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Historias de la historia

Elvis, el muerto viviente

«El mayor mito de la música moderno falleció un 16 de agosto de 1977, pero hay millones que saben que no ha muerto»

Elvis, el muerto viviente

Aún en su decadencia física Elvis mantenía una voz maravillosa. | Europa Press

Los grandes mitos no deben morir, piensan los adeptos a ellos. Alejandro Magno, el hombre que ha alcanzado mayor altura mítica en la Historia, dejó tras su muerte instrucciones funerarias para que no hubiese dudas de que era un mortal, que era polvo como cualquier otro hombre. Sin embargo sus leales seguidores no las cumplieron, en vez de ello lo momificaron como a un faraón egipcio, especialistas en mantenerse en vida en el más allá, y durante siete siglos su tumba en Alejandría fue un santuario donde lo adoraron como a un dios, y a la que peregrinaron varios emperadores romanos.

En Estados Unidos, hoy, hay 13 millones de americanos que sostienen que Elvis Presley, el mayor mito del mundo del espectáculo, no ha muerto. Que está vivo y oculto por razones estrafalarias. Los creyentes en la inmortalidad de Elvis son más numerosos que la mayoría de los miembros de las iglesias norteamericanas. La verdad es que, ya antes de morir, Elvis tenía algo de cadáver andante.

En la primavera-verano de 1977 el Rey del rock-and-roll emprende su última gira. En realidad, en vez de ir por los escenarios debería ir a un hospital, pues el estado físico de Elvis es deplorable. Está obeso, hinchado, con dificultades respiratorias y de movimientos. Tiene poco más de 40 años, pero no queda nada de aquel joven que se convirtió en el símbolo sexual de América.

«Son blancos pobres, que viven de forma que la puritana Norteamérica considera moralmente degenerada»

Elvis Aron Presley había nacido en una pequeña población de Misisipi, en pleno Sur, en el seno de una familia que bien podía calificarse de White trash, basura blanca. Son blancos pobres, que viven de forma que la puritana Norteamérica considera moralmente degenerada, «contaminados» por la excesiva cercanía a los negros. El padre de Elvis solamente tenía 18 años cuando nació el niño, y nunca fue capaz de sostener a su familia, que vivía de la caridad y los subsidios. Cuando Elvis tenía tres años su padre fue a la cárcel y perdieron su casa.

Ya tenemos el hostil ambiente en el que se desarrolla la vida de este niño destinado a triunfar y ganar millones, porque a veces el destino quiere que lo que parece una desgracia se convierta en una fortuna. Ser «basura blanca», ser un blanco del racista Sur que se puede confundir con un negro es un baldón en los años 40 y 50, cuando Estados Unidos todavía no se ha planteado los derechos de las minorías raciales. Sin embargo, hasta los despreciados negros tienen cosas buenas: la música.

Y aquí entra en escena el visionario que hace falta para que ocurran las revoluciones. Se trata de Sam Phillips, un productor musical de Memphis que muchos consideran el más importante de la historia musical moderna. Phillips está buscando un trébol de cuatro hojas, un blanco que cante como un negro: «Si pudiera encontrar a un blanco que tuviera un sonido negro y un sentimiento negro, podría hacer mil millones de dólares», les dice a sus amigos.

Inesperadamente el trébol de cuatro hojas aparece en la noche del 5 al 6 de julio de 1954, en el estudio de su compañía Sun Records. Durante toda la tarde ha estado grabando un trío de jóvenes blancos que no suenan de forma convincente. El vocalista es un camionero de 19 años, Elvis Presley, que un año antes había pasado por Sun Records a hacer una grabación, y del que Phillips había anotado: «Buen cantante de baladas. Retener». Sin embargo esa tarde está mal. Cuando ya han tirado la toalla y se preparan a irse a sus casas, Elvis coge su guitarra y, por placer, comienza a tocar un viejo blues, That’s All Right. Se anima y comienza a saltar y a «hacer tonterías», contagiando a los otros dos del trío. «¿Qué estáis haciendo?» pregunta Sam Phillips, «No tengo ni idea», responde Elvis.

La invención de Elvis Presley

Lo que ha hecho ha sido inventarse a sí mismo, el mayor mito musical que ha dado América. Tres días después, esa grabación hecha por casualidad es retransmitida en un popular programa de radio y hay cientos de llamadas preguntando quién es ese maravilloso cantante negro.

A finales de mes llega el momento de la verdad. El trío de Elvis tiene que tocar como teloneros de un cantante famoso en el Overton Park Shell, un histórico auditorio de Memphis. Elvis está nerviosísimo, le tiemblan literalmente las piernas durante la actuación. Pero Elvis es un mozo guapísimo, tiene buen cuerpo, y el temblor se convierte en convulsiones de caderas, violentos meneos de sus zonas erógenas. Las mujeres enloquecen, gritan en plena excitación sexual, los hombres toman nota de lo que hay que hacer para atraer a las chicas.

