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El mejor Rolls-Royce de la historia ya no lleva gasolina en su depósito sino watios

El nuevo Spectre, eléctrico, tiene una autonomía de 540 kilómetros

El mejor Rolls-Royce de la historia ya no lleva gasolina en su depósito sino watios

El Rolls-Royce Spectre. | Rolls-Royce

Cuenta la leyenda que cada vez que acaban un Rolls-Royce en su factoría, le ponen una moneda de canto en el capó. Si arrancan su motor y la moneda cae por la trepidación, retiran la unidad y la reconstruyen hasta que no ocurra. Esto ya no será un problema, o al menos no lo será con la nueva configuración del primer Rolls-Royce eléctrico de la historia, el Spectre.

La marca lleva casi 120 años peleando contra el ruido y las vibraciones, y parecen haber encontrado el santo grial de la solución a más de un siglo de investigación y desarrollo relacionado. La misión ha sido fácil: quitarle el motor de explosión.

Cambio histórico

Durante décadas, la marca ha creado un mito alrededor de llevar al extremo la experiencia en la movilidad. El lujo extremo, las calidades superlativas, el placer del movimiento en lo tocante al silencio, y la ausencia de vibraciones han sido las banderas que enarbolaron desde sus inicios. Nadie les ha superado en esas asignaturas, y con la electrificación dan una vuelta de tuerca a su destino.

En sus inicios, allá por 1904, Charles Rolls ponía a los coches eléctricos como un referente. Decía de ellos que no hacían ruido, no echaban humo, y no olían a gasolina. El problema es que hace más de cien años las baterías estaban muy lejos de la eficiencia de la que disfrutamos hoy. Ante el problema de los materiales existentes en la época, tuvieron que echar mano de la eficiencia del combustible derivado de los hidrocarburos.

Tradición exigente

En los años 20 del siglo pasado Rolls-Royce se publicitaba como ‘el mejor coche del mundo’. Hoy, el Spectre podría anunciarse como el mejor Rolls de la historia, porque la electrificación se ha cepillado de un plumazo todas las pegas contra las que la compañía ha estado bregando durante más de un siglo.

En la tercera década del XXI, Rolls-Royce se rinde ante la tecnología eléctrica y es algo que le ha sentado de cine a sus coches y a la marca. Si el Spectre, el primer modelo eléctrico de la firma, cambia la experiencia de sus pasajeros, Rolls bate récords de beneficios y ventas gracias a un producto que ha sido acogido como ninguno otro antes. Todas las proyecciones de venta del modelo han sido adelantadas por su éxito y tiene colocada toda su producción hasta 2025.

De la marca que lleva como slogan «Inspirando grandeza» podría esperarse que su primer modelo eléctrico fuera una versión a baterías del modelo Phantom. De la misma forma, se podría sospechar que se inclinasen por el espectacular Cullinan, el SUV de su catálogo, la carrocería de moda. Sin embargo, se han ido hacia el modelo más compacto de su gama, el ahora desplazado —y desaparecido— Wraith de motor de combustión, que recuerda en sus líneas al Bentley Continental GT.

A pesar de ser el modelo más compacto de la gama, el Spectre mide algo más de 5,45 metros por 2,08 de ancho. Sus neumáticos de 23 pulgadas le otorgan una imagen masiva, y son las llantas más grandes colocadas en un coupé desde el Bugatti Royale de 1926, que llevaba ruedas de radios. En cuanto al peso, se va a los 2.975 kilos, en gran medida a cuenta de la batería de 700 kilos que lleva en sus bajos y que se cree que es la misma de 105 kW que lleva el BMW i7.

Los de Goodwood son bastante renuentes a aportar cifras y datos exactos, pero esta vez se han abierto un poco más. Declaran una potencia de 576 caballos, que aportan una aceleración propia de deportivos de alta gama, con 4,5 segundos en el 0 a 100 km/h. La autonomía declarada es de 530 kilómetros, una distancia que no debería preocupar a su cliente tipo. Para distancia así suelen echar mano de helicópteros o jets privados.

