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Recesión e inestabilidad geopolítica para 2023

Tanto India como China mantendrán la ambigüedad calculada con Rusia en la guerra de Ucrania y el modo proteccionista Occidental irá a más este año

Recesión e inestabilidad geopolítica para 2023

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, junto a su homólogo chino, Xi Jinping. | Zuma Press

El año 2023 seguirá marcado por la incertidumbre económica, la inestabilidad geopolítica y la multipolaridad. Pandemias, guerras, cambios de clima extremos y economías convulsas continuarán presentes durante este año en distintas regiones del planeta.

El orden mundial que se configuró tras la Guerra Fría basado en las estructuras e instituciones de la ONU y Bretton Woods bajo el liderazgo de EEUU se acabó. Estamos en un mundo multipolar que ha girado hacia Asia y los países emergentes, que reclaman un nuevo protagonismo más allá de lo económico y que en 2023 tendrán la oportunidad de mostrar ese liderazgo. En el caso de India, con un fuerte ascenso económico y la presidencia del G-20 y en el de China, al intentar mantener su ascenso como potencia en un año con múltiples problemas económicos, sanitarios y de política exterior, tras su fallida política de covid cero liderada por Xi Jinping, en plena ‘guerra fría’ con Washington y con Taiwán como punto de fricción entre ambos países. 

Tanto India como China mantendrán la ambigüedad calculada con Rusia en la guerra de Ucrania y el modo proteccionista Occidental irá a más en 2023, ya sea a través del Made in America de Biden o de la autonomía estratégica europea, con la búsqueda de alternativas al suministro de energía, minerales críticos o material sanitario para evitar las vulnerabilidades en la cadena de suministros global sufrida tras la pandemia y el conflicto ucraniano.

La sombra de la guerra de Ucrania es alargada y seguirá dominando el panorama internacional. Rusia esperará al desgaste occidental durante el invierno, por si puede abrir grietas en la UE, y resquebrajar el apoyo económico y militar norteamericano a Kiev. La guerra no llegará a su fin en 2023 pues de momento no se atisba un claro vencedor sobre el terreno, con Zelenski dispuesto a recuperar el Donbás y Crimea, y Putin, que pese a haber perdido terreno, no querrá volver con las manos vacías a Moscú. El presidente ruso no ha renunciado al enfrentamiento nuclear, pero no parece posible; en su lugar, utilizará una vez más el arma de la energía, cerrando el grifo de las exportaciones a Europa o con nuevos sabotajes a gasoductos. La guerra genera un efecto expansivo en los precios de la energía y de los alimentos, que aumentarán la inseguridad alimentaria en el sur global, e incrementará los flujos migratorios y de refugiados. La inestabilidad económica nos perseguirá en forma de inflación, pese a que las subidas de tipos continuarán a ambos lados del Atlántico. 

China tendrá que salir del agujero mortal en el que está inmersa por su gestión de la covid-19 y la mala previsión sanitaria de una dictadura que creyó ser inmune. La economía del gigante asiático tendrá difícil crecer cerca del 5%, pese a la recuperación de la demanda interna cuando se calme la pandemia, debido a los efectos de la crisis inmobiliaria. En cambio, la vecina India le superará en el año 2023 con un crecimiento económico por encima del 6% y demográfico, al convertirse en el país más poblado del mundo, que atraerá a parte de la cadena de suministros mundial que busca alternativas a Beijing, ostentará la presidencia del G-20, que le permitirá dar forma a la agenda mundial, y entrará en modo electoral de cara a las presidenciales que tendrán lugar en 2024. 

En Estados Unidos la polarización política seguirá siendo protagonista con un Trump en busca de la candidatura presidencial de los republicanos e inmerso en varias causas judiciales; y un Biden que, por razones de edad, no parece que sea el candidato demócrata a las elecciones que tendrán lugar en 2024. La economía norteamericana podría entrar en una leve recesión este año debido a la subida de tipos de interés para controlar la inflación, pero aguantará bien un leve incremento del desempleo al tener un mercado laboral sólido.

EEUU y China seguirán avanzando en el camino del desacoplamiento económico y tecnológico; y tendrán su manzana de la discordia en Taiwán, cada vez más alejada de la China continental por su prosperidad y libertades, y a la que el nacionalismo del gigante asiático no está dispuesto a renunciar; aunque este año, debido a la recuperación económica de Beijing, no llegará la sangre al río.

El protagonismo turco

Otro país que protagonizará este año será Turquía, con gran peso geopolítico en el conflicto entre Rusia y Ucrania por su posición geográfica y como garante de la Convención de Montreux, que evita el paso de buques de guerra de estados beligerantes por los estrechos del mar Negro. El presidente turco Recep Tayyip Erdogan se enfrenta a unas elecciones presidenciales en junio de 2023 en un país acosado por la crisis económica, la devaluación de la moneda y la inflación; pero, como buen líder autoritario, hará lo posible para perpetuarse en el poder; desde ofrecerse a mediar con Putin a causar problemas con Grecia en alguna isla del Egeo. En el vecino Irán, las protestas continuarán debido a la mala situación económica del país y a la terrible represión del régimen de los ayatolás, aunque no se prevé una caída de la teocracia, que puede ser una alternativa al gas y petróleo ruso, ni la firma de nuevo del acuerdo nuclear, y menos con Netanyahu al mando de una coalición gubernamental con la extrema derecha en Israel. 

