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La 'birrocracia' crece en Austria: el Partido de la Cerveza, una broma que va muy en serio

Marco Pogo es médico, estrella del punk y uno de los firmes candidatos en la lucha por la presidencia del país

La ‘birrocracia’ crece en Austria: el Partido de la Cerveza, una broma que va muy en serio

El líder del Partido de la Cerveza, Marco Pogo. | Siegfried Leitner

Marco Pogo parece muchas otras cosas antes que un político. No es porque sea joven —36 años, el hombre de menor edad en presentarse a la Presidencia de Austria—, porque aguante sonriente y amable sin provocar en el entrevistador la incomodidad de descubrir que forma parte de esa fingida simpatía con la que los políticos persiguen los votos —porque en verdad siempre ha sido médico y su paso por la vida parlamentaria es más propio del azar que de una ambición temprana—. No es porque tenga el pelo largo —son las 09.00 de la mañana cuando conversamos y aún está algo despeinado—, tampoco por el aro que tiene en el orificio izquierdo de la nariz o por llevar una camiseta negra sin mangas que le deja a la vista los tatuajes que le recorren al completo los brazos en una profesión donde todo el mundo esperaría cruzarse con una camisa, un traje y una corbata más o menos dañina para la vista -de vez en cuando explica que lleva uno negro, pero no termina de sentirse cómodo y prefiere acudir a los mítines vestido con su chupa de cuero– y en el que parece que todos tienen que seguir la máxima de Ángel Gabilondo, esa de ser «soso, serio y formal». 

Lo que pasa es que Marco Pogo —o Dominik Wlazny cuando no está subido sobre un escenario— es otras muchas cosas antes que ser un político. Médico de profesión y músico por pasión, esta sensacional estrella del punk reconocida con algunos de los premios más importantes de la música de su país lleva desde hace casi 10 años liderando una broma que va demasiado en serio: el Partido de la Cerveza. Esta particular formación política, nacida —confiesa su creador— como una broma con la que «satirizar» a los partidos tradicionales y poder reírse de algo tan poco divertido como la política no deja de crecer en las encuestas del país y de ganarse el apoyo de los ciudadanos gracias, precisamente, a haberse empezado a tomar en serio a ellos mismos.

El señor Pogo conversa con THE OBJECTIVE desde su habitación unos minutos antes de poner rumbo a Múnich, donde esa misma noche dará un concierto con su grupo Turbobier. Confiesa que disfruta sentir que forma parte de dos mundos tan diferentes como el de la música punk y el de la política, pero reconoce que esta segunda faceta de su vida está cobrando una importancia que tendrá que obligarle a dejar de lado buena parte de su carrera musical: «La vida es cambio y cuando sea político a nivel nacional no creo que haya mucho tiempo para ser músico, pero intentaré ser feliz con lo que venga».

Adiós a las fuentes de cerveza, hola a mejorar Austria

No es un pronóstico menor. Su partido cuenta con asientos en 11 distritos de la capital del país, Viena, y las encuestas pronostican que de haber elecciones en el Estado federal se harían con la tercera posición. En 2022, últimos comicios presidenciales en el país, el propio Pogo quedó en tercer lugar, cosechando un 8% de los apoyos en sus primeros comicios para dirigir el país.

«La gente me entendió. Ya no era solo ‘ese tipo que hace bromas con la cerveza todo el tiempo’, sino que era algo más como ‘estudió medicina, ¡así que no puede ser un completo imbécil!»

Cómo llega un partido satírico que prometía colocar una fuente de cerveza en medio de Viena, promover la «birrocracia» y prohibir las cervezas Radler a ser un agente importante dentro de la política nacional es algo que solo puede explicar su creador. Pogo confiesa que esas medidas son cosas del pasado y que la palabra clave que explica este ascenso es una isla española: Ibiza.

Tras nacer en 2014 y promover todas las medidas satíricas propias de una estrella del punk metida en la política estalla —en 2019— uno de los mayores escándalos de corrupción de la historia de Austria: el caso Ibiza. Varias grabaciones captaron a altos cargos de la Administración nacional aceptando entregar jugosos contratos nacionales a cambio de una buena propaganda para el FPO, partido en el que militaban. Las investigaciones periodísticas no se hicieron esperar. Esta crisis puso en jaque al Gobierno del entonces canciller Sebastian Kurz y forzó la dimisión de varios de sus ministros. Ibiza fue la primera piedra en la tumba política del dirigente, que fue sometido a una moción de censura en la que fue derrotado. Es entonces cuando, subidos a la ola del descontento nacional, el Partido de la Cerveza y el propio Pogo deciden hacer algo innovador hasta entonces: tomarse su propia broma mucho más en serio.

Marco Pogo en uno de los actos del Partido de la Cerveza. Foto: Siegfried Leitner.
Marco Pogo en uno de los actos del Partido de la Cerveza. Foto: Siegfried Leitner.