Acabados exquisitos

Dispone de un motor en cada eje, lo que le otorga tracción a las cuatro ruedas, y las traseras cuentan con capacidades directrices. Su uso principal está pensado para ser un coche muy urbano, y con enormes posibilidades de personalización. Llaman la atención las 4.800 bombillas LED repartidas por techo y puertas, con diversas combinaciones y posibilidades. Los asientos traseros, dos individuales en lugar de uno corrido, están separados aunque no por el túnel de la transmisión procedente del inexistente motor delantero. El pequeño muro que los divide forma parte del chasis, al que otorga mayor rigidez.

A pesar de la masividad de su sección frontal, la aerodinámica está muy cuidada y logra un coeficiente de penetración de 0,25, un récord para la marca. Para lograr semejante cifra hasta se ha rediseñado hasta el mascarón de proa, la figurilla del Espíritu del Éxtasis que preside el morro. Solo en su desarrollo se han consumido unas 830 horas de intensos trabajos con un uso intensivo del túnel de viento.

Las puertas, solo dos, se abren hacia delante, como en los Seat 600. Son enormes, las más grandes jamás montadas por un Rolls. Quedan muy a desmano una vez subidos en él, y los diseñadores han implementado un sistema bastante único para cerrarlas. Basta con pisar el pedal de freno, y un accionador eléctrico tirará de ellas. Es como si un mayordomo invisible te la cerrase.

En marcha, pero en silencio

El botón de puesta en marcha está a la izquierda del volante, y tras pulsarlo, todo adquiere vida. Hay una palanca de selección de marcha donde normalmente están los limpiaparabrisas, y una vez colocada la posición de conducción —solo hacia delante o detrás—, el Spectre se mueve sin emitir ruido alguno. Transmite tan pocas sensaciones como moverse en un ascensor acristalado. Sabes que estás en movimiento porque ves cómo las cosas de alrededor se desplazan, pero de forma muy suave.

No vibra, no suena, no chilla, y no derrapa. Puede ser tildado de ser el coche más silencioso y cómodo del planeta. Debe ser lo más parecido a una alfombra mágica. Está tan aislado que parece mentira la increíble calidad de su refinado. Aunque por prestaciones podría compararse, pero es la antítesis de un coche de carreras. Incluso la voz de los pasajeros baja de volumen ante el sepulcral silencio en orden de marcha.

Su interior es sencillo, nada de complejidades. Hay una pantalla, muy completa de funciones, pero sin iconos saltarines, ni gráficos que se mueven. Las ruedas, palancas y botones siguen estando ahí; aunque de manera limitada y discreta. Hay asientos peores en muchos de los salones de nuestras casas, sin embargo, no están calefactados, ni refrigerados; ni siquiera te dan masajes como estos.

Cambio de paradigma

La electrificación encaja como un guante a Rolls-Royce y podría decirse que, en su conjunto, el Spectre es el mejor coche eléctrico del mundo. Si el rey es el Tesla, el Rolls es el emperador. Si quieres uno, tendrás que inscribirte en una lista de espera de dos años, y pagar una cifra que ronda los 400.000 euros. Eso o irte a una web de subastas estadounidense llamada Bring a Trailer y pillarte uno como el que se puso en venta a primeros de febrero.

Sí, puede que el propietario lo vendiese a cambio de un buen pellizco con apenas 160 kilómetros en el marcador, pero hay un problema. Ha de saber que jamás tendrá acceso a otro Rolls en toda su vida. El CEO de la marca, Torsten Müller-Ötvös, dijo el año pasado que cualquiera que hiciese esto entraría en una lista negra para los restos en una suerte de maldición automovilística. Se desconocen las razones del tipo de Miami que se deshizo del Spectre, y todo apunta a la jugada especulativa. Lo que sí se sabe es que el Espíritu del Éxtasis llevará alegrías a otro. Peor para él.

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