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Capital sin reservas

El matriarcado de Yolanda Díaz y el honor de la CEOE

«Dirigentes corporativos consideran que el diálogo es mentira y Garamendi no puede actuar como convidado de piedra»

El matriarcado de Yolanda Díaz y el honor de la CEOE

Yolanda Díaz. | Europa Press

La economía nunca ha sido el punto fuerte de los gobiernos socialistas que han utilizado históricamente la caja pública como un medio para financiar su ideario de cambio político. Con Pedro Sánchez esta máxima está siendo llevada al paroxismo dada la escasa contención doctrinal del actual líder del PSOE, su necesidad acuciante de regar la ruleta de adhesiones parlamentarias para mantenerse en el poder y su recalcitrante obsesión por fomentar un nuevo régimen que actúe como cordón sanitario de una eventual y democrática alternancia de gobierno. Para todo ello es indispensable exprimir una agenda económica basada en tres vértices claramente orientados al aumento del gasto, la creación de un nuevo marco tributario y el intervencionismo del Estado con el fin de asegurar el control de la iniciativa privada y el favor de una sociedad subvencionada y dominada por una mayoría creciente de estómagos agradecidos.

El anverso de la moneda con la que el jefe del Ejecutivo va a pagar su palaciego alquiler en La Moncloa puede observarse de manera nítida en la composición organizativa de un equipo económico tutelado desde Hacienda por la inconmensurable María Jesús Montero, cuya misión principal no será otra que repartir a conveniencia el botín de la llamada financiación autonómica entre los múltiples acreedores que llamarán a la puerta durante toda la legislatura. A la vera de la flamante cajera del Estado figura un ministro de Economía despojado de todo peso político y abocado a actuar como lo que ya era en su anterior etapa profesional, un director de tesorería encargado de buscar debajo de las piedras los dineros para sufragar el convite a los socios de Sánchez. Eso sí, Carlos Cuerpo deberá entregar si es necesario su alma tecnócrata al diablo para que sus colegas de Bruselas no estropeen la fiesta.

La divisa del Gobierno no es otra que seguir viviendo por encima de las posibilidades reales que ofrece la economía real mientras los datos oficiales aguanten el tirón. La anomalía de una estadística que muestra crecimientos del empleo muy superiores al aumento raquítico del Producto Interior Bruto (PIB) facilita una senda fiscal voluntarista traducida en el pacto de investidura entre el PSOE y Sumar. El acuerdo programático con Yolanda Díaz revela de forma clara y diáfana un modelo socioeconómico que sitúa a España en un escenario muy alejado del resto de países de nuestro entorno. Los más escépticos podrán argumentar que la fragmentación parlamentaria complica sobremanera la consecución de los objetivos planteados por la ministra de Trabajo pero no es menos cierto que durante la anterior legislatura se decía lo mismo de las concesiones otorgadas a Pablo Iglesias que luego fueron adoptadas en su práctica totalidad.

De victoria en victoria hasta la derrota final

Yolanda Díaz representa el reverso de la moneda y deberá ventilárselas por su cuenta y riesgo para hacer valer sus instintos populistas con los agentes sociales. La vicepresidenta segunda estará más sola que la una dentro de la Comisión delegada para Asuntos Económicos, un grupo de trabajo que ha ido perdiendo estos últimos años su reputación histórica como órgano colegiado del Ejecutivo y a día de hoy tiene escasa influencia como sanedrín previo en las decisiones del Consejo de Ministros. Pero al margen de la disyuntiva oficialista y de los palos en la rueda que irán colocando los antiguos cuates de Podemos, cuando toque realmente partir el bacalao, la líder de Sumar tendrá seguro de su lado a Pedro Sánchez, quien ni por lo más remoto va a romper la cuerda que le ata a su alma gemela y aliada preferente de legislatura. Esto es algo que deben tener muy presente María Jesús Montero y todos los subordinados del Ministerio de Economía con su nuevo titular en primer tiempo de saludo.

