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David Otero: "Un buen ministro de Cultura sería J.A. Bayona o Pasión Vega"

Ya no es ni El Pescao, ni el guitarrista de El Canto del Loco, ni el primo de Dani Martín. Ahora es David Otero. Sin más. Un tipo risueño, sin pelos en la lengua, divertido, alegre, sin miedo a equivocarse y, sobre todo, ochentero. Así se define el madrileño que presenta su cuarto disco en solitario: 1980, grabado a caballo entre Madrid y Barcelona y compuesto entre Marruecos y Portugal. «El álbum está ensamblado por una especie de hilo invisible que le da todo su sentido, para convertir una buena colección de canciones en un homenaje al espíritu más divertido de los ochenta», cuenta el artista a The Objective en las instalaciones de Sony Music, en pleno paseo de la Castellana de Madrid, el mismo día de la salida al mercado de este nuevo trabajo que lleva por título el año de nacimiento del madrileño.

 

«El Pescao fue un arma para esconderme tras dejar El Canto del Loco»

 

Y con él, vuelve el David más niño. «Este viaje es una terapia. Cuando eres un crío no separas tanto el bien del mal, lo que gusta de lo que no. Ahora, mi reflexión es que voy a intentar recuperar todo eso. El equivocarme, el ser divertido, alegre…», reflexiona el artista quien, asegura, de no ser músico le hubiera gustado ganarse la vida surfeando las olas de California.

—Pero eso no da dinero—le digo.

—Eso es. Por eso mismo estoy aquí con mi guitarra, promocionando mi nuevo disco y surfeando cuando puedo y me dejan— cuenta risueño el ex de El Canto del Loco ataviado con una camisa floreada y pelazo.

De esta forma, 1980 es una oda a esa década musical gloriosa y un «viaje» con imágenes reales de la infancia del propio Otero. «Un cóctel maestro de pop luminoso y sonidos revival«. Jardín de flores, el single que estrenó en febrero, resume a la perfección lo que esa década significa desde el prisma de David. Es el lado colorido y descarado de unos años que presenciaron la última gran revolución musical, en su caso atrapada por unos sintetizadores analógicos que presidieron la grabación del álbum. 

Pero no hay nostalgia en 1980, sino pasión por una época en la que la electrónica conducía a un mundo de fantasía. Por ahí salió el funk, el pop y el disco que rezuman la mayor parte de las canciones de este nuevo trabajo. Un cóctel maestro de pop luminoso y sonidos revival.

Hace tiempo que David Otero se quitó las espinas de El Pescao, un proceso nada fácil donde, confiesa, sintió «mucho miedo’.

—Artísticamente, has pasado de ser El Pescao a David Otero, ¿por qué ese cambio de nombre?—le pregunto.

—Me di cuenta que al final lo que estaba haciendo era intentar ocultarme. Salí con mucho miedo de El Canto, era una cosa muy bestia.

—Entonces, ¿El Pescao fue una forma de esconderte?

—Claramente. Yo salía de montar El Corte Inglés a emprender una pequeña panadería. Tenía mucho miedo y tenía que inventar algo que lo amortiguase un poco, ya que era inevitable la comparación. Tres meses antes estaba tocando en un estadio con 40.000 personas.

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1980 es una oda a esa década musical gloriosa y un “viaje” con imágenes reales de la infancia del propio Otero. | Foto: Sony Music

De esta forma, David Otero, que agradece a las monjas la oportunidad que le brindaron al ofrecerle tocar la guitarra en las misas de la parroquia de su barrio, reconoce el miedo que tuvo a enfrentarse a sí mismo. En este punto también acierta a decir que dejar El Canto del Loco, como ya apuntó a The Objective Dani Martín, fue «un gran éxito porque se dejó en el mejor momento, mas arriba no se podía llegar y eso es precioso».

—¿El Canto del Loco murió, entonces, de éxito?

—Yo pienso que todos teníamos nuestros motivos para ir hacia un lado u otro y todos teníamos la necesidad de descansar porque era algo que generaba muchísimo estrés.

¿Y cómo os lleváis los ex de El Canto? Se ha dicho de todo…

—Sí, se ha dicho de todo, pero está bien que la gente tenga una opinión.

—Pero, ¿cual es la realidad?

—La realidad es que tenemos una relación cordial —cuenta—. No nos vemos todos los días, ni quedamos para cenar los sábados, pero nos comunicamos y nos mandamos besos y cariño cuando uno tiene un proyecto. Y si un día nos cruzamos recordamos viejos tiempos.

Y es que para Otero, que de pequeño quería ser cirujano, cualquier tiempo pasado no fue mejor, y asegura, que ni se ha planteado ni se plantea volver a hacer algo con sus colegas de El Canto. «Ni por su parte ni por la mía [hace referencia a su primo Dani Martín] hemos pensado en volver a hacer algo juntos. Si algún día nos apetece lo haremos, pero de momento no ha surgido la demanda de componer o crear algo». Eso sí, recuerda nostálgico lo «divertidas» que eran las «promos»: «Siempre nos cubríamos unos a los otros si, por cualquier cosa, alguno no se encontraba bien. Nos dividíamos el trabajo y todo era mucho más relajado».

 

«Cuando se politiza a Rozalén, al resto de artistas nos tocan los huevos»

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En febrero del 2010 El Canto del Loco anunció su separación. | Foto: Sony Music

 

De esta forma, con 1980 se abre así un universo totalmente nuevo para el artista, poniendo en valor su gran versatilidad musical y su ojo para la tendencia. Es la armonía perfecta entre los sonidos revival y el pop moderno. 

Rozalén es su gran colaboración con Baile, un tema «al que se enganchó en 20 minutos». «María escribió alguna de las frases más bellas del tema», cuenta generoso el madrileño que, sin dudarlo, asegura que es la colaboración «más bonita» que ha hecho. Así, no le tiembla la voz y sale en defensa de la de Letur, Albacete, cuando se intentan politizar sus letras y canciones. «Cuando se politiza a Rozalén, al resto de artistas nos tocan los huevos porque ella no politiza su música. Siente y canta, y mientras canta protesta por algo que no le parece bien y que tiene un valor para la sociedad». 

Y en este punto,  y con esa franqueza de la que al principio de la entrevista hablaba, cuenta cómo en España cada vez hay menos libertad de expresión. Habla haciendo referencia al caso de Valtonyc, del que opina que, aunque no le gusta lo que dice, «absolutamente nada», «no por ello debe entrar en prisión», y agrega: «Hay un miedo absurdo a la palabra, debería haber palabras para expresarlo todo y que éstas no fuesen vetadas». Así, piensa, que aunque se ha avanzado mucho en algunas cuestiones culturales relativas al sector de la música, todavía queda mucho por avanzar. Para Otero, si el Ministerio de Cultura estuviera formado por varias personas del ámbito cultural, como un músico, un actor, un director de cine, y no por una única persona, otro gallo cantaría. «Juan Antonio Bayona, Luis Tosar, Pasión Vega o Luz Casal serían buenos para formar ese ministerio», apunta riendo para después reconocer: «Me van a matar cuando lean esto, a nadie le apetecería ser ministro de Cultura, con la que está cayendo».

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