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Opinión

Santísimo Cristo de los homosexuales

«¿Qué sentido tiene un cartel como este? La libertad de un artista, no busquen más»

Santísimo Cristo de los homosexuales

Imagen del polémico cartel de Semana Santa.

Con los cristianos más exaltados ocurre igual que con los más monárquicos. Acaban por ser los mayores detractores de lo que pretenden defender. Lo único que consiguen los devotos borbónicos con sus vítores a destiempo es provocar alipori. Y causan rechazo aquellos cristianos exaltados que tildan de blasfemia todo lo que se escape de sus entendederas. No cunda el pánico, solo hay un cartel en Sevilla. Es el cartel de la Semana Santa sevillana, la más internacional de las festividades religiosas de nuestro país. La obra cumbre de un pueblo rendido a la fe que sale por sus barrios. Una empresa popular que mezcla la pasión con la tradición, Dios con el arte, la música con el silencio. A la calle, sevillanos. Volveréis a la calle, como cada año, pasadas las aguas de esta polémica efímera.

Salustiano García fue el artista elegido para hacer la obra que anuncia la venida de la Semana Santa en la capital andaluza. Y, a la vista de toda su obra, ha sido fiel a su estilo. Sabían quienes le contrataron lo que podían encontrarse. Y descubrieron hace unos días un cartel que muestra, en fondo rojo, a un Jesucristo sereno, luminoso, no atormentado por un castigo, no ensangrentado, sino resucitado. ¡Anatema! Corrieron en bandada los que vieron en él a un ser sexualidado, algo afeminado. Están saliendo en tromba quienes miran a un Jesús amanerado. Un Santísimo Cristo de los homosexuales. Como si no fueran ellos, los homosexuales, hijos de Dios. Como si no hubiera homosexuales que han trabajado, a destajo, por la Semana Santa. Y quien haya pisado, aunque sea de refilón, las cornisas de una hermandad sabe que están allí.

La Semana Santa es Pasión, Muerte y Resurrección. Y si falla alguno de los elementos la tramoya se viene abajo, ese teatro de emociones que es la semana más sentida del año, no cumple. Obedece este cartel a un triunfo, el de la vida sobre la muerte. El de la belleza  sobre el horror. Porque no hay luz sin antes haber probado en tus carnes la oscuridad. Y  este es el arte—sí, el arte— que provoca y hace reaccionar al público. El que remueve opiniones, el que levanta palabras de los cofrades sevillanos. Los hay, y bien hacen en expresarlo, quienes no ven en este cartel un algo representativo de su Semana Santa. Y por ahí la crítica es razonable. Seguramente un capillita sevillano, como le ocurrirá a uno granadino o abulense, es que desee ver a su Cristo, no a ninguna representación de la resurrección. Lo decía José Lobo por Twitter, un sevillano quiere ver al Gran Poder, al  Cachorro, al señor de la Sentencia, pero no le vale un Cristo cualquiera, quiere el suyo. 

¿Y qué sentido tiene un cartel como este? La libertad de un artista, no busquen más. La  mente de un creador que pretende hacer a su manera una carta de amor a Dios, y a Sevilla. Una hoja de presentación al mundo de la que ya se habla. Éxito, pues. El Jesús de  Salustiano ha logrado que ya todo Cristo, me perdonan el juego de palabras, conozca la  imagen que anuncia la llegada de la semana más importante del año. Y de paso ha sacado en estación de penitencia a tanto mulo que ve gays, como si fueran animales extraños, en cada bocacalle. Ven en ti a un homosexual, señor. Son la reencarnación de Daniele da  Volterra, aquel pintor italiano al que el papa Pío V, le encargó tapar los desnudos de El juicio final, en la Capilla Sixtina. Y eso que por entonces no había Twitter.

Contaba el artista sevillano que la génesis de este cuadro ocurrió hace tiempo con una  muerte, la de su hermano. «Mi madre me pidió que entrara en la habitación donde reposaba su cuerpo para despedirme de él. Estaba aterrado, pero cuando vi su cara y el gesto sereno de sus manos cruzadas sobre su pecho (…) Parecía el Cristo más bello que jamás se haya representado en obra de arte alguna». Ha elegido Salustiano ser fiel a sí mismo, sin miedo a torear en esa plaza de primera llamada Sevilla. Acabará por gustar. Y si no, al menos es  solo un cartel. Ahora a ir preparándolo todo, quedamente, como se hacen bien las cosas. Sintiendo que la primavera se haya latente, pero está. Orgullosos cofrades, y al que no le guste, habrá que tirar de los clásicos, véase Carlos Herrera. «¿Qué, ya estamos paseando muñecos?», le puso un tipo por redes al ver que el locutor estaba disfrutando de una virgen  en procesión, y Herrera, triunfal, respondió: «Paseando a tu puta madre». De eso uno no resucita ni ‘pa’ Dios.

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