Apoyada en las inestimables correas de transmisión de los llamados sindicatos de clase; UGT y especialmente los amigos de Comisiones Obreras, la facción comunista de la coalición de Gobierno que encarna Yolanda Díaz dispone de sobrado empoderamiento para hacer de su capa un sayo hasta borrar de la faz de la tierra todo vestigio de liberalización que sirva para impulsar la iniciativa privada en nuestro país. La economía regulada y subvencionada como exponente del reparto de la miseria constituye el núcleo duro y puro de ese proyecto que presume de tacón progresista mientras pisa con el contrafuerte de un endeudamiento desorbitado e insostenible. La pólvora del rey se destina de manera impenitente a fuegos de artificio para glorificar una tendencia emprendida hace cinco años y consagrada para la posteridad bajo el epitafio de esa España que avanza de victoria en victoria hasta la derrota final.  

«La gran empresa añora los tiempos en que la CEOE de José María Cuevas lideró la oposición más radical contra el Gobierno de Felipe González»

El único dique de contención que puede levantarse con cierta eficacia ante la irredenta deriva que condena el desarrollo natural de la actividad productiva reside, como no puede ser de otra manera, en las fuerzas vivas del mundo de la empresa, a través de esa plataforma de actuación política que también es la CEOE. La confederación que integra a todas las organizaciones patronales de carácter sectorial y territorial necesita volver sobre sus pasos como punta de lanza de una sociedad civil que debe superar la fase reivindicativa para ejercer cuanto antes un papel mucho más proactivo.  Allá donde algunos políticos se afanan por destruir el espacio de concordia ciudadana y otros tantos se muestran incapaces de sostener el más elemental modelo de convivencia pública es indispensable renovar los ancestrales liderazgos que desde el mundo económico contribuyeron también a impulsar los cuarenta años más sanos de democracia que ha vivido España.

Hacia un nuevo Congreso Nacional de Empresarios

La CEOE de Antonio Garamendi ha vivido una etapa relativamente dulce, basada en la exquisita habilidad para las relaciones públicas que siempre han caracterizado los modales de su titular. No se olvide que el presidente de la patronal está en posesión de la Gran Cruz del Mérito Militar concedida por la ministra Margarita Robles pocos días después de que Garamendi echara su cuarto a espadas en favor de los indultos auspiciados por Pedro Sánchez a los líderes independentistas catalanes. De eso hace casi tres años y a buen seguro que el máximo representante de los empresarios ha tenido tiempo y ocasiones desde entonces para comprender los peligros que supone dar la mano y que te cojan el pie. O te tomen el pelo que es lo que viene haciendo Yolanda Díaz cuando se salta a la torera sus rastreras invocaciones al diálogo social mientras ejerce su matriarcado social en conciliábulo continuo con los sindicatos y a espaldas de la CEOE

El incremento de las cotizaciones sociales por la puerta trasera de la última reforma de las pensiones, el intento momentáneamente frustrado de priorizar los convenios autonómicos sobre aquellos de carácter estatal y sectorial y el trágala de la subida del SMI evidencian el escaso valor de la política de apaciguamiento que ha venido manteniendo la CEOE con el Gobierno. Más allá del álbum de fotos con que Garamendi pretenda adornar su imponente despacho en Diego de León, la mayor parte de los pactos suscritos con Pedro Sánchez y compañía solo han servido para poner a prueba la paciencia de los empresarios. Algo parecido a lo que experimentó José María Cuevas a mediados de los años ochenta cuando harto ya de estar harto se cansó de hacer el primo ante los flagrantes incumplimientos de los solemnes acuerdos económicos y sociales suscritos con Felipe González.

El gran patriarca de la CEOE aprendió pronto la lección y se convirtió en la única y verdadera oposición institucional contra el rutilante Gobierno socialista de la época hasta la aparición en escena de José María Aznar en 1989. Cuatro años antes, en noviembre de 1985, Cuevas había reunido a 8.000 empresarios en el Palacio de los Deportes de Madrid en un cónclave destinado a reafirmar el papel de la organización confederal ante el escenario económico que implicaba la incorporación de España a la Unión Europea. A partir de este momento la CEOE cerró la puerta a cualquier acuerdo que no tuviera garantías de práctica eficacia en el mercado laboral. Un ejemplo de liderazgo que varios dirigentes corporativos vienen añorando con el ansioso propósito de recuperar las esencias de la que se dice cúpula patronal en España. Más si cabe ahora que Garamendi ha despejado el camino estatutario para prolongar su presidencia sin límite de mandatos. En eso el presidente actual sí que se parece a Cuevas. Por algo se empieza. 

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