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Yo acuso como McCarthy

En España, «el país más fuerte del mundo: los españoles llevan siglos intentando destruirlo y no lo han conseguido»

Yo acuso como McCarthy

La atleta María Pérez. | Europa Press

María Pérez, doble campeona del mundo en 20 y 35 kilómetros marcha, tú sí que eres noticia importante, fundamental. Amaya Valdemoro, que naciste luchando y has entrado en el Salón de la Fama de la NBA, donde sólo acceden los elegidos, tú también eres importantísima, leyenda formidable; como Pau Gasol, que unos días antes te precedió en ese arrebato de gloria universal. Como Álvaro Martín, que también ganó dos oros, igual que María; como Mo Katir, plata en los 5.000 de los mundiales de Budapest, donde el cuarto puesto de Adrián Ben en los 800 supo a medalla. Deportistas esenciales que relanzan la «Marca España» aunque sus hazañas trasciendan apenas horas porque en su país lo que realmente importa es el lanzamiento indiscriminado de boñigas, deporte sin parangón en cualquier otro lugar del planeta azul. 

La fiesta por la consecución del Mundial femenino de fútbol terminó como el rosario de la Aurora. Y aún colea. El TAD sólo considera «falta grave» que Luis Manuel Rubiales Béjar, instalado en el esperpento, se tomara la libertad de dar un «piquito» a Jennifer Hermoso y de tocarse los cataplines delante de millones de niñas y niños que festejaban frente al televisor la gesta de Olga Carmona, Aitana Bonmatí y otras veintiuna heroínas. ¡La mejor selección femenina de la Tierra, en el patio de Monipodio y a las puertas del Juzgado! ¿Dónde se ha visto? En España, «el país más fuerte del mundo: los españoles llevan siglos intentando destruirlo y no lo han conseguido» (Bismarck). Perseveramos en el empeño.

El TAD (Tribunal Administrativo del Deporte) ha abierto expediente a Rubiales, pero mientras lo tramita no le suspende. Si lo encuentra culpable le inhabilitará entre un mes y dos años; así que por ahora y con arreglo a la Ley no puede abatirlo. En ese sentido, la FIFA es más eficaz. La «sentencia» desagrada profundamente al CSD, produce retortijones en la Moncloa y ha debido poner de los nervios a la titular del ministerio de «Desigualdad» , tanto como a su colega Belarra y a la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz, a quien cuesta ordenar la abreviatura del Consejo Superior de Deportes; no le arredra, sin embargo, pedir la cabeza de los seleccionadores cual «hooligan» de a pie, aunque ella mantuviera de asesor durante siete años a su mano derecha en Galicia hasta que la Policía lo detuvo por consumir pornografía infantil. Hay que ver lo que se parece la idea de Joseph McCarthy a este comunismo que abandera el feminismo, listas negras en ristre, con la virulencia de Torquemada, aquel inquisidor general que, quién se lo iba a decir seis siglos después, volvería a reabrir la escuela.

«Es un brindis al sol. Sin sueldo (un millón al año) y sin abogados de la Federación, le van a faltar ahorros para meterse en pleitos»

Todos los que aplaudieron en la Asamblea donde el reo cometió el error de no dimitir están «retratados», «señalados», son culpables sin juicio y, por supuesto, sin que prevalezca en ningún caso la presunción de inocencia. ¿La presun qué? A José Ramón Cuetos Lobo, presidente de la Federación Asturiana de Fútbol, le han condenado Adrián Barbón, presidente del Principado, y Adriana Lastra, vicesecretaria general de Acción Política e Institucional de la Federación Socialista Asturiana. Exigen su dimisión: aplaudió. Él se defiende: «No he cometido ningún delito. Aplaudí una gestión que ha multiplicado por ocho la ayuda a mi Federación» (lo que viene a ser el clientelismo ilustrado). Él también pidió a Rubiales que dimitiera, como los otros dieciocho terratenientes regionales, que serán quienes fulminen a «Rubi», moción de censura previa, porque ya lo han sentenciado, como antaño laminaron a Villar, y porque ser presidente de la Real Federación Española de Fútbol es una bicoca de tal calibre que casi cualquiera de los 19 sueña con ocupar ese puesto que el inhabilitado de Motril piensa defender como diputado/diputada panza arriba. Ni siquiera descarta denunciar a Jennifer Hermoso, mientras ella, presionada por el sindicato y las ministras, duda dos semanas después si querellarse contra él.

Resulta curioso cómo el Gobierno desenvaina la espada de San Jordi después de ocultar durante cinco años todas esas irregularidades que acabaron en un cajón del CSD, sin llegar al TAD, y que ahora afloran como la mierda en el río con vengadores apostados en ambas orillas. Hay materia de sobra para inhabilitar a Rubiales, desde Salobreña hasta Arabia Saudí. Pero resulta que lo increíble es tan común que ya no sorprende. Verbigracia: la víspera de la final mundialista, mezcladas con los invitados y directivos de la RFEF en un crucero por la bahía de Sidney, dos directivas de Futpro se deshacían en elogios hacia el presidente, «que si Luis se ha portado muy bien», «que si da a las jugadoras todo lo que necesitan», «que si ha traído a las familias para que estén con ellas»

Veinticuatro horas después, a continuación de la espontánea algarabía en el vestuario y en el autobús, en el ambiente del aeropuerto se cortaba el aire. Las risas de las futbolistas se apagaron, los semblantes distendidos de las sindicalistas se tensaron. El «piquito» daba la vuelta al mundo; en España, sectores muy significados tomaban posiciones por lo que calificaban de «agresión sexual» y la gestión federativa de la crisis avanzaba hacia la autodestrucción. La ONU, que no dijo ni pío de Qatar y su Mundial, señalaba a los españoles por el sexismo de Rubiales. Y éste respondió: «No dimito», va a luchar, proclama. Es un brindis al sol. Sin sueldo (un millón al año) y sin abogados de la Federación, le van a faltar ahorros para meterse en pleitos. Su infracción sólo «es grave», determina el TAD, magnánimo conforme a esa ley que la paranoia política ignora, vocea y desprecia; pero su figura no es sino el reflejo de las palabras de la seleccionadora de Inglaterra, Sarina Wiegman, mejor entrenadora del año, que aborreció el comportamiento del directivo y dedicó el trofeo a las jugadoras españolas. Aitana, la mejor futbolista, recogió el guante: «Gracias Sarina. No podemos permitir que haya abuso de poder en una relación laboral, ni falta de respeto». Chapeaux. Poco más que añadir. Rubiales, te quemaste a lo bonzo y los tuyos expanden las cenizas. C’est fini, game is over, se acabó. 

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