El Partido de la Cerveza ya llevaba tres años de éxitos en la política local gracias a un programa «dedicado a mejorar la vida de los ciudadanos con propuestas como impulsar la vida cultural y las relaciones con la hostelería o facilitar el acceso de las personas con sillas de ruedas a los espacios públicos como los parques infantiles». El propio Pogo confiesa que habían empezado a ser conscientes de su papel y se lanzaron a trabajar por convertir la ciudad en un espacio más habitable, donde las bandas de música tuvieran su propio espacio para ensayar. Él lo achaca a una madurez personal.

P.- ¿Cómo salta uno de las bromas sobre la cerveza a convertirse en una propuesta seria? 

R.- Cuando conseguimos 11 escaños pensé, vale, tengo que tomármelo más en serio y cambiar mis puntos de vista satíricos para añadir algunos temas más serios o será una pérdida total de potencial. Ya sabes, estoy sentado allí y todavía puedo hacer algunas peticiones divertidas, pero si no empezaba a tomarme las cosas en serio la gente no lo hará durante el resto de mi vida. Así empecé a añadir temas al debate público como la financiación cultural, los aspectos sociales y hasta el acceso gratuito a los artículos de higiene femenina para las mujeres con bajos recursos .

También comenzó a suministrar vacunas contra la covid-19 antes de sus conciertos como forma de mejorar las tasas en todo el país. Cree que fue el momento definitivo en el que le vieron de otra manera: «La gente me entendió. Ya no era solo ‘ese tipo que hace bromas con la cerveza todo el tiempo’, sino que era algo más como ‘estudió medicina, ¡así que no puede ser un completo imbécil!‘».

Tercer puesto en las elecciones, y subiendo

El hombre que llega a las presidenciales de 2022 es otro completamente diferente al que conocían en los anteriores comicios. No solo tiene un legado con el que concurrir ante los ciudadanos, sino que además es más consciente del rol que puede desempeñar la política en la vida de las personas. En esos comicios el Partido de la Cerveza sube la apuesta y sin dejar el sentido del humor de lado ni la creatividad de las nuevas generaciones salta al debate público con el ambicioso plan de renovar la política nacional con propuestas como la implementación de exámenes calificativos para los políticos, mejorar en el sistema de representación electoral o forzar la rendición de cuentas de los dirigentes y gobernantes de todo el país. Su gran propuesta: que la gente de a pie se pueda ver representada por otras personas normales. 

P.- ¿Qué necesita tener un buen político, señor Pogo?

R.- Hay que saltar de lo público a la política. Creo que este es uno de los mayores problemas de los políticos. Fueron educados desde las juventudes y luego estuvieron a nivel de distrito, luego a otro más grande y después terminan en el Parlamento Nacional sin haber tenido nunca un trabajo real. La mayoría nunca han tenido que dirigir su propia pequeña empresa, han trabajado en un pequeño negocio, en un hospital o en los servicios públicos. No tienen que ser expertos,  académicos o súper gerentes internacionales, solo tienen que saber en qué consiste la vida real antes de trabajar en este extraño mundo llamado política.

Su tercer puesto en los comicios nacionales le ha valido de un tiempo a esta parte como fuelle para seguir con su actividad política. Asegura que si tuviera que adscribirse a una familia política tradicional tendría que hacerlo a varias al compartir medidas sociales con los verdes —con quienes asegura que no está de acuerdos en muchas cosas— o con los socialdemócratas —aunque confiesa que no se siente parte de los clásicos—. «Empecé mi propia formación por todo esto. No sé dónde colocar el Partido de la Cerveza y tampoco suelo pensarlo», relata, aunque defiende que su principal rival a batir es la derecha radical del FPÖ, contra la que considera que el resto de partidos no combaten lo suficiente y que no deja de crecer en las encuestas.

Este particular político no es ajeno a los problemas de su país. Se muestra preocupado por la crisis que la pandemia ha podido tener en la salud mental de los jóvenes. Antes de cerrar la entrevista conversamos sobre la noche vienesa y recuerda cómo durante la desescalada solo se podía pasar el tiempo al aire libre. Es entonces cuando comienzan las fiestas a las orillas del Danubio, en los paseos que recorren las orillas del río, y donde resguardados bajo un puente centenares de jóvenes vieneses y algún que otro erasmus se reunían a bailar música electrónica hasta altas horas de la madrugada tras haber pasado varios meses encerrados y cómo una parte de la sociedad los señalaba y reprendía. «Los políticos perdieron hace tiempo la conexión con ellos. En esta etapa, mientras ellos disfrutaban, había algunos que se colocaban al borde de los puentes y les grababan vídeos acusándolos de estar amenazando la salud de todo el país», recuerda.

Dominik Wlazny, el hombre detrás del personaje de Marco Pogo, se despide tras media hora de conversación con un par de chistes. Asegura que aún le queda camino por recorrer y —aunque durante la entrevista haya deslizado lo contrario en varias ocasiones— que no tiene claro si competirá en las próximas elecciones. «Aunque Austria espera mi próximo movimiento, solo sé que espero pasármelo bien».

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