El Reino Unido continuará con Rishi Sunak como primer ministro para sacar al país de la recesión con un fuerte ajuste fiscal, pese a las fuertes tensiones dentro del Partido Conservador que no parece vayan a mover la silla del líder tory antes de los comicios de 2024 y con una población que busca estabilidad tras el Brexit. Mientras, la Unión Europea afronta otro año decisivo en el que será fundamental mantener la unidad frente a la Rusia de Putin, que podría resquebrajarse por la recesión económica, y una crisis energética que no implosionará este invierno, debido al uso del carbón, la energía nuclear, a la compra de gas natural licuado y al impulso a las renovables. Sin embargo, en 2024 será difícil evitar altos precios de la gasolina o los apagones debido a la renuncia al gas natural ruso y al incremento de los precios. La crisis energética acelerará la transición hacia las energías limpias, sobre todo en Europa, mientras se combinan con combustibles fósiles para evitar problemas y se lucha contra un cambio climático que no dio tregua el año pasado con olas de calor en Europa, inundaciones en Pakistán y con intensas nevadas en EEUU.

La UE seguirá trabajando en pos de la autonomía estratégica a nivel energético, industrial y tecnológico. En el ámbito de la defensa, pese a los avances de la industria europea, la OTAN seguirá siendo el pilar de la seguridad europea, a la espera de que Turquía y Hungría firmen este año la adhesión de Finlandia y Suecia a la Alianza Atlántica. A nivel político, Bruselas continuará su pulso con la Hungría y sus chantajes cada vez que hay que tomar una decisión para ayudar a Ucrania o sancionar a Rusia y Orban se aprovechará del escándalo del Qatargate cada vez que se le reprochen sus violaciones al Estado de derecho; la Italia de Meloni no causará problemas a la UE por su dependencia del fondo de recuperación y, además, se celebrarán elecciones en Estonia, Grecia, Polonia y en España. En nuestro país, los comicios podrían coincidir con la presidencia española de la UE durante el segundo semestre de 2023, que pretende poner el foco europeo en la vecindad sur y en América Latina. 

Escenario en América y África

Al otro lado del Atlántico, las miras estarán puestas en si el Brasil de Lula da Silva es capaz de mejorar la economía y frenar la polarización, y a nivel externo si se acerca a países autoritarios como Venezuela o Nicaragua y si busca una buena relación con China. El inestable Perú tras el autogolpe de Castillo, las negociaciones del Gobierno colombiano con cinco grupos terroristas, la nueva reforma constitucional en Chile que se votará en noviembre de 2023 y las elecciones de una Argentina en crisis económica y con alta inflación, que podrían dar la puntilla al peronismo/kirchnerismo, marcarán la agenda latinoamericana, junto a la inestabilidad en Centroamérica con El Salvador afrontando una situación financiera crítica.

En el continente africano se celebrarán más de 10 elecciones presidenciales en 2023 en un contexto de pobreza post pandémica agravada por la crisis alimentaria a causa de la guerra de Ucrania y el incremento de los precios de los cereales, que hacen que el pago de la deuda sea insostenible. Esto llevará a la inestabilidad a algunos países que celebran comicios como Egipto, Argelia, Libia, Etiopía, Nigeria, Zimbabue o la República Democrática del Congo, con protestas, manifestaciones, huelgas y disturbios. 

En 2023 la debilidad económica y el incremento de los riesgos geopolíticos irán de la mano. La ralentización de la globalización (por el descenso del comercio internacional de mercancías y los flujos globales de capital, aunque compensado por el aumento de flujos migratorios, la recuperación del turismo internacional y el comercio de servicios) provocará el incremento de acuerdos comerciales regionales, una posible fragmentación del mundo en bloques democráticos o autoritarios y una instrumentalización del comercio con fines geopolíticos. 

La economía seguirá cediendo ante la geopolítica en sectores estratégicos y esto provocará una desaceleración de la globalización y un retroceso en el multilateralismo reflejado, por ejemplo, en la apatía y debilidad de la OMC a la hora de impulsar acuerdos globales para promover el libre comercio; o en el desacoplamiento que irá a más, por ejemplo, a nivel tecnológico entre Washington y Beijing, y a nivel energético y económico entre Bruselas, Washington y Moscú.   

Frente a la etapa de hiperglobalización de los años 90 dominada por el neoliberalismo y el Consenso de Washington, Occidente vuelve a un papel mayor del Estado en la promoción de la autonomía energética, alimentaria, sanitaria, de seguridad y defensa y en el ámbito digital. Todo ello para reducir las desigualdades, el descontento social y promover la sostenibilidad ambiental, la resiliencia y resucitar una democracia debilitada por el populismo y el autoritarismo de Rusia y China.

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