La madre que parió a Bolaños

Mi madre me pregunta por qué casi todas las semanas hablo de ella en mis columnas en distintos medios. La respuesta es obvia: una vez que se madura, no hay mayor autoridad que una madre. Tardamos un poco, pero al final entendemos que ellas siempre, siempre, siempre tienen razón. Yo, si hubiera hecho caso a mi madre en todo, me habría ahorrado aproximadamente el 99% de los problemas que he tenido en mi vida. No me he tatuado aún en la frente «haz siempre caso a mamá» por falta de tiempo, no de ganas. 

Hay excepciones, claro. Existen las típicas madres que maleducan a los hijos. 

Las de «mi hijo nunca suspende nada»; mentira, y «mi hijo siempre sale bien en las fotos»; hombre, tampoco. Esas acaban dando lugar a hijos muy encantados de conocerse, que nunca piensan que hacen nada mal. La clásica exsuegra que todos hemos tenido, con un hijo que sigue pensando que le estás dando una lección en vez de darse por aludido por el hecho de que te hayas casado y tenido familia numerosa con otro. Pero la mayoría encontramos un sano equilibrio entre apoyar a nuestros hijos y que se sientan queridos y machacarlos un poco cuando toca para que aprendan a frustrarse y aceptar que nadie es perfecto y que ni siquiera por ser su madre se lo vamos a estar haciendo creer todo el día. 

«Las madres son las que no fallan cuando te está fallando todo lo demás, hasta el algoritmo de tu buscador»

Félix Bolaños no hace caso a su madre o tiene la típica madre de hijo petardo que todo le dice que lo hace bien y que es un perseguido por los demás. Si no, antes de intentar colarse cual canapero en los actos de la Comunidad de Madrid, su madre le hubiera dicho que mejor se quedara en casa, que uno no va a los sitios que no lo invitan. Isabel Díaz Ayuso tampoco había sondeado a la suya respecto a sus hombreras ni al color pedo, porque no se me ocurre otra palabra para describir esa tonalidad de marrón. Otro que no pregunta a su madre o no le hace caso es Pedro Pascal. Uno de los —para mí— hombres más sexis del mundo. El actor de Juego de Tronos y ahora protagonista de la muy aclamada The Last Of Us, se ha plantado en la Met Gala 2023 con un look que no le hubiera diseñado ni su peor enemigo. 

Con pantalones [muy] cortos negros, calcetines, botas y camisa y abrigo rojos pasión. El tema este año era homenajear a Karl Lagerfeld, que no me pega que fuera fan, con esa cara tan antipática, de los exhibicionistas que esperan en el garaje a que pase una mujer sola, que es lo que parecía el pobre Pedro, pero a saber. Claro que la mayoría de señoras lo único que han hecho ha sido vestirse de novias y varios invitados de gatos. Porque al desaparecido diseñador de Chanel le gustaban el blanco y el negro. Y los gatos. Ah, pues ya estaría. Ya se sabe que en realidad todo el mundo se salta el dress code, pero es que ni disimulan. La única que no decepcionó fue Nicole Kidman, con su vestido icónico de plumas rosa claro con el que en 2004 protagonizó el anuncio de Chanel No.5. 

Yo creo que ninguno de esos looks mamarrachiles podía contar con el beneplácito de sus madres. Como supongo que no contará Tamara Falcó con el beneplácito de Isabel Preysler para casarse con el no muy fiel Íñigo Onieva, pero ah, amigo. Igual que se sabe que las madres tienen razón, se sabe que nadie escarmienta en cabeza ajena. Desgraciadamente. Eso sí, Preysler hizo esperar a todos en la cena de pedida de mano, aunque era en su casa, porque según ha contado Tamara, se estaba arreglando. Y no le apetecía mucho el plan, me imagino. Que vaya papelones tenemos que hacer a veces por los hijos. Las madres son las que no fallan cuando te está fallando todo lo demás, hasta el algoritmo de tu buscador. A mí sin ir más lejos, me han recomendado hoy en noticias leer artículos como cómo reducir los costes de mi entierro con la funeraria. Aprovechando que este domingo es el Día de la Madre, hagamos caso a nuestras progenitoras. Ahorrémonos traumas. Y ahorrémoselos a ellas.

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María Durán