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Opinión

De la Fuente toca las palmas

«No hay que descartar que Rubiales acabe en la trena -de uno a cinco años le pueden caer- o se vaya de rositas»

De la Fuente toca las palmas

Celebración de la Selección española durante del partido contra Georgia (1-7). | EFE

Carlitos Alcaraz, realista, perdió con Medvedev, imperial, y no buscó culpables en la derrota: «No soy suficientemente maduro». El que dice la verdad ni peca ni miente. Disputaron puntos extraordinarios, levantaron al público y el ruso fue mejor porque necesitaba jugar «once sobre diez» para derrotar al último campeón de Flushing Meadows y alcanzó un «doce sobre diez». Fue una madrugada de sensaciones encontradas. Y de mucho tenis, después de una plácida tarde que nos dejó un dulce sabor a fútbol de calidad suprema. A Luis de la Fuente le esperaban con la escopeta cargada antes de enfrentarse a Georgia, que el año pasado perdió in extremis 1-2 con la España de Luis Enrique, y salió del estadio bajo palio. Menos mal que no le han despedido. Hay que suponer que una victoria tan contundente y holgada se impondrá a la escena del crimen (aplauso).

No sé qué causa más hartazgo, si la imagen en bucle en todas las cadenas de televisión, a cualquier hora y en cualquier espacio, sea o no informativo, del pico robado de Rubiales a Jenni Hermoso o la del besuqueo de Puigdemont, recreándose en la suerte del comodín, y su lugarteniente Toni Comín con la vicepresidente segunda de España, sonriendo ella de oreja a oreja con las manos revoloteando como alas de mariposa por los brazos del prófugo de Waterloo, mientras jueces, abogados y demás especialistas de la cosa retuercen la Ley para decretar la amnistía y, de paso, traer de vuelta a casa con despliegue de alfombra roja a quien huyó del país en el maletero de un coche.

El descarnado asunto es tan chusco que resulta comprensible la reacción de un buen amigo que, apoyado en el interminable y pulido mostrador de un carísimo hotel de Barcelona, aduce insumisión fiscal para no pagar la tasa turística, escudándose en las ocurrencias de la Colau activista y en el sentimiento de orfandad estatal que trasciende en la Ciudad Condal y alrededores. Porque en estos tiempos todo es posible, ni hay que descartar que Rubiales acabe en la trena -de uno a cinco años le pueden caer si es «agresión sexual»- o se vaya de rositas, aunque en Derecho impera la jerarquía sobre la voluntad. Ha desafiado al Gobierno y el Gobierno va a por él, consciente de que el inhabilitado de Motril piensa morir matando. Ítem más, es su intención responder a la denuncia de Jenni Hermoso con otra demanda en sentido contrario.

«Cierto que no es lo mismo, que en política vale todo, pero resulta que el único purgado de la fatal Asamblea es el campeón del mundo»

Así de turbio y enredado está el asunto. Deberíamos seguir de fiesta por la consecución del Mundial y no ganamos para sustos: el fútbol femenino está en huelga porque no hay manera de que patronal y sindicatos firmen un acuerdo digno para las jugadoras; el próximo día 22 toca jugar contra Suecia y no hay ni asomo de convocatoria ni cuerpo técnico, que, por cierto, dimitió 48 horas antes de que caducaran sus contratos. En el mientras tanto, Pedro Rocha, heredero del trono de Rubiales, despidió a Jorge Vilda, entrenador campeón del mundo, sin que salgan a la superficie los motivos del cese. La palabra la tienen ellas; pero ellas no hablan del asunto. Jenni, a instancias de su sindicato y su sindicato a instancias superiores, ha denunciado a «Rubi», pero nadie ha demandado a Vilda. Si hay cargos contra él, se desconocen. Ni abuso de poder, ni acoso sexual, nada. Dudar de sus conocimientos después de la conquista dejaría en pésimo lugar a la acusación. Para esto de la comunicación, Rocha necesitaría un rostro granítico como el de Isabel Rodríguez, la ministra portavoz, que, en el momento en que pierde la sonrisa, arruga el entrecejo para convencerse de que cuando trata de convencernos de la enésima versión de lo que sea no nos está vendiendo la Torre del Oro.

A Jorge Vilda le sostuvo Rubiales y ganó un Mundial. Sí, los entrenadores también ganan, no sólo pierden. Asumido el despido y que por vergüenza o fidelidad se equivocó siendo leal al jefe, ha dejado el asunto de la renovación interrupta en manos de sus abogados, que reclaman dos millones de euros por los cuatro años que, con luz, cámaras, taquígrafos y secretario general presente, le habían apalabrado. Como atenuante, podrían argüir sus defensores que el 80 por ciento de los palmeros que acuden a los mítines de los partidos aplauden para contentar al líder. Cierto que no es lo mismo, que en política vale todo, pero resulta que el único purgado de la fatal Asamblea es el campeón del mundo. Dejó escrito el economista Antonio Genovesi que «hasta la supervivencia de una banda de ladrones exige lealtad recíproca». No es el caso porque aquí los tunantes están perfectamente identificados, también las víctimas.

Y menos mal que esa revolución de chichinabo no ha alcanzado a Luis de la Fuente. En medio de la tempestad que azota al fútbol español, la selección aterrizó en Tiflis sin botas -al perro flaco, ya se sabe- ni guantes para los porteros. Finalmente, el baúl llegó horas antes del partido. Nada turbó el ambiente del equipo, ni el comunicado de apoyo de los internacionales a sus compañeras, crítico con Rubiales, ni la sinceridad de Carvajal ni el lapsus con las manoplas y los borceguíes. Comenzó el encuentro y España cuajó un partidazo contra Georgia (1-7). La selección de Luis de la Fuente carbura. No sonó la flauta con la Liga de las Naciones, lo confirma el recital del viernes. La España masculina juega (muy bien) y gana. Sí, como la femenina, tan necesitada de balón como de calma.

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