Elvis ha provocado lo que podríamos llamar la erección de Norteamérica, y desde ese momento será apodado «Elvis Pelvis». Estados Unidos está conmocionado, las ligas de la decencia, los predicadores, el Ku-klus-klan o la prensa conservadora claman contra semejante indecencia, los envidiosos dicen que Elvis lleva oculto en los calzoncillos un tubo de plomo, pero el fenómeno es imparable. Es una revolución sexual a la que se entregan niñas, adolescentes y mujeres, y también una revolución musical y una rebelión contra la segregación racial que impera en el Sur, un blanco cantando como un negro. En verdad, oyendo su canción On the ghetto hay que reconocer que nadie ha expresado con mayor autenticidad la sensibilidad del afroamericano.

«Cuando se descubra, Nichopoulos perderá su licencia para ejercer la medicina, pero el caso es que la sobremedicación es la más probable causa de su muerte»

No hace falta abundar más en el mito de Elvis Presley, que como predijo Sam Phillips produce mil millones de dólares. Pero desde el inicio de los 70 ese mito entra en una decadencia física. Tiene una tendencia natural a engordar y es un adicto a los medicamentos, un «pastillero» cuyo médico personal, el Dr Nichopoulos, le ha hecho 10.000 recetas de anfetaminas, estupefacientes y sedantes en los ocho meses anteriores a su muerte. Padece una extensa gama de enfermedades graves provocadas por las drogas. Cuando se descubra, Nichopoulos perderá su licencia para ejercer la medicina, pero el caso es que la sobremedicación es la más probable causa de su muerte.

El 26 de junio de 1977 tiene lugar en Indianápolis el último concierto de Elvis. La figura que aparece en el escenario del Market Square Arena es patética. Está obeso, pese a lo cual viste uno de esos monos de fantasía, blanco y cubierto de lentejuelas, ajustado, con la cremallera bajada dejando ver su barriga. La cara está deformada por la hinchazón que le provocan los corticoides, y transpira angustiosamente, los chorros de sudor le corren por el rostro, se le meten en los ojos, en la boca. Anda de forma insegura, flanqueado siempre por un asistente que lleva un vaso, del que Elvis bebe constantemente. Debería ser agua, porque manifiesta un claro peligro de deshidratación, pero quizá sea whisky para animarse. Cuando habla hay palabras que se le resisten.

Si esto es el canto del cisne de Elvis Presley hay que decir que nunca hubo un cisne más horrendo. Pero también hay que decir que ese cisne repugnante entona el más hermoso canto que existe sobre la tierra. Cuando lo oyen sus fans rugen de entusiasmo, la voz del Rey sigue siendo la voz más acariciadora, más intensa, más sensual de la música del siglo XX.

El 16 de agosto está previsto que tome un vuelo nocturno en Memphis para emprender otra gira, pero ese día su novia se lo encuentra tirado en el suelo de cuarto de baño. Los médicos intentan reanimarlo, pero no hay nada que hacer. A las 3 y media de la tarde el Baptist Memorial Hospital de Memphis comunica oficialmente el fallecimiento, achacado a «infarto agudo de miocardio», aunque la autopsia no establecerá ninguna causa con claridad.

En las viejas monarquías cuando fallecía el soberano, sus leales cortesanos proclamaban: «¡El rey ha muerto, viva el rey!», refiriéndose este segundo rey al heredero que, automáticamente, subía al trono. Elvis no tiene heredero, pero hay leales dispuestos a gritar «¡Viva el Rey!» desde el instante siguiente a su fallecimiento oficial.

«Hace averiguaciones y descubre que ese hombre que parece Elvis ha comprado un billete solamente de ida para Argentina»

Un fan incondicional de Elvis dice que lo ha vito esa misma noche en el Aeropuerto Internacional de Memphis. Intrigado, lo ha seguido y lo ha visto embarcar en un vuelo con destino a Buenos Aires. Hace averiguaciones y descubre que ese hombre que parece Elvis ha comprado un billete solamente de ida para Argentina y ha dado el nombre de «Jon Burrows», que resulta que es el alias que Elvis usaba para reservar habitaciones en los hoteles, cuando quería ocultarse de la prensa o los fans.

A partir de ese incidente comienzan lo que se llama «Avistamientos de Elvis», un auténtico género dentro de la cultura conspiranoica, que ha desarrollado numerosas teorías, como que Elvis fingió su muerte y desapareció porque estaba amenazado de muerte por la Mafia, o que Elvis era un agente encubierto del FBI . Una encuesta de Gallup establece que hay 13 millones de norteamericanos que creen firmemente que Elvis no murió el 16 de agosto de 1977, y aducen «pruebas» como el error gráfico de su tumba, donde su segundo nombre, Aron, aparece escrito con dos aes, «Aaron». Según los seguidores de este culto a Elvis, es porque escribir el auténtico nombre en una tumba que está vacía traería mal fario. 

Pero todavía hay otro potente grupo de incondicionales de Elvis que han encontrado la forma de mantenerlo vivo después de la muerte, son los imitadores. Hay millones de fans que se visten y peinan como Elvis, que actúan en diversos escenarios reproduciendo sus movimientos -su voz no pueden-, que acuden a convenciones de sosias de Elvis, que participan en concursos. O que eligen para casarse una «boda Elvis», con un doble del cantante como sacerdote. En Las Vegas se celebran miles de bodas Elvis al año, y solamente en la Capilla Graceland, que lleva el nombre de la mansión del cantante, han oficiado ya 120.000.

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