMLO, sin papeles, improvisa desde el atril y se despacha a gusto contra políticos de la oposición, magnates de la prensa local, corporaciones extranjeras o en ocasiones con otros países sin importarle mucho si ello origina conflictos diplomáticos. Su debilidad es España. Tiene raíces cántabras y asturianas por parte de sus abuelos maternos. Al referirse a este país trasluce una especie de amor (habla siempre bien del «pueblo español honrado y trabajador») y odio por el pasado conquistador. Su foco es el periodo colonial e intenta vincularlo con los supuestos abusos cometidos hoy en día por grandes compañías españolas presentes en México como Repsol o Iberdrola. «Nos saquean», sentencia y apunta concretamente a dos de sus antecesores, Felipe Calderón y Vicente Fox, por presunto enriquecimiento ilícito con esas dos empresas. «Vamos a poner la relación con España en pausa», anunció en febrero en esas «mañaneras» lo cual creó gran inquietud y confusión en el Gobierno español y llevó al ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, a viajar a México para aclarar el entuerto. Finalmente sus palabras quedaron en nada. España es el segundo país inversor extranjero de México. «Fue sólo un comentario, una plática aquí. ¿Que ya no puede hacer uno comentarios?», afirmó tras el revuelo. Y hace dos años, casi en vísperas del 200 aniversario de la independencia del país, le envió una carta al rey Felipe VI exigiéndole pedir perdón por los atropellos cometidos por los españoles durante la conquista. No hubo respuesta y eso le irritó: «No tuvieron la delicadeza de responder. Les faltó humildad».

Si se meten con su familia brama desde ese púlpito matutino. Así ha ocurrido con la vida de lujo que lleva su primogénito en Houston, cuyo casero fue un alto ejecutivo de una empresa con turbios negocios ligados a la petrolera mexicana Pemex. No le duelen prendas entonces para denunciar al autor de la información, un periodista de renombre, y violar la ley divulgando sus datos fiscales. El periodismo vive uno de sus peores momentos en México, el país más letal del mundo para la prensa. Nunca ha sido fácil ejercer la profesión. Un centenar y medio de reporteros han sido objeto de crimen en los últimos 20 años. En los cuatro primeros meses de 2022 son ya siete los reporteros asesinados por bandas criminales ligadas al narcotráfico o individuos con poder que no aceptan la crítica y más si ésta destapa irregularidades. Una veintena han muerto desde el inicio del mandato de AMLO, que arremete contra quien osa desde fuera hacer una reprobación sobre la inseguridad ciudadana del país. A los eurodiputados les ha tildado de «borregos» por sumarse a la estrategia «reaccionaria y golpista» de quienes se oponen a su Gobierno. El Parlamento Europeo le ha pedido mayor protección para periodistas y activistas de derechos humanos. «Ya no somos colonia de nadie», ha respondido. La violencia contra mujeres también es otro elemento de grave deterioro.

La pandemia ha afectado obviamente a la economía y las previsiones de crecimiento se han visto notablemente reducidas. El FMI ha rebajado las previsiones para este año del 4% al 2,8%. La guerra en Ucrania también está afectando a los precios. La inflación supera el 7%. El gran proyecto estrella de la Administración de AMLO, la contrarreforma energética, al que se oponen las compañías privadas y también EEUU, está varada en el Congreso.

La gran pregunta para el observador extranjero es qué esconde el gran apoyo popular que conserva AMLO tres años después de llegar a la jefatura del Estado. Según el historiador Enrique Krauze, el principal problema político que México siempre ha tenido es el inmenso poder ostentado por el presidente de la República. En el caso de López Obrador se ha acentuado tras ir debilitando poco a poco las demás instituciones.

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