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Sanidad

Sanidad desaconsejaba hasta 2019 el uso de mascarillas por falta de evidencia científica

También recomendaban que no se vendieran en farmacias: «La información sobre su efectividad es muy limitada»

Sanidad desaconsejaba hasta 2019 el uso de mascarillas por falta de evidencia científica

Sanidad desaconsejaba hasta 2019 el uso de mascarillas por falta de evidencia científica. | EP.

A día de hoy no cabe duda de que las mascarillas han sido un negocio de miles de millones de euros para aquellos que, a falta de ausencia de normas, dieron grandes pelotazos vendiendo material sanitario a precio estratosférico mientras millones de personas morían por la covid. La pandemia del coronavirus llegó a España en marzo de 2020, y con ella la imposición del tapabocas para toda la población en espacios abiertos o cerrados de carácter público o privado pese a la evidencia científica y a lo que el propio Ministerio de Sanidad decía meses antes.

Hasta 2019, Sanidad desaconsejaba el uso de las mascarillas por falta de pruebas de que estas ayudasen a detener la transmisión de los virus. «No se recomienda el uso de mascarillas  para la población general. Sólo se recomienda usarlas a las personas enfermas mientras están en contacto con otras personas y a las personas que las cuidan», se lee en la web de por entonces.

Y es que desde el Ministerio no solo desaconsejaban su uso, sino que también recomendaban que no se vendieran en farmacias: «En cuanto a la venta en farmacias, no está recomendado por el Ministerio el uso de protectores respiratorios de partículas para población general, ni para pacientes con sospecha». E insistían en que si no se usaban correctamente incluso podían «aumentar el riesgo de transmisión».

Es más, durante la pandemia de la gripe A de 2009/2010 (que dejó entre 150.000 y 575.000 víctimas mortales), desde Sanidad señalaban que «la información disponible acerca de la efectividad de las mascarillas y los protectores respiratorios o respiradores sobre el control de la pandemia es muy limitada». Así, indicaban que el lavado de manos «es la medida más efectiva de protección», ya que mientras afirmaban que sí hay evidencia científica suficiente sobre la eficacia de las mascarillas para reducir la transmisión del virus de la gripe en centros sanitarios, por el contrario, «no está demostrado que sea eficaz en las situaciones de la vida diaria o en espacios abiertos».

Además, aclaraba que la mayoría de las mascarillas están diseñadas para evitar la salida de gérmenes de la boca cuando se tose
o estornuda, «pero no constituyen una barrera eficaz para evitar que entren virus desde el exterior». Por ello, «las autoridades sanitarias, en base a la evidencia científica disponible, no recomiendan el uso de mascarillas a las personas sanas en sus actividades diarias habituales».

Evidencia científica

Todo cambió meses después con la llegada de la pandemia de la covid, todo menos la evidencia científica, que seguía siendo la misma y desaconsejaba el uso del tapabocas para la población en general. A pesar de ello, en mayo de 2020, una Orden Ministerial publicada en el Boletín Oficial del Estado establecía la obligatoriedad del tapabocas en la vía pública, en espacios al aire libre –incluso parques y playas, y en cualquier espacio cerrado de uso público o que se encuentre abierto al público. Su incumplimiento podía conllevar una sanción de 100 euros.

Sin embargo, como contamos en THE OBJECTIVE, ninguno de los numerosos estudios científicos de gran prestigio que han llegado a hacerse hasta la fecha concluye que las mascarillas previenen el contagio de covid o cualquier otro virus respiratorio. La revista American Journal of Medicine publicaba el pasado septiembre que el nivel de evidencia generada a favor de los tapabocas «fue bajo». Un estudio comparando uso de mascarilla por países con número de casos y muertes por covid publicado en la revista médica Cureus concluye que «la falta de correlaciones negativas entre el uso de mascarillas y los casos y muertes de COVID-19 sugiere que el uso generalizado de mascarillas en un momento en el que más se necesitaba una intervención efectiva, es decir, durante el fuerte pico otoño-invierno 2020-2021 (del 1 de octubre al 31 de marzo), no logró reducir la transmisión de COVID-19». 

Y en una última revisión de Cochrane, por añadir un ejemplo más, que incluye resultados de 78 estudios sobre el uso de la mascarilla y su efectividad, concluye que no hay diferencias entre llevar una mascarilla quirúrgica o no llevarla, y tampoco entre llevar una N95/P2 y una quirúrgica. «Es probable que el uso de mascarillas en un entorno comunitario suponga poca o ninguna diferencia en el desenlace de enfermedad pseudogripal (EPG)/enfermedad similar a la covid‐19 en comparación con no utilizarla».

Negocio milmillonario

El nerviosismo de la pandemia, el abandono de la Ciencia por parte de los responsables sanitarios y la falta de controles ha llevado a un milmillonario negocio, como ha podido saberse en los últimos días, con varios ministerios y administraciones públicas implicadas. Un ejemplo de ello es el caso Koldo, el exasesor personal del exministro de Transporte, José Luis Abalos, que presuntamente se lucró junto a varios empresarios con las mordidas de la venta de mascarillas.

Y en todo este contexto no podemos olvidar que España fue el país que más tarde retiró los tapabocas a pesar de la ausencia de informes técnicos que avalasen la decisión de mantenerlos. Sanidad reconocía esto último recientemente, así lo informó este medio. Y es que el departamento que ahora lidera Mónica García  ha admitido por escrito por primera vez que impuso el uso de mascarillas sin informes de expertos que avalasen su uso. Así, mientras la mayoría de la población acatábamos, otros disparaban los ceros de su cuenta bancaria por el abuso de las adjudicaciones a dedo ante la ausencia de reglas.

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